Libertas Capitur / Justicia cansada de ceder
En poco más de un mes se verificará la elección del Poder Judicial. Las apuestas son disímiles. Desde la más alegre del Gobierno, hasta la más pesimista del más aguerrido opositor. No podemos evitar, como seres humanos, las reacciones ante los cambios. Lo nuevo siempre es un reto que depende de cómo valoramos la situación presente. Los cambios inciden en la realidad, pero la realidad incide también en los cambios. Se trata de una relación dialéctica, en la que es posible construir o destruir oportunidades.
Y no, no se preocupe estimado lector. No voy a meterme en un análisis hegeliano. Sólo diré que la realidad es dinámica, en constante cambio y se desarrolla a través de la interacción de opuestos. Lo que ofrece parámetros de acción ante los procesos judiciales. El futuro de la justicia no dependerá del resultado de estas elecciones, sino de la manera en que decidamos involucrarnos. A los defensores del status quo, se les puede hacer fácil ponderar los avances que hay en la materia. Son innegables.
Pero déjeme decirle que no todo es miel sobre hojuelas. En una pasada columna (“Reforma judicial vs. prevaricato”) comenté un caso real que da lugar a dudas, sobre la verdadera vocación o preparación de la actual burocracia judicial. No es el único. Los abogados litigantes y gran parte de los impetrantes de justicia, seguramente podrían destacar más. Lo que quiero decir con esto es que, no necesariamente todo el tiempo pasado fue mejor. Como en la vida, los claroscuros abarcan amplias zonas.
Sería harto ingenuo afirmar también que, el impulso de una sustitución tan abrupta, tenga una intención sana. Y de serlo, que esta fuera en verdad eficaz para mejorar la justicia. No es tan sencillo, está científicamente probado que es más fácil destruir. Sobre todo cuando se tiene el control de una mayoría legislativa rastrera, ávida de poder. Pero con una desventaja. Pretenden el control con sólo cambiar los perfiles o impulsar a los suyos, pero pierden de vista lo más importante: los compromisos vocacionales y éticos no son fáciles de doblar.
Conozco a muchos candidatos y puedo calificarlos como auténticos profesionales del derecho. Esto tiene una implicación: ciertamente pueden haber adquirido compromisos políticos, pero esto no les nubla el juicio. El destino del poder judicial es el de la justicia en México. En la medida que aquel mejore, el pueblo tendrá más esperanzas y posibilidades de alcanzar el ideal constitucional: justicia completa, pronta, expedita, imparcial y real. Y esto no sólo es función de los jueces.
Los operadores judiciales tendrán delante de sí, una magnífica oportunidad de incidir en la eficacia de la burocracia judicial. Sin duda conocen la materia. El cabildeo y la persuasión son herramientas de los litigantes. Y me apresuro a decir que no estoy hablando de corrupción, sino de una leal competencia jurídica en la que debe prevalecer los mejores argumentos. Y para eso, el conocimiento de las leyes, la experiencia y la formación resultan trascendentales. Así la justicia gana.
Por otra parte, se tendrá que acudir cada vez más a la transparencia de los procesos. Entendida esta como la posibilidad de poner a la disposición del público los datos necesarios que le permitan formar una opinión. El simple hecho de tener la posibilidad de elegir a los funcionarios judiciales, genera una competencia permanente. Los propios abogados y funcionarios judiciales interesados en una participación futura, requieren formar y mantener una expectativa social.
Actualmente se nota en las redes sociales Facebook, YouTube, WhatsApp, Instagram, X, Tiktok, un intenso activismo y no sólo de los candidatos. Jueces, magistrados y hasta ministros, explican diversos temas judiciales especializados en mensajes inteligibles y adecuados. Poco a poco -o de a mucho- los temas legales han logrado adquirir una presencia importante. Esto ya es producto de la nueva realidad judicial. Y se va a fortalecer, una vez que los nuevos funcionarios judiciales asuman sus responsabilidades.
De modo que podemos decir, parafraseando al gran dramaturgo inglés William Shakespeare: “no todo está podrido en Dinamarca”. Sólo hace falta ver las bondades que ofrece la reforma judicial, pues a nada nos lleva lamentar y denostar la realidad que tenemos enfrente. Asumir los cambios con entereza, hacer cumplir los compromisos, exhibir las fortalezas y debilidades del sistema de justicia, es tarea de todos. En el proceso, México puede convertir una mala intención en una buena oportunidad.
Quienes no asuman una actitud proactiva frente a los nuevos retos, se quedarán en el camino. De nada sirven los señalamientos a futuro, si no estamos dispuestos a usar las nuevas reglas para competir con lealtad al pueblo de México. Oposición que no se templa en los hechos, es oposición destinada al fracaso. El discurso y los señalamientos nunca han sido eficaces sin una estrategia de lucha cuerpo a cuerpo. Es importante ponerse al frente y encabezar las luchas, no desde el púlpito, sino desde la realidad.
Basta recordar la enorme influencia de Rosa Parks en el Movimiento por los Derechos Civiles en los Estados Unidos. Su negativa a ceder su asiento a un blanco, inició el boicot a los autobuses de Montgomery. Y terminó cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos prohibió la práctica de segregación racial en los autobuses. Son los ejemplos que sigue un pueblo que anhela justicia. La acción une más que las palabras. Ella sólo dijo: “La única cansada era yo. Cansada de ceder”.
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