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Chihuahua22 de mayo de 2025
Análisissábado, 26 de abril de 2025

El grito de la calle: crónica de un Voceador (Primera parte)

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Por: Oscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


Hoy en día, cuando el mundo se ha tecnificado vertiginosamente y los medios de comunicación han evolucionado exponencialmente, experimentando transiciones notables del esquema del periódico de papel a lo digital, impactado negativamente a un sector importante de la sociedad, a uno de los oficios más reconocidos, los voceadores que, el pasado 20 de abril, celebraron su día, por lo menos los pocos que quedan, pues este hermoso oficio ha ido desapareciendo con el tiempo, y vale la pena recordarlos y reconocerles con mucho cariño, la ardua labor de llevar las noticias a todos los rincones de nuestra ciudad, el país y el mundo, por ello, en esta ocasión, dedicaré este espacio, al valioso “ejército” de nobles personas, brazo importante para todos los medios de comunicación impresos. 

En México la celebración del “Día del Voceador”, comenzó por la “Unión de Expendedores y Voceadores de Periódicos de México”, agrupación creada en la Ciudad de México en 1923, para contribuir a la difusión de la información; así mismo, no sería hasta el mandato del presidente de la República, don Adolfo Ruiz Cortines, cuando se instauró oficialmente en 1953 para que, cada 20 de abril, se reconociera la labor de niños, niñas, jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, que salían de sus trincheras para llevar la noticia a todos los rincones de la ciudad, sin embargo, también fueron reconocidos como “papeleros”, pues en los primeros años de su distribución en México, se les llamaba papeles a los periódicos, por este motivo, aun cuando todavía no se asomaba el sol, los voceadores ya están de pie; antes que los primeros rayos del astro sol, dorasen las cúpulas de las iglesias o calentaran el asfalto frío de las calles, los voceadores ya estaban en movimiento, como una ciudad paralela que despertaba en la penumbra, cargando a cuestas el peso de las noticias que otros leerían al calor de una taza de rico café.

25-04 CRONICAS URBANAS
Los voceadores, hermoso “ejercito” de seres humanos que, durante décadas, han llevado noticias a todos los rincones de la ciudad de Chihuahua / Foto: Cortesía / Crónocas Urbanas de Chihuahua

Ser voceador en Chihuahua no era sólo un oficio, es una forma de vida que se pega a la piel como el polvo del amanecer; es madrugar todos los días, incluso domingos y días festivos, ya que en este oficio, no había tiempo para la pereza, porque los periódicos no esperan y la calles, representan un monstruo con muchos tentáculos que se come al lento. Sin embargo, es bonito recordar que en los barrios, esquinas, en las avenidas ruidosas, en las paradas de camión, los voceadores han sido durante décadas, los heraldos populares; su garganta, es la que anuncia las desgracias del mundo, los goles del domingo, los escándalos políticos, la farándula barata, los aumentos a la gasolina. Con voz ronca, a veces quebrada, lanzan al viento, titulares que no siempre entienden del todo, pero que han aprendido a entonar con ritmo y cadencia: ¡Extraaa, extraaa!, ¡asesinan a tres en la Villa!; ¡pierde el América con gol de último minuto! Sin duda, detrás de cada grito, hay una historia de lucha, pues la mayoría, empezaba este oficio desde niño, empujados por la necesidad, la orfandad o el hambre, ya que muchos de ellos, provenían de familias rotas o completas, pero pobres, lo que los hacía aprender con verdadera vocación desde temprano, a cargar fardos pesados de periódicos recién salidos de la imprenta, “calientitos” a correr entre el tráfico, a esquivar los claxonazos, a lidiar con policías de humor seco o con ladrones de esquina.

Un sin número de voceadores, no saben leer del todo o aprendieron con el tiempo, descifrando los encabezados a fuerza de repetirlos; otros, sí le entraban a la lectura y se convertían en cronistas callejeros, en comentaristas improvisados, que analizaban la política nacional con más sabiduría que muchos de traje y corbata; sin duda, este oficio es duro, ya que, con lágrimas y esfuerzo, se han ganado el pan de cada día, ya que, por cada ejemplar vendido, se quedan con una pequeña fracción, el resto, va al distribuidor, al impresor, al editor. Si no venden, pierden; no había sueldo fijo, ni prestaciones, no hay aguinaldos, tampoco seguro médico; un resfriado, una fractura, una hospitalización, es una sentencia, pero todo esto, no les impedía seguir en la lucha, contra el frío, la lluvia, la indiferencia del mundo moderno que cada vez, consume menos papel. Sin importar todo eso, siguen gritando las noticias, aunque los autos ya no se detengan o los celulares hayan reemplazado al periódico. En esta era digital, ellos resisten como testimonio viviente de otra forma de informar, más humana, más directa, más sudorosa, es así, que, en mi larga vida en el periodismo, he tenido la oportunidad de conocer a voceadores con más de 40 años en las calles; sus manos ásperas, la cara curtida, su andar cansado, pero existe algo en sus ojos, una especie de terquedad digna, como si supieran que su oficio es parte del alma de la ciudad, porque ser voceador, no es sólo es vender periódicos, es gritarle al mundo que aún hay quienes se levantan temprano para decir lo que pasa, aunque el mundo no escuche.

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Niños voceadores interesados en la lectura de sus periódicos, se han convertido en verdaderos cronistas de la noticia / Foto: Cortesía / Crónicas Urbanas de Chihuahua

Algunos han muerto en el olvido, otros han sido reconocidos por organizaciones que apenas sobreviven, pero la mayoría, simplemente ha desaparecido entre la multitud, como si nunca hubieran existido, como si su voz, no hubiera sido la banda sonora de nuestras mañanas, es así, el caso de don Toño que, a lo largo de 40 años de voceador, siempre a eso de las cinco de la mañana, cuando la mayoría de la ciudad aún duerme, salía de su trinchera para ubicarse en el crucero de la División del Norte y Colón, con su carrito destartalado, un cigarro apagado en la oreja, y una pila de periódicos calientes, recién salidos de El Heraldo y, a sus 72 años, con una espalda vencida por el tiempo y unos ojos vivarachos que contrastan con su andar lento, llevando más de medio siglo voceando, pues empezaría cuando contaba con apenas 10 años, vendiendo El Heraldo de Chihuahua, corriendo detrás de los camiones o vehículos, gritando titulares sin saber aún qué significaban. Aprendió a leer a los 13, con los mismos periódicos que vendía, deletreando encabezados, mientras los clientes le corregían.

Don Toño comenta, “Me crie entre tinta y tacos fríos”, expresa mientras acomodaba los ejemplares: “Mis juguetes eran los rollos de papel de la imprenta, y mi escuela, la calle”. Toño no tiene pensión, ni seguro, ni hijos que lo mantengan; vive solo en un cuarto de azotea, rodeado de recortes viejos y fotos amarillentas, entre estas, guarda una imagen en blanco y negro de cuando tenía 20 años, posando para una nota que intitularon: “Los Gritones del Pueblo”, esa fue la única vez que aparecí en los periódicos que siempre vendí”. Conoce a todos los que pasan por su esquina, a la señora del puesto de tamales, al joven del Oxxo que le regala café, al chofer del camión, que siempre le compra un ejemplar, y lo más lamentable es que, algunos ya no compran nada, pero le dan una moneda. “Es por la nostalgia”, dice don Toño, “Porque ya casi no vendo… pero sigo saliendo”. ¿Y por qué no se retira?, responde Toño: “¿Y, qué voy a hacer en mi casa?, ¿ver tele?, ¿esperar a morirme?, aquí, al menos, saludo a la gente, veo el sol y grito”.

Su voz ya no es potente, tiene un silbido de asma y un temblor en la garganta, pero aún lanza titulares con dignidad. ¡Extraaa! ¡Asesinan a tres en Namiquipa! ¡Chivas al repechaje! ¡Sube el dólar otra vez!, además, me comenta don Toño, “Un joven se detuvo curioso, me toma fotos y me pregunta, si soy actor o parte de una campaña de nostalgia, por lo que le respondí, sonriendo, y niego con la cabeza, soy voceador de los de verdad”. Sus compañeros de antaño ya casi no existen, pues la mayoría ya murieron, otros se fueron y algunos cayeron en la calle. Él dice que va a aguantar hasta que se le acabe la voz, que, si Dios quiere, morirá en su crucero, con un periódico en la mano, y la noticia del día aún fresca. Un día —quizá no muy lejano— don Toño dejará de llegar; la gente pasará por la esquina y sentirá que algo falta; no el periódico, no la noticia, sino el grito; el eco humano que por décadas recordó a la ciudad que la información no siempre viene del Wifi, sino de una voz rota, firme, y digna en la calle, de esta manera, terminó agradecido con don Toño, al compartirnos sus experiencias como voceador. Según algunos datos que pude recabar sobre estos héroes anónimos, dedicados al noble oficio de ser voceador, está, Jesús Miguel Flores Trevizo, con más de 40 años de experiencia en el El Heraldo de Chihuahua, comenzando su labor a los 12 años para ayudar a su madre; su dedicación fue reconocida en 2017, cuando en el marco del 90 aniversario del periódico, fue premiado con una vivienda. Además, su hermano Óscar Flores, también ha sido voceador, mostrando cómo este oficio puede ser una tradición familiar…Esta crónica continuará.

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