En Cartera
El Ejercicio Periodístico y sus aportaciones a la Historia
Es tiempo de valorar, en su exacta dimensión, la labor periodística. Sin el periodismo, el hombre conocería su realidad únicamente a través de versiones orales, resúmenes e interpretaciones históricas y anecdotarios. La información e interpretación del acontecer social aporta elementos para que el hombre sepa, analice, calcule, descarte, suponga, proponga, reclame, planifique, decida. Por su propia dinámica, el periodismo opera como estimulante y no como sedante del cambio social.
A Durango le han nacido hombres y mujeres que, dotados de un excepcional talento, han logrado dar proyección universal a la tierra que les nutrió sus primeros anhelos estéticos. Igual maestría les ha distinguido tanto en el ejercicio literario como en la elaboración de una sinfonía: no nos han sido ajenos ni el verso ni la nota. Bajo el azul purísimo de su cielo se han forjado pintores, científicos, guerreros, actores, escritores, educadores, diplomáticos, escultores, historiadores, entre otros, que con su quehacer han modificado y enriquecido la circunstancia histórica que nos tocó vivir.
Mantengamos vivo el amor por lo durangueño, que ha dado estilo y rumbo a esta ciudad provincial, fantásticamente protegida por San Jorge traspasando al dragón mitológico, donde el azul de su cielo y los crepúsculos que son como acuarela de dorados, de lilas y de castaños, señala el centro espiritual de una tierra que tiene en el mapa la espléndida forma de un gran corazón.
De todos los afluentes que constituyen la civilización, el único incompatible con la dictadura es la libertad de la palabra. Sólo la libertad de la palabra fue y será odiada intensamente por todos los tiranos, porque se opone a su afán demoniaco de rehacer el mundo a su guisa. La enemistad que hay entre la libertad de la palabra y el despotismo es eterna.
El periodismo comenzó en la inmortal Roma, entre aquellos patricios que tenían gran vocación para el derecho, y donde germinaron las grandes tesis de la humanidad, cuando los oradores hacían circular, en tablas de cera, grabadas con el estilo las noticias más sensacionales de la política romana.
El primer periodista del cristianismo fue Saulo de Tarso de Cilicia, cuyas epístolas o como diríamos ahora, editoriales, se leen aún a través de más de dos mil años. Tras este publicismo vino el periodismo formal cuando la Francia gloriosa aprovechó la gran invención de Gutenberg, hasta llegar a nuestros días, en que muchos sociólogos y políticos lo han denominado el indiscutible “cuarto poder”. Pero desde Cicerón en los comienzos, los periodistas auténticos han estado chocando de continuo con los césares que espantaron al mundo.
En la Constitución de 1917 se encuentran los preceptos que establecen las garantías de libertad de expresión, de ideas y de imprenta (escribir y publicar). Sus antecedentes históricos se localizan en las Constituciones de Apatzingán y de Cádiz, pero la implantación definitiva de estas garantías que son innatas al individuo, ha requerido el derramamiento de mucha sangre y el esfuerzo constante de superiores arquetipos humanos, que como el durangueño Francisco Zarco Mateos, llenan con luz propia la Historia de México. En la época Juarista refulgieron en todo su esplendor los hombres más gloriosos del periodismo nacional.
Periodicidad, oportunidad, verosimilitud e interés público son características fundamentales del ejercicio periodístico. La transmisión y el enjuiciamiento de los hechos hacen del periodismo una disciplina básicamente intelectual, que se expresa con palabras. El periodismo pervierte su función cuando tergiversa, cuando miente, cuando negocia y cuando escamotea información.
Por el ejercicio periodístico conocemos los muchos México’s que la historia registra. Por ejemplo, Guillermo Marín autor de la “Historia Verdadera del México Profundo” -la otra historia que no quieren que se conozca- un trabajo inspirado en las enseñanzas del Dr. Guillermo Bonfil Batalla en su libro “México Profundo, una Civilización Negada” donde afirma de que en este país existen dos México´s, uno profundo, que hunde sus raíces en miles de años y cientos de culturas, y un México imaginario, que nació en 1824, y que, es imaginario, no porque no exista, sino porque, teniendo el poder económico y político, es la visión de los vencedores, que le imponen a los pueblos vencidos y explotados. Pero, el México profundo, no solo tiene memoria, también tiene historiadores críticos y analíticos, que pretenden explicar la historia desde otra óptica.
Por esta razón –afirman los autores- se buscó crear una narrativa, apoyada en los historiadores imaginarios y críticos. Con citas puntuales, pretende explicar la historia de nuestra civilización Madre, pero desde una visión descolonizada. En efecto, la historia del Anáhuac, es la historia de una de las más antiguas civilizaciones del mundo, con origen autónomo, y la que, probablemente, es la que alcanzó el más alto desarrollo humano para todos sus pueblos. El libro abarca los tres periodos de la historia ancestral, Preclásico o formativo con la cultura olmeca, Periodo Clásico o del esplendor con la cultura de Teotihuacán, y el Periodo Postclásico o de la decadencia, con la cultura mexica. Analiza la guerra contra los mexicas y la caída de Tenochtitlan. Y somera, pero analíticamente, analiza los cinco siglos de colonización y neocolonización.
Lo que se pretende, es repensar la “otra historia”, la del México resistente desde hace cinco siglos, que mantiene la filosofía conocida como Toltecáyotl, para organizar y darle estructura y fuerza a la resistencia, pero que es la historia que no aparece en los libros de los historiadores que están bajo los reflectores del sistema. La historia ocultada al pueblo, para que no tenga memoria histórica e identidad cultural ancestral. Este es un libro que puede ser el inicio de la descolonización como una batalla florida autodidacta.
Por los procesos de colonización, el pueblo de este país, no ha podido entender lo que verdaderamente nos sucedió en la invasión española. Primeramente, porque el quitarle al pueblo su memoria histórica y su identidad cultural ancestral, ha sido el arma más poderosa para someterlo, explotarlo y dominarlo. En segundo lugar, porque la historia la escriben los vencedores, y, en tercer lugar, porque los intelectuales, artistas y académicos están sumamente colonizados y occidentalizados.
La historia de México empieza con las Cartas de Relación de Hernán Cortés, mentiras y fantasías de un psicópata, quien se inspiró en el libro La Guerra de las Galias de Julio César. El problema es que cuando se toman los escritos de los invasores, -que no eran historiadores-como “fuentes históricas”, es decir, como dogmas históricos incuestionables, la verdad se complica y se esfuma. Como lo demostró con un alto rigor académico la Maestra Eulalia Guzmán en su estudio titulado: “Relaciones de Hernán Cortés a Carlos V Sobre la Invasión de Anáhuac”, que le llevó siete años hacerlo, invirtiendo cuatro años investigando en las bibliotecas y archivos europeos, para demostrar todas las falsedades escritas por el psicópata de Cortés. En la historia oficial de México, es decir, en lo que escribió Hernán Cortés, muchos personajes desaparecen como el texcocano Ixtlilxóchitl, quien fue el comandante en jefe de las operaciones militares de los invasores con sus trescientos mil guerreros, según el Dr. José Luis Guerrero (1990), o personajes desaparecidos como Fray Juan de Tecto, confesor real que envió el rey de España a espiar a Cortés; o la misma Malinche, de la que deseamos analizar en esta entrega, amable lector.
En efecto, en los primeros 450 años de la colonización, gachupina y criolla, la figura histórica de La Malinche, estaba totalmente minimizada. Había sido, según Cortés, simplemente la traductora y la amante. Totalmente falso, Malinche fue junto con Ixtlilxóchitl, los que hicieron posible la caída de Tenochtitlán, no fueron Cortés y su puñado de filibusteros que no eran soldados y estaban pésimamente armados, además de estar en permanente conflicto entre ellos, dado que Cortés estaba operando fuera de la ley y era un prófugo de la justicia. Recuérdese que la reina Isabel firmó un edicto en 1499 en el que permitía salir de las cárceles a todos los delincuentes, si aceptaban ir a invadir el Anáhuac.
Malinche era una mujer educada y de la nobleza nahua. Conocía a profundidad los conflictos ideológicos entre los seguidores del asesinado Cihuacóatl Tlacaélel, creador de la Mexicayotl, en donde la figura de Huitzilopochtli, había minimizado la filosofía espiritual de Quetzalcóatl, y sus enemigos, los partidarios de volver a la filosofía tolteca llamada Toltecáyotl, en donde la figura fundamental era Quetzalcóatl. Pero, además, Malinche fue una mujer sumamente inteligente y muy ambiciosa, que después de la caída de Tenochtitlán se ubicó en una mansión en Coyoacán, en donde tenía una gran influencia y ascendencia entre los pueblos nahuas del Altiplano y especialmente con Cortés.
Los españoles no necesitaban de la traducción de Malinche, porque traían traductores indígenas de Cuba, que hablan el maya y el español. Recuerde que los invasores ya tenían depredando el caribe 27 años, desde 1492. Malinche que por su alta educación sabía hablar náhuatl y maya, y rápidamente aprendió el español.
Malinche fue, lo que hoy se conoce como “la inteligencia militar”, además de la asesoría política. Ella fue la que, durante los primeros tres años de la campaña, fungió como el cerebro de la invasión. Le dijo a Cortés los problemas que había en Tenochtitlán, esta es la razón por la cual se dirigió a someterla. Cortés, sin esa valiosa información, hubiera corrido la misma suerte que los invasores fallidos que le precedieron, en 1517 Francisco Hernández de Córdoba y en 1518 Juan de Grijalba. Y sin Ixtlilxóchitl y sus guerreros, Cortés hubiera sido exterminado. Traidora fue Malinche al ponerse al servicio de Cortés. Sin la información que ella le dio, el filibustero no habría podido hacer nada. Malinches han sido los expresidentes neoliberales que entregaron al país y su futuro a las corporaciones extranjeras.
De ahí la importancia y trascendencia del ejercicio periodístico, que nos permite conocer la verdadera historia y confrontarla con la “oficial”.