Intencionalmente defraudados
Mas allá de las diferencias doctrinales, mi admiración por la persona detrás del pontífice fue creciente y evidente a quienes me conocen de cerca: seguramente alimentada por el orgullo de que sea connacional, pero, sin duda por su lucidez a la hora de responder preguntas difíciles, su gran sentido del humor, su homilía en lenguaje popular pero profunda, y por supuesto su sencillez intencional y manifiesta comprobable aún en el féretro común que acogió su cuerpo.
Así que, tras la reciente muerte de Bergoglio y aún conmovido por la noticia, le envié condolencias a dos personas cercanas a mis afectos: por un lado al pastor evangélico que fuera amigo del entonces cardenal, y por otro lado, a unos tíos muy queridos cuya reacción me dejó boquiabierto pero a la vez me llevo a la reflexión que da origen a este artículo: “nos sentimos defraudados porque nunca visitó nuestro país”.
Definitivamente, aquel comentario me hizo reflexionar ya que probablemente era el sentir de muchos católicos sinceros: ¿puede el líder de una organización tan piramidal defraudar a su grey más fiel? ¿no habrán sido “intencionalmente defraudados”?
Si algo caracterizó a Francisco fue su clara convicción de que ningún oficial de la Iglesia, incluyéndolo a él mismo, escapa a la realidad de que “somos una iglesia de pecadores”. Así que, se cumplió la meta de su predicación: llevarnos al único que “nunca” defrauda: Jesús. Y para quienes ostentamos un oficio en alguna otra tradición cristiana, sepamos que si el líder de una congregación de más de mil millones de personas supo defraudar a su grey más fiel, probablemente nosotros lo haremos más rápido y “mejor”.
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