Portugal es un escaparate de elegancia en exceso, sus calles expresan su legado cultural y estético
La ciudad entera proyecta un estado de ánimo especial, con colores vibrantes, balcones art déco, calles empedradas y una gran historia de la alta costura
Marinieves Tejeda / El Sol de México
Vestirse como un acto de memoria, como una evocación de referencias cruzadas entre lo rural y lo urbano, lo popular y lo erudito. Estas son las reglas del estilo Portugués, que exploran el exceso con elegancia y narran la vida con humor y color.
Caminar por Lisboa es como entrar en una pasarela viva donde cada esquina cuenta una historia. Lo primero que atrapa mi atención no son los escaparates de lujo, sino los edificios cubiertos de azulejos que reflejan los rayos del sol, cuyas formas y colores asemejan estampados impresos en tela.
La ciudad entera proyecta un estado de ánimo especial, con colores vibrantes, balcones art déco y calles empedradas que hacen eco de una historia llena de estética profundamente arraigada. Fue en ese contexto donde comprendí que el estilo portugués no se impone, se insinúa. Está en los detalles, en las mezclas inesperadas y en la yuxtaposición de elementos que parecerían no hacer sentido.
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La nueva tendencia que llamó la atención en la más reciente edición de la Semana de la Moda de París, llega a Méixco de la mano de nuevos talentos del diseñoComo parte de mi recorrido, visité la exposición Portugal Pop, en el MUDE, Museo del Diseño, en Lisboa. Ahí confirmé que esta intuición tenía fundamentos históricos y culturales. La muestra, curada por Bárbara Coutinho, que estará presente hasta el 12 de octubre, ofrece una narrativa visual de la moda portuguesa desde los años 70 hasta hoy.
Destaca la forma en cómo la indumentaria ha sido testimonio de memoria colectiva, resistencia y reinvención. La moda, aquí, no es sólo apariencia: es archivo, lenguaje, territorio... y esto se plasma a través de la visión de reconocidos diseñadores de moda portuguesa como Alexandra Moura, StoryTailors, Maria Gambina, Joana Vasconcelos, Alves Gonçalves, entre otros.
La exposición articula tres ejes fundamentales: el de los territorios personales (la moda como una extensión del “yo” y sus recuerdos), los territorios afectivos (la conexión con saberes, materiales y técnicas tradicionales) y los territorios imaginados (la invención de lo que significa ser portugués).
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Y es justamente en esa última categoría donde el estilo pop encuentra su terreno fértil, mostrando una cuidadosa selección prendas contemporáneas como vestidos, trajes, faldas y otras piezas transformadas a través de técnicas tradicionales; en este tema, el arte textil se despliega por medio de un lenguaje visual cargado de identidad.
Bordados minuciosos, drapeados esculturales, combinaciones inesperadas de tejidos, acolchados, medallas religiosas, rosarios, listones e incluso fragmentos de cerámica, no sólo adornan las prendas, las convierten en manifiestos vivos que entrelazan rebeldía y tradición. Desde ropa, zapatos y accesorios, cada elemento habla de una cultura portuguesa que no teme mostrarse compleja, espiritual, visceral y profundamente estética.
Hoy en día, el pop portugués abraza los contrastes con una libertad encantadora, no teme a éstos, de hecho, los celebra. La moda portuguesa actual sabe jugar con dualidades: rural y urbano, pasado y presente, nostalgia y provocación. ¿No es eso lo que amamos del choque de contrastes de los estampados? Esa regla no escrita de que más es más, siempre y cuando haya una intención detrás. De esta manera, las jóvenes influencers Rita Montezuma, Vicky Montanari, Mafalda Patrício, e Inês Isaías nos muestran como el vestirse se convierte en un acto íntimo de curaduría personal.
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En Lisboa, entendí que el estilo pop no es una simple estética colorida, sino, una declaración de identidad. Es llevar a cuestas tu historia y decidir narrarla con ironía, ternura y atrevimiento. Principalmente la moda es una declaración de personalidad y herencia.