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Parral, Chihuahua23 de mayo de 2025
Localviernes, 10 de enero de 2025

Parral bajo la nieve: El manto blanco sorprende y transforma la rutina en la ciudad

Las personas asombradas por este fenómeno poco habitual, salen a las calles a tomar fotos y jugar con la poca nieve acumulada en los autos

Nevada en Parral niños jugando en reloj monumental
Con la nevada algunos salieron a jugar con la nieve y tomarse la foto del recuerdo / Foto: Marcos Merendón/El Sol de Parral
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Marcos Merendón

Parral amaneció distinta. Un manto de nieve tímido cubre los autos estacionados, coronando sus vidrios y capacetes con una delicadeza inusual. El suelo, sin embargo, parece resistirse a vestirse de blanco. Las calles muestran apenas una ligera capa que se funde con el movimiento de los pocos vehículos que se atrevían a circular, pero en los jardines y áreas verdes, la nieve reposa con más convicción, como si encontrara allí su refugio. Desde el cielo, los copos siguen cayendo, ligeros y erráticos, danzando en su descenso hacia un paisaje que no estaba acostumbrado a recibirlos.

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Las personas, sorprendidas por este fenómeno poco habitual, salen a las calles envueltas en cuanto abrigo pudieran encontrar. Chamarras pesadas, bufandas apretadas y bonetes que cubren hasta las orejas componen la vestimenta del día. Los guantes son esenciales para resistir el frío que cala hasta los huesos, aunque no todos están preparados. Algunos, confiados en que el invierno no sería tan implacable, deambulan temblorosos en busca de tiendas donde pudieran comprar algo que los protegiera del viento helado. En cada rostro había una mezcla de asombro y resignación, como si la nevada fuera un regalo y un desafío a partes iguales.

Las plazas, generalmente bulliciosas, están casi vacías. Unos pocos valientes caminan por allí, con los hombros encogidos y los pasos apresurados. En el reloj monumental, el corazón de Parral, dos jóvenes jugaban con una bola de nieve que habían logrado formar con esfuerzo. La sostenían entre risas, como si aquel efímero tesoro fuera la prueba de que el día era especial. Cerca de ellos, una familia se tomaba fotografías, inmortalizando el momento para recordarlo en los años por venir, cuando la nieve, quizá, volviera a ausentarse por mucho tiempo.

Monja jugando con la nieve
Personas se ven sorprendidas con la nieve y salen a disfrutar / Foto: Marcos Merendón/El Sol de Parral

En las colonias, el ambiente es más vivo. Niños, muchos de los cuales nunca habían visto la nieve, salen con los ojos brillantes de emoción. Sus padres los ayudan a recolectar pequeños montones de nieve de los autos, formando bolitas que lanzaban entre risas y gritos de alegría. Aunque la cantidad no es suficiente para construir muñecos o grandes estructuras, basta para dibujar sonrisas en los rostros de los más pequeños. Sin embargo, el frío pronto los obliga a regresar a casa, con las manos entumecidas pero el corazón lleno de recuerdos nuevos.

A medida que el día avanzaba, la nieve se hace más inconsistente. A ratos, parece intensificarse, cubriendo brevemente más espacios, para luego ceder ante el calor que aún se filtraba desde la tierra. Las calles se vuelven más silenciosas; la mayoría prefiere quedarse en casa. Los pocos vehículos que circulan lo hacen con precaución, mientras las luces de las farolas se reflejaban en los destellos blancos que aún quedaban en los techos y los jardines.

Sin embargo, no todos pueden permitirse disfrutar del espectáculo. Para quienes viven en la pobreza extrema, la nieve es un recordatorio cruel de su vulnerabilidad. En las zonas más humildes, algunas personas salen a recolectar leña o cualquier material combustible que les permitiera enfrentar la tormenta invernal. Las manos callosas y rojas de frío hablan de una batalla diaria que no conoce tregua, ni siquiera ante la belleza del paisaje que se desplega a su alrededor.

Mamá e hija jugando con nieve
Mamá e hija aprovechan la nieve que hay en el Pabellón Revolucionario / Foto: Marcos Merendón/El Sol de Parral

La nevada, rara y fascinante, transformó por un día la rutina de Parral. Fue un respiro para unos, una lucha para otros, pero sobre todo, una metáfora de la dualidad que siempre ha caracterizado a la ciudad: belleza y crudeza entrelazadas en cada rincón, en cada rostro. Mientras el sol estaba oculto, los copos siguen cayendo, y en cada hogar, la historia del día se cuenta como un evento extraordinario.

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La nieve, efímera como siempre, se espera que se desvanezca pronto, pero su paso por Parral quedará grabado en las memorias de quienes la vivieron, como un recordatorio de que incluso en el frío más intenso, hay espacio para la maravilla.

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