Participan 50 mil hombres en Procesión del Silencio de Zamora

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Roberto León

La mañana de este Viernes Santo, Zamora se detuvo en un momento de fe profunda. A las 10:00 horas en punto, las campanas de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores marcaron el inicio de la 66ª Procesión del Silencio de Hombres, que este año reunió a unas 50 mil personas, todas vestidas de blanco y mezclilla, como símbolo de unidad y recogimiento.
En completo orden, los contingentes partieron del templo ubicado en el corazón de la ciudad para recorrer, uno a uno, los principales templos del centro histórico: la Parroquia del Rosario, el Santuario Guadalupano, San José, El Calvario, El Carmen, Divina Providencia, La Purísima y finalmente, de regreso, Los Dolores.

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Durante todo el trayecto, el silencio era apenas interrumpido por los mensajes religiosos y rezos que se escuchaban desde las camionetas con megáfono. No había música ni conversación trivial; solo el murmullo de los pies marchando al unísono y las voces que repetían plegarias.
En algunos momentos, los participantes rompían ese silencio con aplausos espontáneos, no como celebración, sino como una muestra de apoyo mutuo para seguir adelante bajo el sol creciente. El ánimo de comunidad era palpable: no había distinciones, solo pasos compartidos.
Uno de los momentos más emotivos ocurrió al pasar por el Santuario Guadalupano, donde el grito de "¡Viva la Virgen de Guadalupe!" se alzó con fuerza, rompiendo la solemnidad solo para reafirmar la devoción que une a miles zamoranos.

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Muchos asistentes aprovecharon esta ocasión para honrar a sus seres queridos ausentes, ya fuera portando fotografías estampadas en sus playeras blancas o cargando retratos con los rostros de fallecidos o desaparecidos, como una manera de caminar con ellos, de hacerlos presentes en la fe.
Tras más de tres horas de procesión, a eso de las 13:30 horas, los contingentes retornaron al punto de partida. Allí, antes de cualquier otra cosa, muchos se dirigieron directo a los puestos de agua natural, aguas frescas, tejuino o raspados que se ofrecían gratuitamente para mitigar el calor.
La jornada concluyó con una bendición general impartida por el Monseñor Javier Navarro Rodríguez, dirigida tanto a los presentes como a los ausentes, como una manera de cerrar con esperanza y paz esta tradición que, año con año, conmueve y une a Zamora.