/ martes 4 de mayo de 2021

“pensamiento crítico en periferia”

Existen muchos aspectos de la vida que no son cubiertos por la educación escolarizada, y si bien los ámbitos de la educación formal contribuyen y da más soporte, sabemos bien que es insuficiente. La vida académica ayuda bastante pero no concluye la educación con el evento de la graduación, entendida como fin de la malla curricular. Hoy quisiera acentuar uno de estos aspectos: el pensamiento crítico.


Cuando la educación escolarizada se comprende e implementa como mera transmisión de saberes, forma personas con conocimientos asumidos y repetidos, pero difícilmente se puede creer que preparen para una mentalidad autónoma. Es una educación que en muchas ocasiones se critica y cuestiona como instrumento de dominación, en la que el aula termina siendo un instrumento a favor de quienes ostentan el poder y buscan que se controlen y manipulen pensamientos; de ahí las reinterpretaciones de la historia, las maneras de presentar algunas ciencias y el énfasis en unas y descrédito y menosprecio de otras.


Con una educación comprendida de esa manera, se puede entender que la graduación, que la celebración del fin de curso y de etapa académica, es el culmen de la educación y toca ahora que el sujeto graduado replique y se aplique en la vida bajo los estándares asumidos.


Por otra parte, si se tiene como meta principal en la educación no la mera transmisión de saberes, informaciones y datos, sino una formación de un pensamiento crítico, que sepa cuestionar y cuestionarse, que busque tener una mentalidad autónoma, donde no sólo los datos e informaciones varias transmitidas, sino su más próximo entorno le sean los contenidos de estimulación para saber, entonces ya cambia la visión de la graduación o fin de curso.


En esta visión, la graduación marca sólo el fin de un tipo de aprendizaje tutelado por un educador, pero no acaba el aprendizaje, de hecho, no termina sino hasta el final de los días de cada sujeto. La perspectiva de formación de pensamiento crítico es un continuo e incesante proceso de educarse, desaprender y volver a aprender tras la experiencia, la cuestión y el propio debate.


El pensamiento crítico va cuestionar incluso la jerarquización de ciertos tópicos sobre otros, se reconoce también la carencia de formación en muchas dimensiones de la vida que se han ido marginando en una sociedad tecnológica y económica. El pensamiento crítico va provocar que se incremente la diversidad, porque la perspectiva se amplía y suscitará una capacidad para poder dialogar y debatir, con la debida importancia de tener clara distinción entre la persona y sus ideas.


El pensamiento crítico mira lo global, pero subraya el entorno inmediato, es sensible al lugar donde se está originando o discutiendo el conocimiento, y no sólo insertando e importando las materias de abordaje. Pareciera, pues, que es más complicado, pero ciertamente puede ser una muy buena inversión para un mundo más respetuoso y equilibrado entre los diversos inquilinos que conformamos este patio común.


Existen muchos aspectos de la vida que no son cubiertos por la educación escolarizada, y si bien los ámbitos de la educación formal contribuyen y da más soporte, sabemos bien que es insuficiente. La vida académica ayuda bastante pero no concluye la educación con el evento de la graduación, entendida como fin de la malla curricular. Hoy quisiera acentuar uno de estos aspectos: el pensamiento crítico.


Cuando la educación escolarizada se comprende e implementa como mera transmisión de saberes, forma personas con conocimientos asumidos y repetidos, pero difícilmente se puede creer que preparen para una mentalidad autónoma. Es una educación que en muchas ocasiones se critica y cuestiona como instrumento de dominación, en la que el aula termina siendo un instrumento a favor de quienes ostentan el poder y buscan que se controlen y manipulen pensamientos; de ahí las reinterpretaciones de la historia, las maneras de presentar algunas ciencias y el énfasis en unas y descrédito y menosprecio de otras.


Con una educación comprendida de esa manera, se puede entender que la graduación, que la celebración del fin de curso y de etapa académica, es el culmen de la educación y toca ahora que el sujeto graduado replique y se aplique en la vida bajo los estándares asumidos.


Por otra parte, si se tiene como meta principal en la educación no la mera transmisión de saberes, informaciones y datos, sino una formación de un pensamiento crítico, que sepa cuestionar y cuestionarse, que busque tener una mentalidad autónoma, donde no sólo los datos e informaciones varias transmitidas, sino su más próximo entorno le sean los contenidos de estimulación para saber, entonces ya cambia la visión de la graduación o fin de curso.


En esta visión, la graduación marca sólo el fin de un tipo de aprendizaje tutelado por un educador, pero no acaba el aprendizaje, de hecho, no termina sino hasta el final de los días de cada sujeto. La perspectiva de formación de pensamiento crítico es un continuo e incesante proceso de educarse, desaprender y volver a aprender tras la experiencia, la cuestión y el propio debate.


El pensamiento crítico va cuestionar incluso la jerarquización de ciertos tópicos sobre otros, se reconoce también la carencia de formación en muchas dimensiones de la vida que se han ido marginando en una sociedad tecnológica y económica. El pensamiento crítico va provocar que se incremente la diversidad, porque la perspectiva se amplía y suscitará una capacidad para poder dialogar y debatir, con la debida importancia de tener clara distinción entre la persona y sus ideas.


El pensamiento crítico mira lo global, pero subraya el entorno inmediato, es sensible al lugar donde se está originando o discutiendo el conocimiento, y no sólo insertando e importando las materias de abordaje. Pareciera, pues, que es más complicado, pero ciertamente puede ser una muy buena inversión para un mundo más respetuoso y equilibrado entre los diversos inquilinos que conformamos este patio común.