/ sábado 10 de octubre de 2020

La trata roba sonrisas y los sueños a la niñez: Mayerlín Vergara

La ganadora del Premio Nasen 2020 de la ACNUR advierte que la explotación sexual no conoce fronteras, por lo que pide detenerla

Mayerlín Vergara Pérez duerme con su teléfono sobre la almohada pues como directora de un hogar para decenas de niños, niñas y adolescentes que han sobrevivido a la violencia y explotación sexual en la frontera entre Colombia y Venezuela, nunca sabe cuándo la llamarán para resolver una crisis.

Durante los últimos 21 años de su vida, Maye, como la llaman sus amigos, ha hecho su misión de vida ayudar a los menores a superar el dolor y liberarse de la violencia sexual, lo que este año la hizo acreedora al Premio Nansen que otorga el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), un prestigioso reconocimiento anual que honra a quienes han hecho lo posible para apoyar a las personas desplazadas a la fuerza y apátridas.

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En entrevista con El Sol de México, esta colombiana de 45 años cuenta lo que ha sido arrancar de las garras de las organizaciones trasnacionales de trata a miles de niñas, niños y adolescentes víctimas de la violencia y la explotación sexual.

“La trata y explotación sexual de niñas, niños y adolescentes es un crimen que no conoce fronteras, sexo, género ni etnia, lo mismo que pasa en Colombia sucede en México, Paraguay o cualquier lugar de nuestro continente, los gobiernos deben volcar la atención en este flagelo pues la violencia sexual prácticamente destruye la capacidad de los niños de soñar y les roba las sonrisas; los llena de dolor, angustia y ansiedad”, afirma.

A lo largo de una carrera que considera una vocación, más que un trabajo, Maye ha ayudado a cientos de los aproximadamente 22 mil niños y adolescentes a los que la organización para la que labora, una ONG colombiana llamada Fundación Renacer, ha apoyado desde su fundación hace 32 años.

“Los niños y las niñas nunca llegan solos a pedir ayuda, hay que buscarlos y rescatarlos de las calles, los bares, los prostíbulos, éste es un trabajo que se realiza a pie. De pronto llegamos a la vida de una niña o un niño y pareciera que nos estuvieran esperando y casi de inmediato nos dicen que quieren venir al hogar, pero hay otros niños con los que hay que trabajar días, semanas, meses para convencerlos de recibir ayuda”, afirma.

—¿Cómo devolver los sueños a niños que han sido víctimas de explotación sexual? , se le pregunta.

“Se requiere, sin duda, de terapia por parte de un equipo de profesionales, pero el fundamento de todo es el afecto genuino, el amor, el interés por las niñas y niños y conectarnos con sus historias su dolor, con sus sueños, sus alegrías, respetar sus tiempos, sus momentos. Hay niños que llegan y no quieren hablar porque no confían en nosotros pero de pronto hablan a la semana, pero otros lo hacen hasta cinco o seis meses después, como una chiquita que solo se comunicaba dándole golpes a la pared,y nosotros ahí estamos atentos a que ellos lo quieran hacer”, responde.

Recientemente, Mayerlín se ofreció como voluntaria para encabezar la apertura de una nueva casa refugio en la Guajira, una región fronteriza al noreste de Colombia que ha experimentado un aumento sin precedentes en la explotación sexual infantil entre refugiados y migrantes que huyen de la actual crisis política y económica en la vecina Venezuela.

En el transcurso de su primer año, el nuevo hogar ha brindado espacio terapéutico para 75 niños, niñas y adolescentes, algunos de tan sólo siete años de edad.

“Los niños llegan con una enorme culpa, casi todos se sienten culpables de lo que les ha pasado, sienten vergüenza, muchas veces sienten que no quieren su cuerpo e incluso hemos tenido niñas que hasta se rasgan el brazo y dicen que no quieren su cuerpo, hay muchas niñas con ideas suicidas, no quieren vivir, son historias de mucho dolor”, asegura, al comparar el proceso de las víctimas con la maternidad: “Es como cuando nace un bebé.

Al principio, necesita todo el tiempo de su mamá, pero en la medida en que va creciendo y avanzando, la va necesitando menos”.

Es en parte por eso que, aunque Maye no se ha casado ni tiene hijos, asegura que le sobran, pues ha hecho de los niños que rescata de la explotación sexual y su equipo de trabajo una familia.

La gratificación llega cuando el riguroso programa diario repleto de terapia individual, sesiones grupales y actividades educativas logran que los niños procesen su trauma y comiencen a construir una vida normal. “Tenemos tantas historias de éxito, tenemos chefs, diseñadores, enfermeras, médicos y contadores, cuando salen no son los mismos niños que ingresaron”, afirma Maye convencida de que el premio que ACNUR le otorgó representa una oportunidad para las niñas y niños pues son “ellos los verdaderos héroes de sus propias historias”.

“Los líderes son nuestros ojos en la comunidad. Un líder sensibilizado es un líder que ve pasar a una niña en riesgo y nos llama para que podamos intervenir, pero sin duda los mayores héroes aquí son los niños y las niñas que superan el dolor y salen adelante, que se dan la oportunidad de empezar una nueva oportunidad de vida”, cuenta.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), de los 12.3 millones de personas que son víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo, 1.39 millones están involucradas en la prostitución infantil forzosa, y de 40 a 50 por ciento son niños y niñas. Además, estima que la explotación sexual infantil genera de 32 mil millones a 37 mil millones anuales de dólares a nivel mundial.

Mayerlín Vergara Pérez duerme con su teléfono sobre la almohada pues como directora de un hogar para decenas de niños, niñas y adolescentes que han sobrevivido a la violencia y explotación sexual en la frontera entre Colombia y Venezuela, nunca sabe cuándo la llamarán para resolver una crisis.

Durante los últimos 21 años de su vida, Maye, como la llaman sus amigos, ha hecho su misión de vida ayudar a los menores a superar el dolor y liberarse de la violencia sexual, lo que este año la hizo acreedora al Premio Nansen que otorga el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), un prestigioso reconocimiento anual que honra a quienes han hecho lo posible para apoyar a las personas desplazadas a la fuerza y apátridas.

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En entrevista con El Sol de México, esta colombiana de 45 años cuenta lo que ha sido arrancar de las garras de las organizaciones trasnacionales de trata a miles de niñas, niños y adolescentes víctimas de la violencia y la explotación sexual.

“La trata y explotación sexual de niñas, niños y adolescentes es un crimen que no conoce fronteras, sexo, género ni etnia, lo mismo que pasa en Colombia sucede en México, Paraguay o cualquier lugar de nuestro continente, los gobiernos deben volcar la atención en este flagelo pues la violencia sexual prácticamente destruye la capacidad de los niños de soñar y les roba las sonrisas; los llena de dolor, angustia y ansiedad”, afirma.

A lo largo de una carrera que considera una vocación, más que un trabajo, Maye ha ayudado a cientos de los aproximadamente 22 mil niños y adolescentes a los que la organización para la que labora, una ONG colombiana llamada Fundación Renacer, ha apoyado desde su fundación hace 32 años.

“Los niños y las niñas nunca llegan solos a pedir ayuda, hay que buscarlos y rescatarlos de las calles, los bares, los prostíbulos, éste es un trabajo que se realiza a pie. De pronto llegamos a la vida de una niña o un niño y pareciera que nos estuvieran esperando y casi de inmediato nos dicen que quieren venir al hogar, pero hay otros niños con los que hay que trabajar días, semanas, meses para convencerlos de recibir ayuda”, afirma.

—¿Cómo devolver los sueños a niños que han sido víctimas de explotación sexual? , se le pregunta.

“Se requiere, sin duda, de terapia por parte de un equipo de profesionales, pero el fundamento de todo es el afecto genuino, el amor, el interés por las niñas y niños y conectarnos con sus historias su dolor, con sus sueños, sus alegrías, respetar sus tiempos, sus momentos. Hay niños que llegan y no quieren hablar porque no confían en nosotros pero de pronto hablan a la semana, pero otros lo hacen hasta cinco o seis meses después, como una chiquita que solo se comunicaba dándole golpes a la pared,y nosotros ahí estamos atentos a que ellos lo quieran hacer”, responde.

Recientemente, Mayerlín se ofreció como voluntaria para encabezar la apertura de una nueva casa refugio en la Guajira, una región fronteriza al noreste de Colombia que ha experimentado un aumento sin precedentes en la explotación sexual infantil entre refugiados y migrantes que huyen de la actual crisis política y económica en la vecina Venezuela.

En el transcurso de su primer año, el nuevo hogar ha brindado espacio terapéutico para 75 niños, niñas y adolescentes, algunos de tan sólo siete años de edad.

“Los niños llegan con una enorme culpa, casi todos se sienten culpables de lo que les ha pasado, sienten vergüenza, muchas veces sienten que no quieren su cuerpo e incluso hemos tenido niñas que hasta se rasgan el brazo y dicen que no quieren su cuerpo, hay muchas niñas con ideas suicidas, no quieren vivir, son historias de mucho dolor”, asegura, al comparar el proceso de las víctimas con la maternidad: “Es como cuando nace un bebé.

Al principio, necesita todo el tiempo de su mamá, pero en la medida en que va creciendo y avanzando, la va necesitando menos”.

Es en parte por eso que, aunque Maye no se ha casado ni tiene hijos, asegura que le sobran, pues ha hecho de los niños que rescata de la explotación sexual y su equipo de trabajo una familia.

La gratificación llega cuando el riguroso programa diario repleto de terapia individual, sesiones grupales y actividades educativas logran que los niños procesen su trauma y comiencen a construir una vida normal. “Tenemos tantas historias de éxito, tenemos chefs, diseñadores, enfermeras, médicos y contadores, cuando salen no son los mismos niños que ingresaron”, afirma Maye convencida de que el premio que ACNUR le otorgó representa una oportunidad para las niñas y niños pues son “ellos los verdaderos héroes de sus propias historias”.

“Los líderes son nuestros ojos en la comunidad. Un líder sensibilizado es un líder que ve pasar a una niña en riesgo y nos llama para que podamos intervenir, pero sin duda los mayores héroes aquí son los niños y las niñas que superan el dolor y salen adelante, que se dan la oportunidad de empezar una nueva oportunidad de vida”, cuenta.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), de los 12.3 millones de personas que son víctimas de trabajo forzoso en todo el mundo, 1.39 millones están involucradas en la prostitución infantil forzosa, y de 40 a 50 por ciento son niños y niñas. Además, estima que la explotación sexual infantil genera de 32 mil millones a 37 mil millones anuales de dólares a nivel mundial.

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