/ martes 12 de octubre de 2021

Por crimen organizado, Sedena detiene a más de 6 mil adolescentes

La mayoría de los menores aprehendidos en las últimas dos décadas operaban en Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León, Colima y Michoacán

Las historias de crímenes por parte de adolescentes abundan por doquier en el Centro de Internamiento y Atención Integral Juvenil de Zacatecas. Algunas superan los guiones hollywoodenses. Una de estas es la de un joven que hace cinco años secuestró a su hermano y lo desapareció por orden de un grupo del crimen organizado. Fue su prueba de lealtad. Los lazos sanguíneos quedaron en el olvido.

Otra es la de un chico detenido por torturar a las personas que secuestraba la organización delincuencial a la que pertenecía. No sólo eso. Se grababa con su celular en el acto de tortura.

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Lo que ocurre en este centro de internamiento es sólo muestra de cómo miles de niños, niñas y adolescentes de todo el país terminan en las filas del crimen organizado y la delincuencia común. El halconeo para el que eran utilizados hace algunos años ha quedado atrás. Ahora los ilícitos que cometen son homicidios, secuestros, tortura, robo, venta de drogas, extorsión y más.

En el país, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) detuvo a seis mil 282 adolescentes de 15, 16 y 17 años de edad, incluidas 746 mujeres, entre el 1 de enero de 2000 y el 31 de diciembre de 2020, indican datos obtenidos vía transparencia. Todos fueron puestos en calidad de presentados ante las autoridades competentes.

Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León, Colima y Michoacán son los estados donde el Ejército ha realizado las mayores detenciones. En Tamaulipas fueron aprehendidos mil 157 adolescentes.

Algunos factores que llevan a un menor a ser atraído o cooptado por el crimen son la desintegración familiar, la falta de recursos económicos, los núcleos familiares violentos, el uso de sustancias, el poder que ofrecen las armas y el dinero, sentirse identificados con un grupo delictivo, que alguno de sus padres esté recluido en la cárcel, que algún familiar pertenezca a un cártel y la narcocultura.

Carlos Vilalta, especialista en seguridad, destaca que uno de los mayores problemas es la desintegración familiar. En sus investigaciones carcelarias en la Ciudad de México, y que podría extrapolarse a otras entidades, ha encontrado que, en delitos contra la propiedad u otros más violentos como el secuestro y homicidio, un factor para cometerlos fue crecer donde faltó alguno de los padres. Lo mismo que el uso de sustancias y desenvolverse desde pequeños dentro de ambientes carcelarios.

“Ha habido una alta proporción cuyos familiares habían estado en la cárcel o que crecieron en un ambiente donde no había suficiente supervisión, había consumo de sustancias y seguramente conductas riesgosas asociadas a ese consumo”, señala el también miembro de CentroGeo.

Matías fue director del Centro de Internamiento y Atención Integral Juvenil de Zacatecas y resume esta problemática en una frase: “son niños que les roban su infancia”. El funcionario, que pide cambiar su nombre por temor a la delincuencia organizada en la entidad, enumera distintas circunstancias por las que los adolescentes son atraídos a estos grupos.

“La gran mayoría de los jóvenes es por sentirse identificados. En Zacatecas hay muchas zonas rurales, como en muchas partes de la República, rancherías que no tienen lo suficiente para salir adelante. Entonces llegan esas personas y les ofrecen dinero, armas, poder y ellos se deslumbran”, asegura.

Lo otro es la falta de cariño en el núcleo familiar y, coincide con Vilalta, tener familias disfuncionales y crecer en un ambiente carcelario.

“Estos grupos los acogen, los miman. Se sienten queridos a su manera, se sienten identificados, a diferencia de los grandes que 'chapulinean' defendiendo al cártel que más beneficios les traigan. Los adolescentes se identifican, se tatúan tal cual el cártel”, lamenta.

A esto se agrega que algunos siguen los pasos de sus padres al visitarlos en centros penitenciarios.

“Es como los padres que son policías, los niños quieren ser policías, contadores o periodistas. La idea es esa: seguir los pasos de sus padres y de repente conocen las cárceles desde temprana edad. Para ellos se les hace normal”, subraya.

De acuerdo con el informe Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos, del Observatorio Nacional Ciudadano y la Red Por los Derechos de la Infancia en México, se estima que alrededor de 250 mil menores de edad se encuentran en riesgo de ser reclutados y utilizados por grupos delictivos.

En días recientes, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que gracias a las becas y programas como Jóvenes Construyendo el Futuro han dificultado el reclutamiento de menores de edad. Sin embargo, hasta el momento no se ha presentado alguna evaluación, estudio o evidencia por parte de su gobierno que confirme la disminución del reclutamiento.

Para Carlos Vilalta no es una cuestión solamente económica. Hay que estudiar el origen y esto tiene que ver con la unidad familiar y el apoyo de escuelas, guiando a los niños, niñas y adolescentes a través de una orientación, una vocación.

“La idea es buena, de Jóvenes Construyendo el Futuro, pero no creo que se haya hecho una evaluación de este programa en términos de reducir los comportamientos antisociales”, explica.


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Las historias de crímenes por parte de adolescentes abundan por doquier en el Centro de Internamiento y Atención Integral Juvenil de Zacatecas. Algunas superan los guiones hollywoodenses. Una de estas es la de un joven que hace cinco años secuestró a su hermano y lo desapareció por orden de un grupo del crimen organizado. Fue su prueba de lealtad. Los lazos sanguíneos quedaron en el olvido.

Otra es la de un chico detenido por torturar a las personas que secuestraba la organización delincuencial a la que pertenecía. No sólo eso. Se grababa con su celular en el acto de tortura.

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Lo que ocurre en este centro de internamiento es sólo muestra de cómo miles de niños, niñas y adolescentes de todo el país terminan en las filas del crimen organizado y la delincuencia común. El halconeo para el que eran utilizados hace algunos años ha quedado atrás. Ahora los ilícitos que cometen son homicidios, secuestros, tortura, robo, venta de drogas, extorsión y más.

En el país, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) detuvo a seis mil 282 adolescentes de 15, 16 y 17 años de edad, incluidas 746 mujeres, entre el 1 de enero de 2000 y el 31 de diciembre de 2020, indican datos obtenidos vía transparencia. Todos fueron puestos en calidad de presentados ante las autoridades competentes.

Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León, Colima y Michoacán son los estados donde el Ejército ha realizado las mayores detenciones. En Tamaulipas fueron aprehendidos mil 157 adolescentes.

Algunos factores que llevan a un menor a ser atraído o cooptado por el crimen son la desintegración familiar, la falta de recursos económicos, los núcleos familiares violentos, el uso de sustancias, el poder que ofrecen las armas y el dinero, sentirse identificados con un grupo delictivo, que alguno de sus padres esté recluido en la cárcel, que algún familiar pertenezca a un cártel y la narcocultura.

Carlos Vilalta, especialista en seguridad, destaca que uno de los mayores problemas es la desintegración familiar. En sus investigaciones carcelarias en la Ciudad de México, y que podría extrapolarse a otras entidades, ha encontrado que, en delitos contra la propiedad u otros más violentos como el secuestro y homicidio, un factor para cometerlos fue crecer donde faltó alguno de los padres. Lo mismo que el uso de sustancias y desenvolverse desde pequeños dentro de ambientes carcelarios.

“Ha habido una alta proporción cuyos familiares habían estado en la cárcel o que crecieron en un ambiente donde no había suficiente supervisión, había consumo de sustancias y seguramente conductas riesgosas asociadas a ese consumo”, señala el también miembro de CentroGeo.

Matías fue director del Centro de Internamiento y Atención Integral Juvenil de Zacatecas y resume esta problemática en una frase: “son niños que les roban su infancia”. El funcionario, que pide cambiar su nombre por temor a la delincuencia organizada en la entidad, enumera distintas circunstancias por las que los adolescentes son atraídos a estos grupos.

“La gran mayoría de los jóvenes es por sentirse identificados. En Zacatecas hay muchas zonas rurales, como en muchas partes de la República, rancherías que no tienen lo suficiente para salir adelante. Entonces llegan esas personas y les ofrecen dinero, armas, poder y ellos se deslumbran”, asegura.

Lo otro es la falta de cariño en el núcleo familiar y, coincide con Vilalta, tener familias disfuncionales y crecer en un ambiente carcelario.

“Estos grupos los acogen, los miman. Se sienten queridos a su manera, se sienten identificados, a diferencia de los grandes que 'chapulinean' defendiendo al cártel que más beneficios les traigan. Los adolescentes se identifican, se tatúan tal cual el cártel”, lamenta.

A esto se agrega que algunos siguen los pasos de sus padres al visitarlos en centros penitenciarios.

“Es como los padres que son policías, los niños quieren ser policías, contadores o periodistas. La idea es esa: seguir los pasos de sus padres y de repente conocen las cárceles desde temprana edad. Para ellos se les hace normal”, subraya.

De acuerdo con el informe Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos, del Observatorio Nacional Ciudadano y la Red Por los Derechos de la Infancia en México, se estima que alrededor de 250 mil menores de edad se encuentran en riesgo de ser reclutados y utilizados por grupos delictivos.

En días recientes, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que gracias a las becas y programas como Jóvenes Construyendo el Futuro han dificultado el reclutamiento de menores de edad. Sin embargo, hasta el momento no se ha presentado alguna evaluación, estudio o evidencia por parte de su gobierno que confirme la disminución del reclutamiento.

Para Carlos Vilalta no es una cuestión solamente económica. Hay que estudiar el origen y esto tiene que ver con la unidad familiar y el apoyo de escuelas, guiando a los niños, niñas y adolescentes a través de una orientación, una vocación.

“La idea es buena, de Jóvenes Construyendo el Futuro, pero no creo que se haya hecho una evaluación de este programa en términos de reducir los comportamientos antisociales”, explica.


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