Don Goyo: Celebran su cumpleaños con ofrendas y súplicas por la abundancia agrícola
Las personas piden la fertilidad de la tierra y la armonía con la naturaleza

Victoria Ventura
Como dicta la tradición prehispánica, cada 12 de marzo, los habitantes de comunidades cercanas al Popocatépetl acostumbraban subir al volcán y celebrar el cumpleaños de Don Goyo, un guardián que debe ser venerado para asegurar la fertilidad de la tierra y la armonía con la naturaleza.
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Antes de que salga el sol, algunos pobladores de Santiago Xalitzintla, así como de diferentes partes de la entidad e incluso internacionales, se congregan en la casa del tiempero Antonio Analco Sevilla, quien desde los seis años, asegura, habla con el volcán.
Las personas llegan con bolsas de fruta, canastas de flores y bebidas. También copales, incienso, sahumerio, caracoles y otros elementos prehispánicos que se usarán para ofrendarlo.

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La junta auxiliar de San Nicolás de los Ranchos es la que convoca a visitantes nacionales y extranjeroCuando los rayos del sol se comienzan a asomar, el sonido del caracol prehispánico se hace presente e inunda las calles de la comunidad de Xalitzintla. Es el llamado para comenzar la caminata hacia las faldas del volcán.
Previo a esto, las personas cercanas al tiempero hacen un ritual prehispánico para pedir permiso a los elementos de la naturaleza para realizar la caminata de forma segura.
Pedimos permiso a nombre de los corazones que nos encontramos aquí presentes, que nos dé la oportunidad y las bendiciones de ir con el abuelo Don Goyodicen al compás del sonido de elementos naturales.
Un largo camino rumbo a lo más cercano del volcán
Luego de terminar el ritual, comienza la travesía; aunque la cima ya no es accesible, se llega a lo más cercano del volcán.

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Turistas consideran este sitio uno de los mejores lugares para practicar senderismo y alpinismo en Puebla y MéxicoCada paso es una prueba de resistencia: el aire se vuelve más delgado, el calor se empieza a hacer presente y el cuerpo reclama oxígeno. El trayecto se vuelve más incómodo para aquellos que deciden hacerlo sin zapatos, pues las piedras de la terracería se entierran casi en cada paso que se da.
La quietud de la zona se irrumpe con el ruido de los pasos de las personas y los cánticos que se hacen presentes, mismos que se intensifican cada vez que Don Goyo se deja ver con mayor claridad.
Después de casi una hora de caminata, un campo de cultivo ubicado frente al gigante humeante se convierte en el escenario ideal para llevar la ofrenda, la misa y cantar “Las Mañanitas”, todo dirigido por Antonio Analco.
Un árbol que apenas está creciendo es seleccionado para colocar los alimentos. El tiempero es el encargado de limpiar la zona para quitar la tierra y hierbas crecidas; posteriormente se colocan los elementos.
Cada alimento se ofrece a la naturaleza. Algunas frutas se abren para que su olor se disperse por la zona, otras se mantienen cerradas.
Don Goyo, recibe la ofrenda que te traemos y lo compartes con tus amigos que quedaron en la tierra, como a ti te dejarondice en cada elevación de alimento que se ofrece a Don Goyo.
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Dice cronista de San Nicolás de los RanchosPosteriormente, una vela se coloca frente a la ofrenda para orar, agradecer y puntualmente pedir por un año fértil para la tierra, que exista abundante lluvia para permitir la cosecha.
Recuerda que el año pasado no fue favorable, pues muchos campos de cultivo se vieron afectados por la intensa ola de calor, dejando a los campesinos sin ingresos suficientes y con pérdidas económicas.
Con el permiso de nuestros guardianes, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, les pedimos que hagan abundante y amoroso este temporal. Que los que cosechan la tierra reciban abundante alimento, que sus canastas estén llenas de amorpide con fervor.

Después de una serie de cánticos, compartir alimentos entre los asistentes y realizar bailes al ritmo de una armónica que toca el tiempero, la celebración concluye.
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El descenso es más rápido, pero no menos desafiante. La ceniza se mezcla con la tierra y el camino es más resbaloso. Aunque son pocos los que continúan con esta tradición, coinciden en que acercarse al Popocatépetl es más que un reto físico; es un encuentro con la historia, la naturaleza y lo sagrado.