“La fiesta de la Santa Cruz”, mural más significativo de Montenegro
Inmortalizó la celebración del Día del Albañil en un momento clave para la identidad nacional.
Rosaura Rincón
La historia oficial del arte mexicano suele señalar a Diego Rivera como el padre indiscutible del muralismo. Sin embargo, a cien años del inicio de este movimiento artístico, especialistas en historia del arte como Rebeca Barquera, doctora y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), reivindican la figura de Roberto Montenegro como pieza clave e incluso anterior a Rivera en los orígenes de esta expresión que revolucionó el arte nacional después de la Revolución Mexicana.
“Montenegro es un personaje muy importante”, afirma Barquera, quien destaca que este artista nacido en Guadalajara en 1881 superó en los concursos académicos al propio Diego Rivera, lo que le permitió viajar becado a Europa mientras Rivera tuvo que buscar otros medios para realizar el mismo viaje formativo.
De Europa a México: un artista en formación
Durante su estancia europea, Montenegro desarrolló un gusto especial por el art nouveau y las líneas ondulantes que serían características fundamentales de su obra posterior. En 1917, pintó en Palma de Mallorca, España, la “Alegoría de las Baleares“, donde ya mostraba su interés por retratar tipos populares, rasgo que llamaría la atención de José Vasconcelos a su regreso a México.
Fue precisamente ese interés por lo popular lo que motivó a Vasconcelos a convocar a Montenegro para participar en el proyecto muralista que buscaba crear una nueva identidad nacional tras la Revolución. Su primer mural en México, “El árbol de la vida“, realizado al temple, “conjunta figuras fitomorfas y algunos animales que recuperan las formas de las artesanías“, señala Barquera.
“La fiesta de la Santa Cruz”: el Día del Albañil inmortalizado en un mural
Entre sus obras más significativas destaca “La fiesta de la Santa Cruz“, realizada en el Ex-Colegio de San Pedro y San Pablo, edificio construido en 1572 que actualmente alberga el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble.
Este mural representa la tradicional celebración del Día del Albañil, festividad que se celebra cada 3 de mayo cuando los trabajadores de la construcción adornan sus obras con cruces de madera engalanadas con flores y papel de colores. La festividad, que tiene lugar entre el 27 de abril y el 4 de mayo, fue elegida por Montenegro como tema central de su obra, elevando una tradición popular a la categoría de arte nacional.
La elección de esta temática no fue casual en el México posrevolucionario. Según Barquera, varios críticos de los años treinta establecieron que “el tema del programa general del cubo es la reconstrucción de la nación por los obreros y albañiles“, simbolizando literal y metafóricamente la edificación de un nuevo país. El mural refleja así las discusiones de la época sobre la nueva arquitectura nacional y el papel fundamental de los trabajadores en la reconstrucción material y simbólica de México.
La obra incluye un autorretrato de Montenegro vestido con overol de mezclilla como obrero, rindiendo así homenaje a los trabajadores de la construcción en su día festivo. También aparece la figura de Javier Guerrero (quien colaboró en el mural) representado como campesino, creando un diálogo visual entre el campo y la ciudad, entre la tradición y la modernidad que los albañiles ayudaban a construir.
Un detalle particularmente revelador es que el mural sufrió modificaciones: originalmente incluía un retrato de José Vasconcelos sosteniendo el estandarte de la Universidad, pero posteriormente fue reemplazado por la figura de una mujer. Barquera sugiere que esta alteración podría deberse a razones políticas, posiblemente relacionadas con la fallida campaña presidencial de Vasconcelos o sus disputas con Plutarco Elías Calles. Aun con estos cambios, el espíritu central de la obra se mantiene: una celebración de quienes edifican la nación.
Una visión alternativa del muralismo
A diferencia de la monumentalidad característica de Diego Rivera, la propuesta de Montenegro tenía “una intención mucho más decorativa“, apunta Barquera, quien considera fundamental estudiar estos murales de manera conjunta con otras obras del período para entender completamente la diversidad del movimiento muralista mexicano.
Barquera defiende la relevancia histórica y artística de Montenegro, señalando que “es una figura relevante para el diseño del imaginario posrevolucionario y una propuesta diferente a la que se va a imponer de Diego Rivera“ que merece ser estudiada con mayor profundidad.
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En el centenario del muralismo mexicano, recuperar la figura de Roberto Montenegro no solo enriquece la comprensión de este movimiento artístico, sino que también nos recuerda cómo los muralistas supieron elevar las tradiciones populares —como la celebración del Día del Albañil cada 3 de mayo— a expresiones artísticas de relevancia nacional.
Al inmortalizar esta festividad en los muros del antiguo colegio jesuita, Montenegro no solo rendía homenaje a los trabajadores, sino que también simbolizaba la construcción de una nueva identidad cultural en el México posrevolucionario, edificada, como las grandes obras arquitectónicas, por las manos trabajadoras del pueblo.