/ martes 21 de noviembre de 2023

El día que Cerati tocó con Santana, su ídolo: fragmento del libro Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati

Con autorización de la editorial Grijalbo publicamos un fragmento del primer capítulo del libro Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati, del periodista Sergio Marchi


Con autorización de la editorial Grijalbo publicamos un fragmento del primer capítulo del libro Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati, del periodista Sergio Marchi, quien hace una biografía del líder de Soda Stereo a partir de entrevistas con sus allegados, y las que él mismo le hizo durante su carrera al autor de En la ciudad de la furia.

En el fragor de los bises Gustavo Cerati captó la sonrisa y el movimiento ascendente de la cabeza de Carlos Santana que lo invitaba a hacer una vuelta más de solo en la monumental zapada que se había montado en El Campín de Bogotá, Colombia. “Esa noche Gustavo la rompió”, asegura Adrián Taverna, sonidista de toda la carrera de Gustavo y uno de sus más grandes amigos.

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Santana es generoso de por sí pero no es un hombre que sea demagógico: si pedía otra vuelta, era porque en realidad la quería. Él disfrutaba más que el propio Gustavo, serio, concentrado y empleándose a fondo.

No podía fallar: no quería fallar. Y no lo hizo. ¿Lo disfrutó? Hmmm, es difícil ponerle resultado a esa experiencia dentro de su cabeza, porque temía que la emoción le arruinara el solo. Después de todo, era una jam en torno a “Exodus”, un tema de Bob Marley, al que alguno de los cantantes de Santana le insertaba unos versos de “Get Up, Stand Up” para que la gente cantara.

Pero esa noche el público estaba más enganchado con los solos de Santana y Gustavo juntos. Los colombianos no hicieron distingos entre ambos: adoraban a los dos sin remilgos y quedaron fascinados por la unión de dos guitarristas universales. Sandro Pujía, iluminador de Soda Stereo y buena parte de la carrera solista de Cerati, coincidió con Adrián: “Lo que tocó esa noche Gustavo, fue algo increíble”.

El 15 de marzo de 1996 llovía con furia sobre Bogotá y las fuerzas naturales parecían concentrarse aún más sobre El Campín y las 35 mil personas que resistían el temporal.

Santana había llegado temprano para la prueba de sonido y decidió quedarse en el estadio porque aquel día el tránsito era atroz: sería fatigoso ir y volver del hotel.

Taverna también fue de los primeros en hacerse presente; se quedó esperando el arribo de Soda Stereo para la prueba de sonido y recibió las bendiciones que Carlos Santana acostumbraba a impartir. “El tipo nos saludó a todos –cuenta Adrián–, y atrás venía el manager prendiendo racimos de incienso que largaban un olor tan fuerte que al aire libre era insoportable; vos ibas al camarín de Santana y te encontrabas con un altar: su Dios en aquella época era Haile Selassie. Él andaba por ahí con su gorrito hindú y a todos saludaba”.

-Que Dios te dé sus bendiciones, hermano –le sonreía a todo aquel que cruzase su mirada enyoguizada.

Alguien avisó que habían llegado los Soda Stereo y Santana dijo al aire, sabiendo que alguien lo iba a escuchar: “Quiero invitar a Gustavo a tocar”. No dijo Soda Stereo, dijo Gustavo, como si lo conociera del barrio. “Parece que venía con data”, reflexiona Taverna, que tomó la antorcha caliente y respondió en su nombre: “¡Uy sí le va a encantar! Gustavo te admira desde chico y apuró los pasos para ir a contarle.

-Gus, Santana quiere que esta noche subas a tocar con él. Ahora te va a venir a ver.

-¡No te lo puedo creer! –se iluminó la cara de Cerati.

Aunque hiciera mucho que no escuchara su música, para Gustavo era una invitación celestial: el primer recital de su vida fue el que brindó Santana en el “Gasómetro”, el histórico y desaparecido estadio del club de fútbol San Lorenzo, en el barrio de Boedo. Fue el 16 de octubre de 1973; con algunos amigos mayores, que salvo uno no pertenecían al círculo del colegio San Roque, peregrinó brotado de ilusión al concierto.

En aquel tiempo, los músicos de rock internacional no llegaban a la Argentina. El arribo de Santana encendió el entusiasmo de los melómanos y se realizaron cuatro funciones, una enormidad para la época: las dos primeras, con entradas carísimas, en el cine/teatro Metro; la tercera, un poco más económica, en el Luna Park al día siguiente, y la última en la cancha de San Lorenzo a precios populares, que era lo máximo a lo que podía estirarse el bolsillo de Gustavo y sus amigos.

Disfrutó enormemente toda aquella experiencia de ir a un primer show de rock y salió como excitado del estadio, en llamas por la música ardorosa de Santana, con las hormonas hirviéndole. Y ahora, veintitrés años más tarde, era el mismo Santana el que quería tocar con él. Para Cerati fue un subidón porque la gira de Soda Stereo era todo un éxito, y de hecho venían de grabar un disco mentirosamente unplugged (acústico) para MTV, pero el grupo estaba en acelerado proceso de desintegración y la mala vibra era tan palpable como una muralla. Se hablaban lo indispensable y mayormente a través de intermediarios.


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“Gustavo se puso loco con la invitación -asegura Taverna-; nosotros escuchábamos muchísimo a Santana en los primeros tiempos. Estaba en un estado entre contento y asustado, y se preguntaba qué tema podría tocar con él”.

“Yo creo que Santana Invitó a tocar a Gustavo a instancias del promotor del show”, sugiere el empresario colombiano Julio Correal, amigo de Cerati. Pero la cosa parecía venir de mucho atrás. Aparentemente en 1989, Carlos Santana recibió un CD de Soda Stereo de las manos del argentino Rudy Pensa, cuya tienda de instrumentos en la calle 48 de la ciudad de Nueva York se ha constituido en una suerte de Meca para músicos de todas las latitudes. Y además, Santana fue uno de los primeros en recibir los auspicios (e instrumentos) de las guitarras PRS (Paul Reed Smith). Fue el mismísimo Pensa quien le vendió una a Cerati.



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Disponible en: Acast, Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts, Deezer y Amazon Music


Con autorización de la editorial Grijalbo publicamos un fragmento del primer capítulo del libro Algún tiempo atrás. La vida de Gustavo Cerati, del periodista Sergio Marchi, quien hace una biografía del líder de Soda Stereo a partir de entrevistas con sus allegados, y las que él mismo le hizo durante su carrera al autor de En la ciudad de la furia.

En el fragor de los bises Gustavo Cerati captó la sonrisa y el movimiento ascendente de la cabeza de Carlos Santana que lo invitaba a hacer una vuelta más de solo en la monumental zapada que se había montado en El Campín de Bogotá, Colombia. “Esa noche Gustavo la rompió”, asegura Adrián Taverna, sonidista de toda la carrera de Gustavo y uno de sus más grandes amigos.

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Santana es generoso de por sí pero no es un hombre que sea demagógico: si pedía otra vuelta, era porque en realidad la quería. Él disfrutaba más que el propio Gustavo, serio, concentrado y empleándose a fondo.

No podía fallar: no quería fallar. Y no lo hizo. ¿Lo disfrutó? Hmmm, es difícil ponerle resultado a esa experiencia dentro de su cabeza, porque temía que la emoción le arruinara el solo. Después de todo, era una jam en torno a “Exodus”, un tema de Bob Marley, al que alguno de los cantantes de Santana le insertaba unos versos de “Get Up, Stand Up” para que la gente cantara.

Pero esa noche el público estaba más enganchado con los solos de Santana y Gustavo juntos. Los colombianos no hicieron distingos entre ambos: adoraban a los dos sin remilgos y quedaron fascinados por la unión de dos guitarristas universales. Sandro Pujía, iluminador de Soda Stereo y buena parte de la carrera solista de Cerati, coincidió con Adrián: “Lo que tocó esa noche Gustavo, fue algo increíble”.

El 15 de marzo de 1996 llovía con furia sobre Bogotá y las fuerzas naturales parecían concentrarse aún más sobre El Campín y las 35 mil personas que resistían el temporal.

Santana había llegado temprano para la prueba de sonido y decidió quedarse en el estadio porque aquel día el tránsito era atroz: sería fatigoso ir y volver del hotel.

Taverna también fue de los primeros en hacerse presente; se quedó esperando el arribo de Soda Stereo para la prueba de sonido y recibió las bendiciones que Carlos Santana acostumbraba a impartir. “El tipo nos saludó a todos –cuenta Adrián–, y atrás venía el manager prendiendo racimos de incienso que largaban un olor tan fuerte que al aire libre era insoportable; vos ibas al camarín de Santana y te encontrabas con un altar: su Dios en aquella época era Haile Selassie. Él andaba por ahí con su gorrito hindú y a todos saludaba”.

-Que Dios te dé sus bendiciones, hermano –le sonreía a todo aquel que cruzase su mirada enyoguizada.

Alguien avisó que habían llegado los Soda Stereo y Santana dijo al aire, sabiendo que alguien lo iba a escuchar: “Quiero invitar a Gustavo a tocar”. No dijo Soda Stereo, dijo Gustavo, como si lo conociera del barrio. “Parece que venía con data”, reflexiona Taverna, que tomó la antorcha caliente y respondió en su nombre: “¡Uy sí le va a encantar! Gustavo te admira desde chico y apuró los pasos para ir a contarle.

-Gus, Santana quiere que esta noche subas a tocar con él. Ahora te va a venir a ver.

-¡No te lo puedo creer! –se iluminó la cara de Cerati.

Aunque hiciera mucho que no escuchara su música, para Gustavo era una invitación celestial: el primer recital de su vida fue el que brindó Santana en el “Gasómetro”, el histórico y desaparecido estadio del club de fútbol San Lorenzo, en el barrio de Boedo. Fue el 16 de octubre de 1973; con algunos amigos mayores, que salvo uno no pertenecían al círculo del colegio San Roque, peregrinó brotado de ilusión al concierto.

En aquel tiempo, los músicos de rock internacional no llegaban a la Argentina. El arribo de Santana encendió el entusiasmo de los melómanos y se realizaron cuatro funciones, una enormidad para la época: las dos primeras, con entradas carísimas, en el cine/teatro Metro; la tercera, un poco más económica, en el Luna Park al día siguiente, y la última en la cancha de San Lorenzo a precios populares, que era lo máximo a lo que podía estirarse el bolsillo de Gustavo y sus amigos.

Disfrutó enormemente toda aquella experiencia de ir a un primer show de rock y salió como excitado del estadio, en llamas por la música ardorosa de Santana, con las hormonas hirviéndole. Y ahora, veintitrés años más tarde, era el mismo Santana el que quería tocar con él. Para Cerati fue un subidón porque la gira de Soda Stereo era todo un éxito, y de hecho venían de grabar un disco mentirosamente unplugged (acústico) para MTV, pero el grupo estaba en acelerado proceso de desintegración y la mala vibra era tan palpable como una muralla. Se hablaban lo indispensable y mayormente a través de intermediarios.


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“Gustavo se puso loco con la invitación -asegura Taverna-; nosotros escuchábamos muchísimo a Santana en los primeros tiempos. Estaba en un estado entre contento y asustado, y se preguntaba qué tema podría tocar con él”.

“Yo creo que Santana Invitó a tocar a Gustavo a instancias del promotor del show”, sugiere el empresario colombiano Julio Correal, amigo de Cerati. Pero la cosa parecía venir de mucho atrás. Aparentemente en 1989, Carlos Santana recibió un CD de Soda Stereo de las manos del argentino Rudy Pensa, cuya tienda de instrumentos en la calle 48 de la ciudad de Nueva York se ha constituido en una suerte de Meca para músicos de todas las latitudes. Y además, Santana fue uno de los primeros en recibir los auspicios (e instrumentos) de las guitarras PRS (Paul Reed Smith). Fue el mismísimo Pensa quien le vendió una a Cerati.



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