Agazapados a la deriva del río Bravo frente a los alambres de púas, escondidos entre la maleza, cansados de una travesía de meses, caminatas largas que han lastimado sus pies, con sed y hambre, frustración en su rostro, es como espera un pequeño grupo de migrantes para culminar su destino, llegar a Estado Unidos.
Los más atrevidos, acostados boca abajo, con las manos estiradas cortando el filoso alambre, mientras del otro lado, vigilan agentes de la Guardia Nacional de Texas, para impedir a toda costa su encuentro con la Patrulla Fronteriza.
La desesperación de un grupo de más de 50 personas repartidos en la frontera, hace que los migrantes se rebelen contra los militares texanos y traten a toda costa de cruzar los alambres, aunque queden atorados entre ellos.
Una camioneta con dos a tres militares se ubican en cada área del Border Safety Initiative Marker (Marcador de Iniciativa de Seguridad Fronteriza BSI 36) en donde hay grupos de migrantes.
Exactamente frente al BSI 36, siete trocas y más de una docena de gentes de la Guardia Nacional Texana, algunos armados, custodian su frontera, mientras que otros no frenan la colocación de más rollos de alambres de púas para cerrar esos cortes que hacen los extranjeros que sólo buscan mejorar su calidad de vida.
Ante la insistencia de cruzar una agente militar les grita “Por aquí no se puede entrar por eso están todos los soldados, tiene que ir por el puente” y los apoya lanzando botellas de agua, principalmente para niños y bebés en brazos.
Insistentes, los migrantes no se dan por vencidos empiezan a moverse de un lado a otro para distraer la atención de los militares que no frenan su labor de cerrar cualquier escaso espacio donde quepa una persona.
Los grupos esperan sin perder la esperanza de avanzar unos metros y encontrarse con la Patrulla Fronteriza que es quien sí los recibe para llevarlos a Centros de Procesamiento y de ahí ser liberados en Estados Unidos o expulsados hasta su país de origen.