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El mayor anhelo de Esmeralda, de siete años de edad, “es tener libros y más libros para leer y enseñar a niños pobres de Anapra la cultura”; ella, al igual que sus cuatro hermanitos, se acercan de manera familiar a los agentes de la Patrulla Fronteriza a solicitarles un dólar, petición que rinde fruto al obtener respuesta.
Filtrados entre periodistas y agentes federales mexicanos y de aquel lado de la frontera, los pequeños, que no asistieron a clases debido a que se suspendieron por reunión mensual docente, se mostraban contentos de ver tanta gente grande, uniformada, situación que sirvió para pedir dinero a los agentes fronterizos, con la sola intención de completar mis regalos y comprar dulces para mis hermanitos, dijo Víctor, uno de los mayores de esa familia, con edad cercana a los trece años.
El anhelo de todos ellos, que visten ropa sumamente humilde, escasa de abrigo o protección contra el inclemente frio que se sentía a esa hora, es conseguir comida y juguetes para la tan ansiada Navidad, que está próxima a llegar este mes que corre.
Los uniformados estadounidenses tomaron con simpatía los requerimientos de los niños y cada uno de ellos obtuvo como recompensa un dólar, equivalente a unos veinte pesos mexicanos.
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