/ lunes 12 de julio de 2021

Infame Impunidad

Ahí estaba ella, recostada en el piso con su cabello negro alborotado y con algunas hojas de otoño como adorno. Su piel morena clara, cejas gruesas y delineadas, su boca dulcemente cerrada y sus ojos verdes; debieron verlos, por ellos se asomaba su alma, pura e inocente. Era tan sólo una niña y su mirada era tan profunda, pareciese que escondía un secreto, uno de esos que desgarran el corazón.

Lo único que no entonaba con aquella niña era que su corazón ya no acompañaba sus pasos, algún infame la privó de sus sueños y cambió el fondo familiar por un entorno de llantas viejas, desperdicios y alimañas; y a pesar de eso, su rostro se encontraba en heroica calma, lo acompañaba la serenidad de quien se ha encontrado cara a cara con el dolor y ha conseguido una victoria que ningún ultraje le puede arrebatar.

Ante aquella imagen, cualquiera sentiría turbada su alma y no dejaría de exclamar: ¡Justicia! ¡JUSTICIA! Aquel miserable recibió su castigo; sin embargo, eso no le devolverá la vida, eso no hará que su familia pueda verla crecer y convertirse en una mujer. Su ausencia marcará para siempre a sus padres y sólo en sueños podrán estrecharla contra su pecho; sus hermanos verán una silla vacía, en los juegos notarán la falta de algún personaje y andarán por el mundo sabiendo que una parte de ellos ya no acompaña sus pasos.

Esta y muchas otras infamias las genera la delincuencia; provienen de una sociedad que ha normalizado el vivir entre la violencia y que penosamente, algunos sectores han admitido como su modus vivendi.

La delincuencia no es más que el efecto de una sociedad en crisis y mucha más profunda es esta crisis en tanto y cuanto más generalizada se presente. México lleva muchos años sumido en un duro embate contra los generadores de violencia y en los últimos años el gobierno ha optado por cederles gran parte del territorio nacional. Ejemplo claro de ello es la cultura creciente de admiración hacia la delincuencia organizada y la sumisión de poblados enteros bajo el régimen de los cárteles.

Esta vergonzosa impunidad que proviene de la más alta esfera del poder político mexicano, es la causa misma de la generalización de la criminalidad y es la que más nos duele a los mexicanos porque es la que destruye nuestros hogares, la que nos deja en la orfandad y prácticamente desnudos ante cualquier hecho delictivo.

Mucho se criticó la ‘‘guerra contra el narco’’ de Calderón; se decía que el ejército debía estar en los cuarteles y no haciendo funciones de seguridad. Que la estrategia estaba fallando porque la violencia se fue a la alza; que se estaban matando civiles inocentes, que primero había que combatir la corrupción de los de cuello blanco, que podía vencerse al crimen de esa forma… incluso, se llegó a decir que lo que había que hacer era legalizar la marihuana. ¿Y quién decía estas y otras críticas? Nada más y nada menos que el señor de todas las respuestas, el AMLO del pasado.

Contra todas las ‘‘soluciones’’ de López, están las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que nos revelan que en 30 meses de este gobierno de cuarta, ya se superó por el doble a Calderón, registrando un total de 86 mil 370 víctimas por homicidio doloso; esto es un promedio mensual de 2 mil 879 víctimas, es decir 96 asesinatos al día.

Pero no solo las cifras nos reflejan la impunidad de este gobierno para con los cárteles de la delincuencia, pues MALO no ha tenido ningún empacho en ocultarlo; con su prédica de ‘‘abrazos, no balazos’’, le ha ordenado al ejército mantenerse al margen y ha creado una Guardia Nacional que no ha tenido ningún resultado contundente frente a los criminales. Más parece ser una institución creada para el altruismo social que una institución de seguridad. Nos deja claro que la 4T ha llegado para pactar con el narcotráfico y utilizar sus servicios en los casos en que por maquiavélica prudencia se requieran.

Ojalá que el presidente y su esfera de aduladores, en algún momento de su vida, vieran aquellos ojos verdes, para que sintieran turbada su alma y se cubrieran de vergüenza al reconocer lo que genera su infame impunidad.

Ahí estaba ella, recostada en el piso con su cabello negro alborotado y con algunas hojas de otoño como adorno. Su piel morena clara, cejas gruesas y delineadas, su boca dulcemente cerrada y sus ojos verdes; debieron verlos, por ellos se asomaba su alma, pura e inocente. Era tan sólo una niña y su mirada era tan profunda, pareciese que escondía un secreto, uno de esos que desgarran el corazón.

Lo único que no entonaba con aquella niña era que su corazón ya no acompañaba sus pasos, algún infame la privó de sus sueños y cambió el fondo familiar por un entorno de llantas viejas, desperdicios y alimañas; y a pesar de eso, su rostro se encontraba en heroica calma, lo acompañaba la serenidad de quien se ha encontrado cara a cara con el dolor y ha conseguido una victoria que ningún ultraje le puede arrebatar.

Ante aquella imagen, cualquiera sentiría turbada su alma y no dejaría de exclamar: ¡Justicia! ¡JUSTICIA! Aquel miserable recibió su castigo; sin embargo, eso no le devolverá la vida, eso no hará que su familia pueda verla crecer y convertirse en una mujer. Su ausencia marcará para siempre a sus padres y sólo en sueños podrán estrecharla contra su pecho; sus hermanos verán una silla vacía, en los juegos notarán la falta de algún personaje y andarán por el mundo sabiendo que una parte de ellos ya no acompaña sus pasos.

Esta y muchas otras infamias las genera la delincuencia; provienen de una sociedad que ha normalizado el vivir entre la violencia y que penosamente, algunos sectores han admitido como su modus vivendi.

La delincuencia no es más que el efecto de una sociedad en crisis y mucha más profunda es esta crisis en tanto y cuanto más generalizada se presente. México lleva muchos años sumido en un duro embate contra los generadores de violencia y en los últimos años el gobierno ha optado por cederles gran parte del territorio nacional. Ejemplo claro de ello es la cultura creciente de admiración hacia la delincuencia organizada y la sumisión de poblados enteros bajo el régimen de los cárteles.

Esta vergonzosa impunidad que proviene de la más alta esfera del poder político mexicano, es la causa misma de la generalización de la criminalidad y es la que más nos duele a los mexicanos porque es la que destruye nuestros hogares, la que nos deja en la orfandad y prácticamente desnudos ante cualquier hecho delictivo.

Mucho se criticó la ‘‘guerra contra el narco’’ de Calderón; se decía que el ejército debía estar en los cuarteles y no haciendo funciones de seguridad. Que la estrategia estaba fallando porque la violencia se fue a la alza; que se estaban matando civiles inocentes, que primero había que combatir la corrupción de los de cuello blanco, que podía vencerse al crimen de esa forma… incluso, se llegó a decir que lo que había que hacer era legalizar la marihuana. ¿Y quién decía estas y otras críticas? Nada más y nada menos que el señor de todas las respuestas, el AMLO del pasado.

Contra todas las ‘‘soluciones’’ de López, están las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que nos revelan que en 30 meses de este gobierno de cuarta, ya se superó por el doble a Calderón, registrando un total de 86 mil 370 víctimas por homicidio doloso; esto es un promedio mensual de 2 mil 879 víctimas, es decir 96 asesinatos al día.

Pero no solo las cifras nos reflejan la impunidad de este gobierno para con los cárteles de la delincuencia, pues MALO no ha tenido ningún empacho en ocultarlo; con su prédica de ‘‘abrazos, no balazos’’, le ha ordenado al ejército mantenerse al margen y ha creado una Guardia Nacional que no ha tenido ningún resultado contundente frente a los criminales. Más parece ser una institución creada para el altruismo social que una institución de seguridad. Nos deja claro que la 4T ha llegado para pactar con el narcotráfico y utilizar sus servicios en los casos en que por maquiavélica prudencia se requieran.

Ojalá que el presidente y su esfera de aduladores, en algún momento de su vida, vieran aquellos ojos verdes, para que sintieran turbada su alma y se cubrieran de vergüenza al reconocer lo que genera su infame impunidad.