Paréntesis | David Lynch, la naturaleza del misterio y las artes vivas
La coreógrafa Evoé Sotelo propone llevar la reflexión sobre el cine y la obra de David Lynch al territorio del cuerpo en las artes vivas
Redacción / El Sol De Hermosillo
Evoé Sotelo / Colaboradora
El cine de David Lynch es un cine complejo; polimorfo, irreductible. En él, la ambigüedad y el misterio se exponen como elementos esenciales para la producción de nuevos e inagotables territorios de la imaginación. Su vasta producción tanto en el cine como en las artes visuales y la música, destaca por proponer con contundencia que la expresión en el arte implica hacer un pacto con la ambigüedad y el sigilo de lo oculto, que existen para dotar de sentido el universo. En la obra de Lynch, el valor de la incógnita es la sangre que alimenta toda idea y su trayectoria, rizomática y salvaje, hacia la expresión nítida del misterio: cómplice explícito o implícito en toda experiencia humana.
Sin misterio no hay vida, no existe una razón para echar a andar una estrategia para conocer, y sin ambigüedad, carecemos de aquello que es potencialmente falso y el mundo se convierte en un paisaje unidimensional, chato, inerte; como una gran pared contra la cual nuestra voz rebota sorda y apagada.
Tal condición aplica a cualquier forma de expresión artística donde el riesgo es factor imprescindible para el surgimiento de la creatividad, descrita por Doc Comparato como el abandono de toda seguridad.
De esta forma, la creatividad implica correr un riesgo, enfrentarse a la oscuridad del abismo contenido bajo nuestra piel, abrirle la puerta a la incertidumbre y al misterio.
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¿Por qué tanto temor ante lo desconocido?, ¿acaso no es la vida en sí misma, misterio?, ¿no es el misterio lo que encierra en su apariencia la belleza?, ¿no es el anhelo, misterio?; el porvenir, ¿no es misterio?
Todo en la naturaleza es un misterio, y, sin embargo, su presencia en nuestras vidas nos aterra. Construimos la ilusión de un mundo donde el enigma sea resuelto, haciéndonos invencibles, omniscientes y omnipotentes. Seguimos siendo esos seres milenarios, angustiados, confundidos, danzando alrededor del fuego.
No queda más que imaginar, que suponer, que fantasear una posible respuesta a nuestras más profundas inquietudes, transitando –más que concluyendo– por un irremediable e irónicamente certero viaje hacia el mayor de los misterios, nuestra propia muerte.
Propongo llevar la reflexión sobre el cine y la obra de David Lynch al territorio del cuerpo en las artes vivas, para destacar que el ejercicio expresivo y consciente de los cuerpos en el arte sucede a partir de la elaboración de un tejido de relaciones de muy diversa naturaleza, intrincadas y complejas. Algunas de ellas se establecen de forma premeditada y organizada, como ciertas acciones espaciales, temporales y energéticas, o el uso consciente del peso o del flujo en el movimiento. Sin embargo, existen otros territorios que completan la experiencia del intérprete y del espectador que se relacionan con la producción de un imaginario enriquecido, un tanto menos premeditado, más orgánico y con capacidad de reorganización constante. Se trata de espacios mentales, posibles territorios simbólicos de la interpretación, desde los cuales el movimiento surge con un potencial significante contundente. Estos territorios simbólicos se nutren de contenidos de distinta índole, entre ellos: lo psicológico, lo fisiológico, lo cultural, lo social, lo imaginario/fantástico y los sentidos; propiciando la conformación de un asunto interno del movimiento que se expresa como la vida interior de la danza o el ejercicio coreográfico, en donde está contenido lo verdaderamente importante del discurso del cuerpo: su gran e inagotable misterio.
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Son estos contenidos internos, escurridizos y cargados de ambigüedad, aquellos con los que en todo momento el intérprete dialoga en un acto lúdico y sumamente complejo de producción de sentido; y es gracias a esta elaborada actividad intelectual, psicológica y sensible del intérprete, que el espectador puede encontrar empatía e interés en la acción coreográfica o en la acción y expresión de los cuerpos en las artes vivas.
La experiencia intelectual y sensible generada por esos cuerpos que dialogan sin angustia con el misterio y la ambigüedad desde las artes, porque entienden que el misterio y la ambigüedad son grandes aliados en el terreno de la ficción, es capaz de reconfigurar y expandir nuestra propia vivencia. La de estos otros cuerpos de la vida cotidiana, estos cuerpos nuestros de naturaleza no ficcional, que transitan diariamente por la vida frecuentemente ausentes, extraviados, tan cercanos a aquellos seres arcaicos danzando confundidos alrededor del fuego.
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