Este domingo es la fiesta de Pentecostés, los cristianos conmemoran la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, reunidos alrededor de la Madre del Señor, esta celebración es el último día de la temporada de Pascua.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros, aleluya. (Rom 5, 5; cfr. 8, 11).
En la homilía de este domingo, José Guadalupe Torres Campos, Obispo de Ciudad Juárez, mencionó que esta celebración es la venida del Espíritu Santo tras los cincuenta días de Pascua y a una semana de la ascensión del Señor al cielo.
“El domingo del Pentecostés, cincuenta días de Pascua que culminan este domingo, es una invitación a abrir la mente, nuestro corazón al Espíritu Santo, es la tercera persona de la Santísima Trinidad, es el espíritu de sabiduría, de inteligencia, de fortaleza, es el amor de Dios que se derrama en nosotros”, detalló el Obispo.
El Catecismo de la Iglesia Católica en sus párrafos 731 y 732 menciona:
En el día de Pentecostés, cuando las siete semanas de Pascua habían llegado a su fin, la Pascua de Cristo se cumple en el derramamiento del Espíritu Santo, manifestado, dado y comunicado como una persona divina: de su plenitud, Cristo, el Señor, derrama el Espíritu en abundancia.
Ese día, la Santísima Trinidad se revela completamente. Desde ese día, el Reino anunciado por Cristo está abierto a los que creen en él: en la humildad de la carne y en la fe, ya comparten la comunión de la Santísima Trinidad.
“Es una fuerza espiritual muy grande que nos debe de guiar en nuestro caminar en la fe, Cristo cumplió ascendió y esperen o aguarden a que el Espíritu santo venga y a partir de ese momento de Pentecostés comienza la iglesia la misión de evangelizar”, agregó Torres Campos.
Tras de nueve días de oración continúa, el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos estos oyeron un sonido como un "viento poderoso", y "lenguas como de fuego" que descansaban sobre sus cabezas.
Hoy se nos muestra al Espíritu Santo en acción, lo vemos actuar en tres momentos: en el mundo que ha creado, en la Iglesia y en nuestros corazones. Primero, en el mundo que ha creado, en la creación. Esta es la función del Espíritu: es Aquel que, al principio y en todo tiempo, hace pasar las realidades creadas del desorden al orden, de la dispersión a la cohesión, de la confusión a la armonía.
Segundo lo vemos actuando en la Iglesia, desde el día de Pentecostés. En efecto, subraya que en Pentecostés “todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hch 2,4). Todos llenos, así empieza la vida de la Iglesia; no por un plan preciso y articulado, sino por la experiencia del mismo amor de Dios, el Espíritu crea armonía, nos invita a dejar que su amor y sus dones, que están presentes en los demás, nos sorprendan.
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Tercero, el Espíritu crea armonía en nuestros corazones Lo da con un fin específico: para perdonar los pecados, es decir, para reconciliar los ánimos, para armonizar los corazones lacerados por el mal, rotos por las heridas, disgregados por los sentimientos de culpa.
Espíritu Santo, Espíritu de Jesús y del Padre, fuente inagotable de armonía, te encomendamos el mundo, te consagramos la Iglesia y nuestros corazones. Ven, Espíritu creador, armonía de la humanidad, renueva la faz de la tierra. Ven, Don de dones, armonía de la Iglesia, únenos a Ti. Ven, Espíritu del perdón, armonía del corazón, transfórmanos como Tú sabes, por intercesión de María.