Jesús se transfiguró y se escuchó: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.”: Homilía

Después de escuchar la voz de Dios, los discípulos miran a su alrededor y ven solo a Jesús, la única luz que permanecerá encendida al bajar del monte

Alejandra Carreón / El Heraldo de Juárez

  · domingo 25 de febrero de 2024

FOTO: Alejandra Carreón / El Heraldo de Juárez

Este segundo domingo de Cuaresma, el Evangelio habla de la transfiguración, “Jesús por medio de sus discípulos los llevó a un monte alto, donde se encontraron con Dios, en ese lugar se transfiguró, apreciaron sus vestiduras hermosamente blancas, los apóstoles muy contentos”, relató el obispo de la Diócesis de Ciudad Juárez, José Guadalupe Torres Campos.

La fe debe darnos paz, tranquilidad, alegría, en estos días de tanta violencia e incertidumbre, de todo lo que pasa, como necesitamos esa paz y tranquilidad, podemos ser constructores de la paz, pero la plenitud de la tranquilidad solamente Cristo”, agregó el sacerdote.

“Este tiempo de Cuaresma es tiempo de escuchar, a Dios y la indicación es muy clara, este es mi hijo, escúchenlo, me invitó a mí mismo y a todos ustedes hermanos de estar en la actitud de escucha, por eso nos preparamos, ¿Qué me pide Dios?”, dijo.

En el caso de la primera lectura de este domingo, menciona también el relato de Abrahán, pues desde el primer versículo sabemos que se trata de una prueba: “Dios quiso probar a Abrahán”.

A la persona que amamos podemos entregarle lo que más queremos. Abrahán amaba al Señor hasta tal punto que llegó incluso a pensar en ofrecerle su primogénito, el hijo que amaba más que a la misma vida.

Se trata de una prueba formativa. Dios quiere que Abrahán abandone definitivamente los dioses que exigen la muerte de sus hijos y crea en el Dios que no acepta sacrificios humanos porque es el Dios de la Vida. La fe y la obediencia en este Dios le permiten a Abrahán ganar su vida y la de los demás, una vida bendecida y multiplicada como las estrellas del cielo.

Sólo unos pocos elegidos pudieron verle en todo el esplendor de su gloria. Y escuchar esas ocho palabras de Dios. Nosotros hemos escuchado también esas palabras. Y son esas ocho palabras («Éste es mi hijo, el amado, mi predilecto») las que nos revelan la verdad de Jesús, la dimensión más profunda de su ser, el sentido de todo lo que hace y dice.

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Después de escuchar la voz de Dios, los discípulos miran a su alrededor y ven solo a Jesús, la única luz que permanecerá encendida al bajar del monte y acercarse a la oscuridad de Jerusalén.

¿Cómo sobrevivir a los momentos de oscuridad que tenemos en nuestras familias, cómo salir de la oscuridad de un mundo lleno de injusticia, exclusión y violencia, si no es teniendo a la mano la luz de Cristo, una luz segura y firme para llegar al amanecer de la Pascua?.

El silencio que ordena Jesús a los tres discípulos es una manera de decirles que todos los acontecimientos terrenos que viven ahora sólo serán perfectamente comprensibles después de la resurrección.