Víctimas de la contingencia sanitaria por coronavirus, para algunas personas que laboran por su cuenta cada día su situación es más difícil, por lo que según sus propias palabras ansían que retorne lo más pronto posible la venta de cerveza.
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Son hombres y mujeres que subsisten recolectando botes de aluminio de la vía pública, que no cuenta con ningún tipo de seguridad y de acciones emergentes para contrarrestar la falta de trabajo y de apoyo alimentario.
Desde la puesta en marcha de medidas de confinamiento domiciliario, el cual ellos no pueden respetar, disminuyó la venta de etílicos en bote, este sector de la población cada día que pasa, tiene menos trabajo, pues al no haber producción y venta de cerveza, es menos la generación de desperdicio reciclable como son los botes de aluminio que recogen en calles y baldíos.
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Con poco o nada que comer, se abordó a dos personas dedicadas a esta actividad, quienes coincidieron que si no hay borrachos en la vía pública ellos tienen menos oportunidad de tener un ingreso mínimo.
“Desde que empezó a escasear la cerveza, por ende hay menos botes en la calles o depósitos de basura al exterior de viviendas, lo cual los obliga a sustituir recolectar botes de aluminio por cables y fierro dulce (botes de alimentos procesados)”, por los cuales pagan menos y los obliga a caminar más, recorriendo prácticamente toda la ciudad, dijo uno de estos hombres.
Quien aceptó hablar se identificó como Meny, señaló que hasta antes de la contingencia le iba bien pues en una doble jornada, es decir dos recorridos por diversas calles, uno por la mañana muy temprano y otro por la tarde, llegaba a juntar hasta tres kilos, lo cual en dinero significaba entre 45 y 54 pesos, dependiendo dónde vendiera el bote; a partir de la contingencia, no reúne ni un kilo, según él porque no hay gente que ingiera cerveza a bordo de automóviles y luego arrojen el bote en calles y baldíos. Con menos de veinte pesos al día nadie vive”, señaló Meny.
Otros casos se dan a partir de la pandemia entre adultas mayores que trabajaban, pero a partir del “Quédate en casa” perdieron su empleo como empleadas domésticas o venta de alimentos en la vía pública.
“La imposibilidad de trabajar y falta de apoyo oficial con despensas o vales para comprar alimentos nos obliga a salir muy, muy temprano de casa para ver si hallamos bote o algo de fierro para vender, pero es tanta la competencia que apenas juntamos medio kilo al día”, dijo una de estas mujeres, adulta mayor, quien por vergüenza solicitó el anonimato.
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