/ martes 20 de agosto de 2019

El Juglar de la Red

Prensa: agresión y muerte

En lo que va del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, suman 19 periodistas asesinados y un sin número de agresiones en diversas modalidades; eso es el resultado de una embestida contra la prensa que dimana directamente de la figura presidencial.

No hay país más peligroso en el mundo para ejercer el periodismo que México.

No se puede culpar al presidente López Obrador de que es durante su gobierno cuando llegamos a estar considerado un país de alto riesgo para los periodistas, eso viene desde antes y tiene como combustible la impunidad.

Pero si se le puede reclamar al presidente López Obrador que su constante acoso a los periodistas y a los medios de comunicación, su insatisfacción porque no se publica lo que a él le gusta y acusa a los medios de comunicación de ser parte de un complot para hacerlo ver mal a fin de que pierda popularidad y con ello descarrilar su Cuarta Transformación, como un azuzamiento constante que termina por generar violencia en contra de los periodistas.

Erróneamente se piensa que es el crimen organizado el principal generador de violencia contra medios de comunicación, eso no es verdad; en realidad, quien más acosa, hostiga, violenta y asesina periodistas es el gobierno o personas allegadas a políticos en algún cargo de elección popular o dentro de la administración pública.

Los voceros de la 4T alegan que antes era igual, que existía una censura por parte del gobierno ante las publicaciones incómodas o reveladoras; si eso fuera verdad, la revista Proceso no existiría.

Es cierto que los operadores de medios del gobierno deben realizar una constante labor de cabildeo –algo que entró en desuso porque ahora solamente saben reclamar--; el cabildeo es también una parte del ejercicio periodístico: ahí se negocia la entrevista de réplica al aludido; se enriquece la información y es de donde emanan las reacciones o los silencios, tan significativos ambos.

Es cierto, los operadores de medios de comunicación están obligados a llamar a los medios y reclamar por determinada publicación, pero si no tienen argumentos de defensa por encima de lo publicado, entonces van a la guerra sin balas y se les escucha pero nada más.

El problema de ahora no es ese tipo de reclamos; lo de hoy es mucho más grave y sus repercusiones son más serias: se trata de la intimidación para que no se publique lo que incomoda; es el amago constante para no aceptar la corrupción existente, la desatención existente para no escuchar las críticas, la falta humildad para analizar opiniones divergentes a la propia; el autoritarismo para imponer una visión unipersonal y es el escarnio público para quien ose cuestionar o desmentir al Presidente.

El Presidente López Obrador, todos los días nos receta seis mentiras en sus conferencias mañaneras, los medios de comunicación están obligados a investigar sus decires y sin son falsos se debe decir que miente. ¿Otros gobernantes también mintieron? Sí, claro y también se les desmintió sin que eso implicara una azotaina al medio o periodista que lo hizo; por el contrario esos mismos que ahora pusieron en la casilla de “Enemigo” a la prensa, lo alababan, lo reconocían y lo presentaban con un ejemplo del periodismo libre y autónomo.

El Presidente López Obrador y sus huestes creen las mentiras que salen en las conferencias de prensa “mañanera”, ¡¡Esta bien!! Pero hay 90 millones de mexicanos que no necesariamente le deben creer. Si el Presidente tiene la libertad para mentir, los medios de comunicación la tenemos para desmentirlo.

El problema es que esa animadversión hacía los medios de comunicación, ese afán de encuadrarlos en estereotipos como “la mafia del poder”, “corruptos” o “chayoteros” genera conductas de violencia contra todos los periodistas.

El mejor ejemplo es la cobarde agresión en contra del periodista Juan Manuel Jiménez, quien hacía una trasmisión en vivo de una marcha de protesta feminista para el medio de comunicación “ADN 40” y fue golpeado brutal y arteramente por un participante.

Ese es el resultado del discurso de odio que emana de las conferencias mañaneras, es la consecuencia del acoso y el hostigamiento que el presidente López Obrador genera contra los medios de comunicación y esa es la manifestación de la existencia de una censura gubernamental constante a la libertad de expresión.

Un gobierno que asume como sus enemigos a los medios de comunicación y genera condiciones de violencia contra los periodistas, tiende a escalar en su censura y eliminar la prensa libre, sea con leyes draconianas, sea con violencia o con depuración quirúrgica; eso ni ayuda a la democracia, ni fortalece a la sociedad.

Rafael Cano Franco es reportero y conductor de noticias, preside el Foro Nacional de Periodistas y Comunicadores A.C.

Prensa: agresión y muerte

En lo que va del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, suman 19 periodistas asesinados y un sin número de agresiones en diversas modalidades; eso es el resultado de una embestida contra la prensa que dimana directamente de la figura presidencial.

No hay país más peligroso en el mundo para ejercer el periodismo que México.

No se puede culpar al presidente López Obrador de que es durante su gobierno cuando llegamos a estar considerado un país de alto riesgo para los periodistas, eso viene desde antes y tiene como combustible la impunidad.

Pero si se le puede reclamar al presidente López Obrador que su constante acoso a los periodistas y a los medios de comunicación, su insatisfacción porque no se publica lo que a él le gusta y acusa a los medios de comunicación de ser parte de un complot para hacerlo ver mal a fin de que pierda popularidad y con ello descarrilar su Cuarta Transformación, como un azuzamiento constante que termina por generar violencia en contra de los periodistas.

Erróneamente se piensa que es el crimen organizado el principal generador de violencia contra medios de comunicación, eso no es verdad; en realidad, quien más acosa, hostiga, violenta y asesina periodistas es el gobierno o personas allegadas a políticos en algún cargo de elección popular o dentro de la administración pública.

Los voceros de la 4T alegan que antes era igual, que existía una censura por parte del gobierno ante las publicaciones incómodas o reveladoras; si eso fuera verdad, la revista Proceso no existiría.

Es cierto que los operadores de medios del gobierno deben realizar una constante labor de cabildeo –algo que entró en desuso porque ahora solamente saben reclamar--; el cabildeo es también una parte del ejercicio periodístico: ahí se negocia la entrevista de réplica al aludido; se enriquece la información y es de donde emanan las reacciones o los silencios, tan significativos ambos.

Es cierto, los operadores de medios de comunicación están obligados a llamar a los medios y reclamar por determinada publicación, pero si no tienen argumentos de defensa por encima de lo publicado, entonces van a la guerra sin balas y se les escucha pero nada más.

El problema de ahora no es ese tipo de reclamos; lo de hoy es mucho más grave y sus repercusiones son más serias: se trata de la intimidación para que no se publique lo que incomoda; es el amago constante para no aceptar la corrupción existente, la desatención existente para no escuchar las críticas, la falta humildad para analizar opiniones divergentes a la propia; el autoritarismo para imponer una visión unipersonal y es el escarnio público para quien ose cuestionar o desmentir al Presidente.

El Presidente López Obrador, todos los días nos receta seis mentiras en sus conferencias mañaneras, los medios de comunicación están obligados a investigar sus decires y sin son falsos se debe decir que miente. ¿Otros gobernantes también mintieron? Sí, claro y también se les desmintió sin que eso implicara una azotaina al medio o periodista que lo hizo; por el contrario esos mismos que ahora pusieron en la casilla de “Enemigo” a la prensa, lo alababan, lo reconocían y lo presentaban con un ejemplo del periodismo libre y autónomo.

El Presidente López Obrador y sus huestes creen las mentiras que salen en las conferencias de prensa “mañanera”, ¡¡Esta bien!! Pero hay 90 millones de mexicanos que no necesariamente le deben creer. Si el Presidente tiene la libertad para mentir, los medios de comunicación la tenemos para desmentirlo.

El problema es que esa animadversión hacía los medios de comunicación, ese afán de encuadrarlos en estereotipos como “la mafia del poder”, “corruptos” o “chayoteros” genera conductas de violencia contra todos los periodistas.

El mejor ejemplo es la cobarde agresión en contra del periodista Juan Manuel Jiménez, quien hacía una trasmisión en vivo de una marcha de protesta feminista para el medio de comunicación “ADN 40” y fue golpeado brutal y arteramente por un participante.

Ese es el resultado del discurso de odio que emana de las conferencias mañaneras, es la consecuencia del acoso y el hostigamiento que el presidente López Obrador genera contra los medios de comunicación y esa es la manifestación de la existencia de una censura gubernamental constante a la libertad de expresión.

Un gobierno que asume como sus enemigos a los medios de comunicación y genera condiciones de violencia contra los periodistas, tiende a escalar en su censura y eliminar la prensa libre, sea con leyes draconianas, sea con violencia o con depuración quirúrgica; eso ni ayuda a la democracia, ni fortalece a la sociedad.

Rafael Cano Franco es reportero y conductor de noticias, preside el Foro Nacional de Periodistas y Comunicadores A.C.

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