/ miércoles 6 de mayo de 2020

El Juglar de la Red

Cuando el estado falla, queda el narco

Es por demás evidente que el presidente Andrés Manuel López Obrador es uno de los líderes en el mundo que no se esconde para dejar en claro que tiene una buena relación con cárteles de la droga: lo demostró dejando en libertad a Ovidio Guzmán y luego, sin ningún disimulo, se reunió con la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán en una gira por Culiacán, Sinaloa.

La estrategia de “abrazos, no balazos”, lo único que dejó como saldo es una estela de muertes, cada día más numerosa que el anterior; con una Guardia Nacional ocupada en ser una extensión de la “Patrulla Fronteriza” y ahora distraída en la contención sanitaria por la pandemia de Covid-19; el resultado es una libertad total para que los cárteles de la droga se disputen territorios y plazas sin recato, sin oposición de la autoridad.

Pero esos mismos cárteles de drogas, nunca como ahora habían demostrado su nivel organizativo y la capacidad para operar como una gran corporación de negocios; no solamente se agarran a balazos, de pronto también saben usar las relaciones públicas para crearse una imagen positiva ante la sociedad.

En estados como Tamaulipas, Jalisco y Sinaloa, diversos cárteles de las drogas armaron despensas y las repartieron entre familias necesitadas; con etiquetas o leyendas en las bolsas, se podía identificar claramente al personaje que “altruistamente” hacía llegar la ayuda humanitaria.

No eran despensas de poca monta, se trataba de insumos alimenticios y de higiene personal bastante bien surtidas; tampoco se trataba de unas cuantas, eran suficientes para dotar a quienes las requirieran.

La distribución de esos apoyos se hizo a plena luz del día y no apareció ninguna autoridad que increpara o molestara a esas bandas criminales. Lo cierto es que si alguien hubiera osado interponerse entre los criminales y los ciudadanos que recibían las despensas, la defensa hubiera surgido de los beneficiarios del apoyo, familias de escasos recursos que tienden a idealizar ese tipo de acciones y las mitifican.

No es nuevo que los grupos criminales tienen una inclinación para realizar acciones que los vuelven héroes locales: arreglar un templo, pavimentar una calle, pagar las fiestas patronales en sus comunidades y repartir dinero entre la gente pobre; eso los vuelve populares y al mismo tiempo los convierte en modelos para muchos jóvenes que aspiran a llegar a convertirse en un narco para tener riqueza, pero también para, muy a su particular modo, ayudar a su gente.

Ni a la gente ni a los narcos les importa la forma como se obtuvo el dinero que luego se convirtió en ayuda; para el pueblo lo único importante es que alguien pensó en ayudarlos y para el narco lo que importa es que dieron otro paso más para convertirse en los héroes populares, los que suplen a los políticos, los que son leales y no se olvidan de sus orígenes.

Es tan imponente la presencia de los cárteles, que ahora con la pandemia de Covid-19, en algunas ciudades asumieron el papel de controlador de la movilidad ciudadana.

En Culiacán, el cártel denominado “Los Chapitos”, han hecho circular audios donde se invita a la comunidad a permanecer en sus hogares y no salir para evitar contagios, pero también se advierte que aquel que viole las disposiciones sanitarias y sea ubicado fuera de su domicilio será merecedor de una reprimenda que va desde unos coscorrones, hasta darles unos tablazos en distintas partes del cuerpo.

Ahora, cuando uno ve el vídeo donde elementos de la Guardia Nacional llegan a extorsionar a un “tirador de droga” en Cajeme, pidiéndole el dinero por las buenas o por las malas: o cuando elementos de las policías municipales “pescuecean” ciudadanos por no traer cubrebocas o las multas exorbitantes que aplican algunos ayuntamientos; pues resulta que recibir unos “tablazos” del narco es cosa menor.

Es más, mientras que las figuras de autoridad son odiosas para el ciudadano, por la mala fama que se han creado ellos mismos y por esa razón se les menosprecia y se desatiende su llamado; lo más probable es que por respeto a los narcos, al menos en Culiacán, si obedezcan el llamado de “QuédateEnCasa”.

Con la gente en sus casas, las corporaciones policiacas extorsionando y dejando de lado su deber de vigilar, las ciudades tienen un nuevo vigilante que nos obliga a cumplir la cuarentena, aunque claro esto les deja el beneficio de poder operar libremente y a los ciudadanos nos evita el riesgo de ser víctimas colaterales de algún enfrentamiento.

No se, piénselo.

Cuando el estado falla, queda el narco

Es por demás evidente que el presidente Andrés Manuel López Obrador es uno de los líderes en el mundo que no se esconde para dejar en claro que tiene una buena relación con cárteles de la droga: lo demostró dejando en libertad a Ovidio Guzmán y luego, sin ningún disimulo, se reunió con la madre de Joaquín “El Chapo” Guzmán en una gira por Culiacán, Sinaloa.

La estrategia de “abrazos, no balazos”, lo único que dejó como saldo es una estela de muertes, cada día más numerosa que el anterior; con una Guardia Nacional ocupada en ser una extensión de la “Patrulla Fronteriza” y ahora distraída en la contención sanitaria por la pandemia de Covid-19; el resultado es una libertad total para que los cárteles de la droga se disputen territorios y plazas sin recato, sin oposición de la autoridad.

Pero esos mismos cárteles de drogas, nunca como ahora habían demostrado su nivel organizativo y la capacidad para operar como una gran corporación de negocios; no solamente se agarran a balazos, de pronto también saben usar las relaciones públicas para crearse una imagen positiva ante la sociedad.

En estados como Tamaulipas, Jalisco y Sinaloa, diversos cárteles de las drogas armaron despensas y las repartieron entre familias necesitadas; con etiquetas o leyendas en las bolsas, se podía identificar claramente al personaje que “altruistamente” hacía llegar la ayuda humanitaria.

No eran despensas de poca monta, se trataba de insumos alimenticios y de higiene personal bastante bien surtidas; tampoco se trataba de unas cuantas, eran suficientes para dotar a quienes las requirieran.

La distribución de esos apoyos se hizo a plena luz del día y no apareció ninguna autoridad que increpara o molestara a esas bandas criminales. Lo cierto es que si alguien hubiera osado interponerse entre los criminales y los ciudadanos que recibían las despensas, la defensa hubiera surgido de los beneficiarios del apoyo, familias de escasos recursos que tienden a idealizar ese tipo de acciones y las mitifican.

No es nuevo que los grupos criminales tienen una inclinación para realizar acciones que los vuelven héroes locales: arreglar un templo, pavimentar una calle, pagar las fiestas patronales en sus comunidades y repartir dinero entre la gente pobre; eso los vuelve populares y al mismo tiempo los convierte en modelos para muchos jóvenes que aspiran a llegar a convertirse en un narco para tener riqueza, pero también para, muy a su particular modo, ayudar a su gente.

Ni a la gente ni a los narcos les importa la forma como se obtuvo el dinero que luego se convirtió en ayuda; para el pueblo lo único importante es que alguien pensó en ayudarlos y para el narco lo que importa es que dieron otro paso más para convertirse en los héroes populares, los que suplen a los políticos, los que son leales y no se olvidan de sus orígenes.

Es tan imponente la presencia de los cárteles, que ahora con la pandemia de Covid-19, en algunas ciudades asumieron el papel de controlador de la movilidad ciudadana.

En Culiacán, el cártel denominado “Los Chapitos”, han hecho circular audios donde se invita a la comunidad a permanecer en sus hogares y no salir para evitar contagios, pero también se advierte que aquel que viole las disposiciones sanitarias y sea ubicado fuera de su domicilio será merecedor de una reprimenda que va desde unos coscorrones, hasta darles unos tablazos en distintas partes del cuerpo.

Ahora, cuando uno ve el vídeo donde elementos de la Guardia Nacional llegan a extorsionar a un “tirador de droga” en Cajeme, pidiéndole el dinero por las buenas o por las malas: o cuando elementos de las policías municipales “pescuecean” ciudadanos por no traer cubrebocas o las multas exorbitantes que aplican algunos ayuntamientos; pues resulta que recibir unos “tablazos” del narco es cosa menor.

Es más, mientras que las figuras de autoridad son odiosas para el ciudadano, por la mala fama que se han creado ellos mismos y por esa razón se les menosprecia y se desatiende su llamado; lo más probable es que por respeto a los narcos, al menos en Culiacán, si obedezcan el llamado de “QuédateEnCasa”.

Con la gente en sus casas, las corporaciones policiacas extorsionando y dejando de lado su deber de vigilar, las ciudades tienen un nuevo vigilante que nos obliga a cumplir la cuarentena, aunque claro esto les deja el beneficio de poder operar libremente y a los ciudadanos nos evita el riesgo de ser víctimas colaterales de algún enfrentamiento.

No se, piénselo.

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