/ jueves 2 de junio de 2022

Falsas banderas

En alguna entrega anterior ya habíamos abordado el tema del medioambiente como círculo virtuoso -al menos hasta que interviene la acción del hombre-, que bien puede volverse un ciclo vicioso: en la medida en la que se le da, la naturaleza nos retribuye pudiéndonos mostrar ante la menor provocación su fuerza.

Quizá para algunas personas haya fenómenos climatológicos que encuentren extraños, ya que no ocurrían anteriormente o, si lo hacían, era con menor intensidad, los que sin duda encuentran su raíz en el mal actuar del ser humano: falta de lluvia, sequías, heladas, olas de calor y lluvias atípicas son provocadas por un proceso de desertificación que hemos querido normalizar y relacionar con las condiciones de nuestro entorno, olvidando el cambio de paisaje que la actividad humana ha provocado.

Nos hemos dejado llevar priorizando el desarrollo económico sobre la vida misma, vulnerando incluso lo que son derechos humanos reconocidos para todos: un medioambiente sano y la salud son aspectos que no debemos dejar de lado y que se relacionan de igual manera con puntos torales del progreso; la contaminación tiene estrecha relación con la salud, sin la cual no hay ningún beneficio material que sea disfrutable.

Al respecto, vemos cómo las políticas públicas siguen dejando aspectos como la conservación y protección ambiental de lado: a pesar de informar que la producción de energía eléctrica es la principal fuente de gases de efecto invernadero –causantes por cierto del cambio climático-, incluso por encima de las actividades de transporte, la actual administración estatal anuncia y apresura la creación de una Agencia Estatal Energética con un desafortunado olvido de los compromisos básicos con el entorno y de la bandera ambiental con la que se opusieron férreamente a la reforma eléctrica haciéndola ver falsamente como la peor acción en detrimento del ambiente. Irónico.

Lamentablemente, en la actualidad el cambio climático y la energía representan dos caras de una misma moneda que deben abordarse a través de una necesaria transformación en la forma de hacer política; el revanchismo y la falsedad son cuestiones tan banales como para anteponerse al interés de cualquier colectivo. Actuar por fines y principios más allá de cualquier diferencia, eso será lo que precisamente haga la diferencia, ya no como políticos, sino como miembros de una comunidad en cualquier entorno.

En concordancia con lo anterior, no podemos dejar pasar la oportunidad precisamente de transversalizar las acciones y hacer realidad los objetivos que se adoptan al momento de hablar de medioambiente; estamos malamente acostumbrados a que estos compromisos queden en la letra, sin embargo trasladarlos a la acción nos resulta un sacrificio de la comodidad que erróneamente pensamos vale la pena.

Como ya es costumbre, cierro este espacio con la siguiente frase de Mahatma Gandhi: “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.

Economista. Diputado local

En alguna entrega anterior ya habíamos abordado el tema del medioambiente como círculo virtuoso -al menos hasta que interviene la acción del hombre-, que bien puede volverse un ciclo vicioso: en la medida en la que se le da, la naturaleza nos retribuye pudiéndonos mostrar ante la menor provocación su fuerza.

Quizá para algunas personas haya fenómenos climatológicos que encuentren extraños, ya que no ocurrían anteriormente o, si lo hacían, era con menor intensidad, los que sin duda encuentran su raíz en el mal actuar del ser humano: falta de lluvia, sequías, heladas, olas de calor y lluvias atípicas son provocadas por un proceso de desertificación que hemos querido normalizar y relacionar con las condiciones de nuestro entorno, olvidando el cambio de paisaje que la actividad humana ha provocado.

Nos hemos dejado llevar priorizando el desarrollo económico sobre la vida misma, vulnerando incluso lo que son derechos humanos reconocidos para todos: un medioambiente sano y la salud son aspectos que no debemos dejar de lado y que se relacionan de igual manera con puntos torales del progreso; la contaminación tiene estrecha relación con la salud, sin la cual no hay ningún beneficio material que sea disfrutable.

Al respecto, vemos cómo las políticas públicas siguen dejando aspectos como la conservación y protección ambiental de lado: a pesar de informar que la producción de energía eléctrica es la principal fuente de gases de efecto invernadero –causantes por cierto del cambio climático-, incluso por encima de las actividades de transporte, la actual administración estatal anuncia y apresura la creación de una Agencia Estatal Energética con un desafortunado olvido de los compromisos básicos con el entorno y de la bandera ambiental con la que se opusieron férreamente a la reforma eléctrica haciéndola ver falsamente como la peor acción en detrimento del ambiente. Irónico.

Lamentablemente, en la actualidad el cambio climático y la energía representan dos caras de una misma moneda que deben abordarse a través de una necesaria transformación en la forma de hacer política; el revanchismo y la falsedad son cuestiones tan banales como para anteponerse al interés de cualquier colectivo. Actuar por fines y principios más allá de cualquier diferencia, eso será lo que precisamente haga la diferencia, ya no como políticos, sino como miembros de una comunidad en cualquier entorno.

En concordancia con lo anterior, no podemos dejar pasar la oportunidad precisamente de transversalizar las acciones y hacer realidad los objetivos que se adoptan al momento de hablar de medioambiente; estamos malamente acostumbrados a que estos compromisos queden en la letra, sin embargo trasladarlos a la acción nos resulta un sacrificio de la comodidad que erróneamente pensamos vale la pena.

Como ya es costumbre, cierro este espacio con la siguiente frase de Mahatma Gandhi: “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.

Economista. Diputado local