/ lunes 29 de junio de 2020

Marginación y olvido, el reto del auténtico humanismo político

Mucho se ha dicho últimamente en los espacios de discusión pública acerca del problema de representación de los políticos a los intereses ciudadanos. Lo cierto es que esta crisis es una realidad, y no son pocos aquellos que perciben a sus gobernantes como sujetos lejanos y desinteresados de su entorno y sus problemas.

Sin duda, debemos repensar los sistemas de representación, para que cada vez los ciudadanos sientan la confianza de que su voto es ejercido para su propio bien y desarrollo, y recuperen su confianza y credibilidad en la política.

Pero más allá del sistema de elección, el verdadero núcleo de la desconfianza política, se encuentra en el hecho de que por muchos años, los gobernantes electos parecían conscientes de los problemas de la ciudadanía sólo durante el tiempo que duraba su campaña, y a partir de resultar ganadores, se olvidaban de las necesidades verdaderas de aquellos a quienes juraron representar.

La prueba más clara de esto, son la gran cantidad de zonas marginales que existen a lo largo y ancho de nuestro país. Son muchas las personas que habitan colonias que carecen de los servicios más básicos, como transporte, agua potable, drenaje, alumbrado público, y un largo etc. Esa marginación es uno de los peores actos de indolencia que un político puede realizar. Sin duda, el peor error de los servidores públicos es la omisión.

El mayor reto de un gobierno humanista es voltear la mirada a aquellas personas que habitan dichas colonias, y mirarlas con toda la dignidad y el respeto que merecen de manera intrínseca e irrefutable. Se trata de recordar que son personas que necesitan y que merecen contar con los servicios básicos. Se trata de recordar que ahí viven niños con talentos, con sueños y aspiraciones, y merecen tener un parque donde jugar y practicar deporte. Sólo así podremos ir reconstruyendo el tejido social poco a poco, para que nuestras ciudades recuperen la paz que tanto anhelamos.

Por ejemplo en el caso de Chihuahua, hemos trabajado por cambiar las vidas de miles de ciudadanos que habitan en colonias marginadas como los son Riberas de Sacramento o Punta oriente. Estas colonias, como tantas que existen en México, fueron construidas sin la correcta planeación, y fueron inmediatamente olvidadas por las administraciones gubernamentales.

Y como ese hay muchos otros casos, por ejemplo en Ciudad Juárez, donde existen colonias como Riberas del Bravo, que por causa de una gran indolencia política, ha sido olvidada por administraciones, en donde habitan juarenses que se merecen una atención y servicio dignos.

Pero los problemas de una ciudad como Juárez, que ha padecido por tanto tiempo las deficiencias gubernamentales, no serán resueltos con discursos populistas ni con medidas clientelares, sino con la ejecución de proyectos bien pensados, que verdaderamente lleven los servicios y el desarrollo a todas las zonas de la ciudad.

Así pues, el humanismo político en su expresión más auténtica consiste, no en ejecutar programas de mezquino clientelismo político, sino en mirar con dignidad humana a todos los ciudadanos, y asumir la responsabilidad que como gobiernos nos corresponde. Responsabilidad de llevar pavimento, parques, servicios y atención a todos los rincones de todas las ciudades.

Mucho se ha dicho últimamente en los espacios de discusión pública acerca del problema de representación de los políticos a los intereses ciudadanos. Lo cierto es que esta crisis es una realidad, y no son pocos aquellos que perciben a sus gobernantes como sujetos lejanos y desinteresados de su entorno y sus problemas.

Sin duda, debemos repensar los sistemas de representación, para que cada vez los ciudadanos sientan la confianza de que su voto es ejercido para su propio bien y desarrollo, y recuperen su confianza y credibilidad en la política.

Pero más allá del sistema de elección, el verdadero núcleo de la desconfianza política, se encuentra en el hecho de que por muchos años, los gobernantes electos parecían conscientes de los problemas de la ciudadanía sólo durante el tiempo que duraba su campaña, y a partir de resultar ganadores, se olvidaban de las necesidades verdaderas de aquellos a quienes juraron representar.

La prueba más clara de esto, son la gran cantidad de zonas marginales que existen a lo largo y ancho de nuestro país. Son muchas las personas que habitan colonias que carecen de los servicios más básicos, como transporte, agua potable, drenaje, alumbrado público, y un largo etc. Esa marginación es uno de los peores actos de indolencia que un político puede realizar. Sin duda, el peor error de los servidores públicos es la omisión.

El mayor reto de un gobierno humanista es voltear la mirada a aquellas personas que habitan dichas colonias, y mirarlas con toda la dignidad y el respeto que merecen de manera intrínseca e irrefutable. Se trata de recordar que son personas que necesitan y que merecen contar con los servicios básicos. Se trata de recordar que ahí viven niños con talentos, con sueños y aspiraciones, y merecen tener un parque donde jugar y practicar deporte. Sólo así podremos ir reconstruyendo el tejido social poco a poco, para que nuestras ciudades recuperen la paz que tanto anhelamos.

Por ejemplo en el caso de Chihuahua, hemos trabajado por cambiar las vidas de miles de ciudadanos que habitan en colonias marginadas como los son Riberas de Sacramento o Punta oriente. Estas colonias, como tantas que existen en México, fueron construidas sin la correcta planeación, y fueron inmediatamente olvidadas por las administraciones gubernamentales.

Y como ese hay muchos otros casos, por ejemplo en Ciudad Juárez, donde existen colonias como Riberas del Bravo, que por causa de una gran indolencia política, ha sido olvidada por administraciones, en donde habitan juarenses que se merecen una atención y servicio dignos.

Pero los problemas de una ciudad como Juárez, que ha padecido por tanto tiempo las deficiencias gubernamentales, no serán resueltos con discursos populistas ni con medidas clientelares, sino con la ejecución de proyectos bien pensados, que verdaderamente lleven los servicios y el desarrollo a todas las zonas de la ciudad.

Así pues, el humanismo político en su expresión más auténtica consiste, no en ejecutar programas de mezquino clientelismo político, sino en mirar con dignidad humana a todos los ciudadanos, y asumir la responsabilidad que como gobiernos nos corresponde. Responsabilidad de llevar pavimento, parques, servicios y atención a todos los rincones de todas las ciudades.