/ jueves 15 de octubre de 2020

El derecho del prójimo

Las leyes deben servirles a los gobernados, no a los gobernantes. En el caso contrario, situación en que las leyes les sirven a los gobernantes, son ellos mismos, quienes se encargan hábilmente de ocupar los vacíos de la democracia, sobre todo si la democracia tiene coyunturas sensibles. En esas circunstancias, las autoridades gubernamentales pueden incurrir sin costos y libremente en procedimientos legales pero que no por ser legales son democráticos ni morales.

Ninguna decisión que se haya tomado últimamente ha sido benéfica para los ciudadanos, ninguna elección ha defendido la soberanía ni preservado la vida, tomando como punto de partida la emergencia sanitaria. Cada decisión planificada desde lo alto de un cargo público ha sido errónea y no puede ser de otra manera. A la vista de los trágicos resultados en la salud y la economía, ha quedado al descubierto la ineficiencia del sector público.

El error fundamental no fue, no es, ni será la mala planificación. El error fundamental, sencillamente, es la planificación en sí. Planificar desde un cargo público es un error y no puede tener otro resultado, y ese resultado sucede debido a que para planificar en una democracia se requiere de altísimos volúmenes de información, la cual es imposible de obtener debido a que en una democracia se realizan un sinnúmero de acciones humanas en cada momento que alteran los resultados de las interacciones sociales, haciendo imposible planificar y menos predecir.

Por lo tanto y ante el evidente error que significa planificar una sociedad y las conductas que esta tiene, el único acierto posible era, es y será desde un cargo público, brindarle a la ciudadanía las condiciones y certezas acerca de la soberanía y la preservación de la vida, a través de un marco legal, sin intervenciones de carácter público que deriven en contradicciones ni en colectivismos.

Desafortunadamente, las intervenciones públicas que generan contradicciones han llevado a millones de personas a perder su empleo o su empresa, pues incluso a pesar de las complicadas circunstancias laborales derivadas de la emergencia sanitaria, determinadas condiciones como la realización de pruebas masivas y certezas en la continua operación de los negocios, les hubiera permitido desde un principio innovar en la oferta de sus productos y servicios con el fin de no quedarse sin sustento económico.

Y peor aún, el colectivismo de muchos profesionales de la salud los ha llevado a sumarse a un discurso o mensaje público, prestándose como medio de comunicación y transmisión de la información debido a su alta credibilidad, hasta ese momento, para esparcir una recomendación que siempre se supo que no solo no funcionaba, sino que además era anticientífica y que iba contra la premisa médica de la rápida detección de cualquier enfermedad, y esa recomendación fue: “Quédate en casa”, que seguramente pasará a la historia como una peores memorias médicas del país.

La planificación desde el sector público derivó en acciones contradictorias y colectivismo dañinos. El país no está ni cerca de llegar al final de la emergencia sanitaria ni de recuperarse dela crisis económica. En este momento, solo el pensamiento liberal y la ética individual ante una emergencia pueden mejorar la situación de salud y de economía, basándonos en el egoísmo de intentar a toda costa alcanzar nuestros propios fines y bienestar, teniendo como único límite el derecho del prójimo.


Las leyes deben servirles a los gobernados, no a los gobernantes. En el caso contrario, situación en que las leyes les sirven a los gobernantes, son ellos mismos, quienes se encargan hábilmente de ocupar los vacíos de la democracia, sobre todo si la democracia tiene coyunturas sensibles. En esas circunstancias, las autoridades gubernamentales pueden incurrir sin costos y libremente en procedimientos legales pero que no por ser legales son democráticos ni morales.

Ninguna decisión que se haya tomado últimamente ha sido benéfica para los ciudadanos, ninguna elección ha defendido la soberanía ni preservado la vida, tomando como punto de partida la emergencia sanitaria. Cada decisión planificada desde lo alto de un cargo público ha sido errónea y no puede ser de otra manera. A la vista de los trágicos resultados en la salud y la economía, ha quedado al descubierto la ineficiencia del sector público.

El error fundamental no fue, no es, ni será la mala planificación. El error fundamental, sencillamente, es la planificación en sí. Planificar desde un cargo público es un error y no puede tener otro resultado, y ese resultado sucede debido a que para planificar en una democracia se requiere de altísimos volúmenes de información, la cual es imposible de obtener debido a que en una democracia se realizan un sinnúmero de acciones humanas en cada momento que alteran los resultados de las interacciones sociales, haciendo imposible planificar y menos predecir.

Por lo tanto y ante el evidente error que significa planificar una sociedad y las conductas que esta tiene, el único acierto posible era, es y será desde un cargo público, brindarle a la ciudadanía las condiciones y certezas acerca de la soberanía y la preservación de la vida, a través de un marco legal, sin intervenciones de carácter público que deriven en contradicciones ni en colectivismos.

Desafortunadamente, las intervenciones públicas que generan contradicciones han llevado a millones de personas a perder su empleo o su empresa, pues incluso a pesar de las complicadas circunstancias laborales derivadas de la emergencia sanitaria, determinadas condiciones como la realización de pruebas masivas y certezas en la continua operación de los negocios, les hubiera permitido desde un principio innovar en la oferta de sus productos y servicios con el fin de no quedarse sin sustento económico.

Y peor aún, el colectivismo de muchos profesionales de la salud los ha llevado a sumarse a un discurso o mensaje público, prestándose como medio de comunicación y transmisión de la información debido a su alta credibilidad, hasta ese momento, para esparcir una recomendación que siempre se supo que no solo no funcionaba, sino que además era anticientífica y que iba contra la premisa médica de la rápida detección de cualquier enfermedad, y esa recomendación fue: “Quédate en casa”, que seguramente pasará a la historia como una peores memorias médicas del país.

La planificación desde el sector público derivó en acciones contradictorias y colectivismo dañinos. El país no está ni cerca de llegar al final de la emergencia sanitaria ni de recuperarse dela crisis económica. En este momento, solo el pensamiento liberal y la ética individual ante una emergencia pueden mejorar la situación de salud y de economía, basándonos en el egoísmo de intentar a toda costa alcanzar nuestros propios fines y bienestar, teniendo como único límite el derecho del prójimo.