/ miércoles 29 de mayo de 2019

“Biblioteca de la periferia”

“Desde la periferia se ve diferente”

¿Cuántas veces escuchamos comentarios que nos dicen: “qué raro hablan aquí, nosotros hablamos normal”? O seguramente también expresiones en las que se refieren a los otros, a los que no son parte de “nosotros” como los exóticos, los que no saben porque no lo hacen como nosotros. Y en otros tiempos o de modos más radicales pudiéramos leer o escuchar sentencias como: “Estos no están civilizados”, “acá son todos unos salvajes, deberían progresar como nosotros”, etc., etc.

Ha existido a lo largo de los tiempos, una tendencia a mirar las cosas y juzgarlas desde el propio parámetro de la subjetividad, es decir; que se apropia la propia perspectiva como la única, la valedera, la oficial, la legítima, la hegemónica, y así un sin fin de expresiones que avalan la propia valoración (singular o plural) y desdeñan la otra (singular o plural).

Cuando se refiere a apreciaciones desde una sociedad o cultura, le han llamado “etnocentrismo”, es decir: esa propiedad de mirar y valorar a los otros desde la perspectiva de mi grupo originario. Donde mi cosmovisión, mi sistema de valores, mi modo en que crecí y aprendí a descifrar mi realidad, se convierte en la medida para los otros. Esa visión, cuando se exacerba y se potencializa, a llevado a terribles catástrofes, a anhelos y deseos de conquista, de imposición de modos de ver y valorar la vida. Esto en todos los niveles que atañe una cultura (incluyendo religión, epistemologías, conceptos de arte, etc.)

Hoy en día también se le conoce a este tipo de aprehensiones de la verdad como “auto referencia” , esa manera de considerarse a sí mismo, o a su grupo, como la medida de las cosas, de la realidad, de la apreciación del entorno.

Difícilmente se puede pensar en dialogar cuando alguna de las posturas se es auto referencial, pues ya coloca una posición de imponer, no de escuchar. Por lo general, cuando en el imaginario social se piensa en centro y periferia, desde la parte simbólica, se está llevando a mirar el centro como la referencia, y a los otros se les envía a las periferias. Por mucho tiempo muchos grupos se han auto legitimado para hablar como quien posee la verdad, y buscan imponerla o rechazar a quien muestre otra via o alternativa. Y, por el contrario, tiende a verse con sospecha cualquier otra opinión.

Pero los intentos de proximidad con los otros, de buscar empatizar con otras percepciones de la vida, hacen entonces cambiar el enfoque hacia un mirar como una búsqueda de la verdad, donde desde un ángulo (humilde, no totalizador) se puede apreciar algo de esa verdad y se pueden buscar modos de incrementar aproximaciones hacia una verdad, hacia un bien común, hacia un esfuerzo de colaboración por construir conocimiento, por construir fortalecimiento de los valores que busquen garantizar los mínimos comunes para los factores de protección de todas las personas, no las de unas cuantas a costa de los otros.

Es bueno y a la vez astuto el saberse limitado ante la realidad, porque entonces nos hace más sabios, pues nos hace capaz de hablar escuchando la voz de los otros que miran desde el otro lado.

“Desde la periferia se ve diferente”

¿Cuántas veces escuchamos comentarios que nos dicen: “qué raro hablan aquí, nosotros hablamos normal”? O seguramente también expresiones en las que se refieren a los otros, a los que no son parte de “nosotros” como los exóticos, los que no saben porque no lo hacen como nosotros. Y en otros tiempos o de modos más radicales pudiéramos leer o escuchar sentencias como: “Estos no están civilizados”, “acá son todos unos salvajes, deberían progresar como nosotros”, etc., etc.

Ha existido a lo largo de los tiempos, una tendencia a mirar las cosas y juzgarlas desde el propio parámetro de la subjetividad, es decir; que se apropia la propia perspectiva como la única, la valedera, la oficial, la legítima, la hegemónica, y así un sin fin de expresiones que avalan la propia valoración (singular o plural) y desdeñan la otra (singular o plural).

Cuando se refiere a apreciaciones desde una sociedad o cultura, le han llamado “etnocentrismo”, es decir: esa propiedad de mirar y valorar a los otros desde la perspectiva de mi grupo originario. Donde mi cosmovisión, mi sistema de valores, mi modo en que crecí y aprendí a descifrar mi realidad, se convierte en la medida para los otros. Esa visión, cuando se exacerba y se potencializa, a llevado a terribles catástrofes, a anhelos y deseos de conquista, de imposición de modos de ver y valorar la vida. Esto en todos los niveles que atañe una cultura (incluyendo religión, epistemologías, conceptos de arte, etc.)

Hoy en día también se le conoce a este tipo de aprehensiones de la verdad como “auto referencia” , esa manera de considerarse a sí mismo, o a su grupo, como la medida de las cosas, de la realidad, de la apreciación del entorno.

Difícilmente se puede pensar en dialogar cuando alguna de las posturas se es auto referencial, pues ya coloca una posición de imponer, no de escuchar. Por lo general, cuando en el imaginario social se piensa en centro y periferia, desde la parte simbólica, se está llevando a mirar el centro como la referencia, y a los otros se les envía a las periferias. Por mucho tiempo muchos grupos se han auto legitimado para hablar como quien posee la verdad, y buscan imponerla o rechazar a quien muestre otra via o alternativa. Y, por el contrario, tiende a verse con sospecha cualquier otra opinión.

Pero los intentos de proximidad con los otros, de buscar empatizar con otras percepciones de la vida, hacen entonces cambiar el enfoque hacia un mirar como una búsqueda de la verdad, donde desde un ángulo (humilde, no totalizador) se puede apreciar algo de esa verdad y se pueden buscar modos de incrementar aproximaciones hacia una verdad, hacia un bien común, hacia un esfuerzo de colaboración por construir conocimiento, por construir fortalecimiento de los valores que busquen garantizar los mínimos comunes para los factores de protección de todas las personas, no las de unas cuantas a costa de los otros.

Es bueno y a la vez astuto el saberse limitado ante la realidad, porque entonces nos hace más sabios, pues nos hace capaz de hablar escuchando la voz de los otros que miran desde el otro lado.