/ miércoles 16 de octubre de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La vida como compromiso”

Vivir es comprometerse, puede parecer un slogan, pero en el fondo pretende dictar un hecho ineludible. Si la vida no está implicada en un propósito, entonces pudiera parecer tan sólo un ejercicio de supervivencia y, tal vez, inercia. Y la naturaleza misma del ser humano empuja a unos códices genéticos de conservación, pero la cultura y parte social que también construye al ser humano le van orientando a formas muy diversas de implicarse en esa vida que ha recibido.

Y así es, la vida en sí misma cada cual la recibe, y el primer gran compromiso cuando se van alcanzando los niveles de conciencia es aceptarla y reconocerla. Nadie, ni uno sólo ha elegido el cuándo, dónde y cómo nacer. La vida es un bien recibido. Es una grande recepción que exige una asimilación pronta. Y ese ejercicio tan casi espontáneo que trae la vida desde sus primeros inicios, se prolonga luego en decisiones cada vez más profundas, de mayor impacto.

Pero, así como Erich Fromm en su clásica obra “el amor es un arte” señala que el amor es algo que debe practicarse como quién practica un oficio para ser talentoso en eso, así también se tiene que ir entrenado para el compromiso, no es algo que se tenga y ya, sino que se va haciendo, se va formando. Esto, como muchas de nuestras realidades, no es una cuestión estática, no es una conquista única, sino que es toda una cuestión de ensayo y error, de mejora continua, de incremento y nuevos desafíos.

Cuando se capta que la vida está hecha para implicarse en ella es cuando entonces la vida, aunque muchas de las veces estén complicadas por vivir en contextos adversos para un desarrollo integral, deja de ser una cosa pasiva y se convierte en un protagonismo que toma las riendas de su destino.

Muchas veces podríamos pensar que el comprometerse estaría sólo en quien tiene ya todos sus problemas resueltos y tras la liberación de todas sus responsabilidades básicas entonces se pueda volcar a otras acciones de intervención con el entorno a modo protagónico. Pero la historia nos ha hecho reconocer que no es así. Por el contrario, cuántas veces hemos sido testigos de que suele ser más responsable y empeñoso aquel que tiene de por sí ya muchos quehaceres y no tanto se le fía a quien casi no desempeña labores.

También por sectores sociales, en la economía se piensa muchas veces que los sectores más favorecidos en desarrollo económico pudieran ser los que tienen más visibilizado esta cuestión del compromiso por los otros. Pero no es una cuestión de un sector, es transversal, implica a cada ser humano indistintamente de su religión o credo, de su estrato social o académico. De hecho, los sectores periféricos han mostrado muchísima solidaridad y compromiso unos para con otros, un alto grado de responsabilidad y compromiso por el cuidado de la tierra, de los otros, de sí mismo.

Quien sabe comprometerse significa que sabe vivir, que pese a situaciones complejas que puedan existir no es pasivo o espectador de los sucesos de la historia que le toque vivir, sino como alguien que se considera sujeto activo y en buena medida responsable de los sucesos.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La vida como compromiso”

Vivir es comprometerse, puede parecer un slogan, pero en el fondo pretende dictar un hecho ineludible. Si la vida no está implicada en un propósito, entonces pudiera parecer tan sólo un ejercicio de supervivencia y, tal vez, inercia. Y la naturaleza misma del ser humano empuja a unos códices genéticos de conservación, pero la cultura y parte social que también construye al ser humano le van orientando a formas muy diversas de implicarse en esa vida que ha recibido.

Y así es, la vida en sí misma cada cual la recibe, y el primer gran compromiso cuando se van alcanzando los niveles de conciencia es aceptarla y reconocerla. Nadie, ni uno sólo ha elegido el cuándo, dónde y cómo nacer. La vida es un bien recibido. Es una grande recepción que exige una asimilación pronta. Y ese ejercicio tan casi espontáneo que trae la vida desde sus primeros inicios, se prolonga luego en decisiones cada vez más profundas, de mayor impacto.

Pero, así como Erich Fromm en su clásica obra “el amor es un arte” señala que el amor es algo que debe practicarse como quién practica un oficio para ser talentoso en eso, así también se tiene que ir entrenado para el compromiso, no es algo que se tenga y ya, sino que se va haciendo, se va formando. Esto, como muchas de nuestras realidades, no es una cuestión estática, no es una conquista única, sino que es toda una cuestión de ensayo y error, de mejora continua, de incremento y nuevos desafíos.

Cuando se capta que la vida está hecha para implicarse en ella es cuando entonces la vida, aunque muchas de las veces estén complicadas por vivir en contextos adversos para un desarrollo integral, deja de ser una cosa pasiva y se convierte en un protagonismo que toma las riendas de su destino.

Muchas veces podríamos pensar que el comprometerse estaría sólo en quien tiene ya todos sus problemas resueltos y tras la liberación de todas sus responsabilidades básicas entonces se pueda volcar a otras acciones de intervención con el entorno a modo protagónico. Pero la historia nos ha hecho reconocer que no es así. Por el contrario, cuántas veces hemos sido testigos de que suele ser más responsable y empeñoso aquel que tiene de por sí ya muchos quehaceres y no tanto se le fía a quien casi no desempeña labores.

También por sectores sociales, en la economía se piensa muchas veces que los sectores más favorecidos en desarrollo económico pudieran ser los que tienen más visibilizado esta cuestión del compromiso por los otros. Pero no es una cuestión de un sector, es transversal, implica a cada ser humano indistintamente de su religión o credo, de su estrato social o académico. De hecho, los sectores periféricos han mostrado muchísima solidaridad y compromiso unos para con otros, un alto grado de responsabilidad y compromiso por el cuidado de la tierra, de los otros, de sí mismo.

Quien sabe comprometerse significa que sabe vivir, que pese a situaciones complejas que puedan existir no es pasivo o espectador de los sucesos de la historia que le toque vivir, sino como alguien que se considera sujeto activo y en buena medida responsable de los sucesos.