/ martes 10 de diciembre de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La religión de periferia a centro”

La historia conocida nos ha hecho comprender que muchas de las guerras y conflictos entres los seres humanos tiene como una de sus causas su comprensión y vivencia de la fe. Ciertamente suena trágico que las religiones, que en sus contenidos suelen tener una inclinación hacia el fomento de la paz y la reconciliación, hayan sido y sigan siendo un factor de rechazo, lucha y agresión entre los pueblos.

Pero debemos también ser conscientes y aceptar que las religiones han sido al mismo tiempo uno de los factores más importantes de vinculación entre la especie humana. Ha sido la religión la que ha permitido que grupos humanos tan diversos entre sí, de diversas lenguas, de diversas razas, de múltiples regiones del planeta y de estratificaciones económicas y sociales tan variadas formen parte de un grupo de identidad colectiva en torno a su comunidad de fe.

Basta para ello rondar por la basílica de San Pedro en Roma, y prestando atención a su oído se percatará de toda una pluralidad de lenguas tan diversas concentradas tan sólo en unos cuantos metros cuadrados a su alrededor, y podrá notar que sus vecinos que rezan cerca de con él forman parte de diversos grupos étnicos originarios, una gran mezcla de hombres y mujeres de varias razas, de varias sociedades provenientes; africanos, asiáticos, americanos, europeos y del Oceanía… miles de kilómetros separan habitualmente a unos y otros pero en esos momentos están tan próximos y su motivo ha sido el mismo: su religión.

Dígase lo mismo si estuviésemos girando en torno a la roca sagrada en La Meca, quizá estarían rotando en torno a nosotros un hombre proveniente de Turquía, junto a otro más que viene del centro de África, y pudiéramos a tan sólo unos pasos de un grupo del Medio Oriente, y saber que detrás de nosotros avanza alguien que llegó desde New York. Es su pertenencia a su religión musulmana que les ha conducido al Medio Oriente y andar a su peregrinación sagrada.

Muchas otras espiritualidades y cosmovisiones sagradas han dado paso a esos principios de unidad en la diversidad. Hoy en día vemos que la práctica del Yoga es cada vez más desarrollada en contextos donde hace algunos años pudiera parecer inimaginable, y el mismo budismo tiene entre sus adeptos toda una pluralidad de integrantes de todas las geografías de nuestro planeta. En las celebraciones de ritos ancestrales de los pueblos originarios andinos como de los mesoamericanos podemos ver también participantes que no son precisamente pertenecientes -por origen- a grupos étnicos de dichas zonas, e incluso se pueden encontrar contribuciones de prácticas orientales o del oriente próximo.

Siglos atrás, incluso algunos milenios atrás, las religiones eran factores de separación por estar vinculadas a ciertos grupos locales. Hoy no podemos negar que la religión ha sido también un factor de globalización. Sea por las formas en que haya sido dado esto, no podemos no reconocer que es uno de los factores que ha estrechado el mundo.

¿Qué lectura pudiésemos hacer de esta situación? Nos debe quizá ayudar a ser menos radicales y reconocer que tiene sus tirones la cuestión religiosa en el universo de lo social. Sería periférico pensar que cuando se extra pola la identidad colectiva de la religión, entonces suele separar los grupos sociales respecto a los que no comparten su credo. Pero va hacia centro cuando vemos que ese decurso histórico ha ocasionado también la posibilidad que grupos sociales tan diversos puedan encontrar un eje de unidad a través de sus contenidos y prácticas de religión y espiritualidad.

No sólo es la religión, son muchas cosas las que hoy hacen que la humanidad en sus grupos más diversos y distantes puedan encontrar códigos comunes y compartidos, que asuman estilos de vida y acercamiento con aquellos que quizá nuestros antepasados no imaginaban nunca poder contactar. Aunque no aprendemos y muchas veces seguimos convirtiendo estos mismos elementos en factores de división y hasta de conflicto.

Mientras miremos con mayor autenticidad nuestro ser religioso o la espiritualidad que se practique, desde un sentido realmente humanitario, entenderemos que esa re-ligión (es decir, esa capacidad de vincular) no es sólo para con un Ser Divino y trascendente, sino también debe ser capaz de re-ligarnos con nuestros prójimos con quienes compartimos nuestro mundo, pero tamibén nos re-liga con los demás seres vivos, con la propia tierra, no vincula con nuestro interior. Nos hace o debería hacer seres integrados, vinculados… no fragmentados, divididos y en conflicto.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La religión de periferia a centro”

La historia conocida nos ha hecho comprender que muchas de las guerras y conflictos entres los seres humanos tiene como una de sus causas su comprensión y vivencia de la fe. Ciertamente suena trágico que las religiones, que en sus contenidos suelen tener una inclinación hacia el fomento de la paz y la reconciliación, hayan sido y sigan siendo un factor de rechazo, lucha y agresión entre los pueblos.

Pero debemos también ser conscientes y aceptar que las religiones han sido al mismo tiempo uno de los factores más importantes de vinculación entre la especie humana. Ha sido la religión la que ha permitido que grupos humanos tan diversos entre sí, de diversas lenguas, de diversas razas, de múltiples regiones del planeta y de estratificaciones económicas y sociales tan variadas formen parte de un grupo de identidad colectiva en torno a su comunidad de fe.

Basta para ello rondar por la basílica de San Pedro en Roma, y prestando atención a su oído se percatará de toda una pluralidad de lenguas tan diversas concentradas tan sólo en unos cuantos metros cuadrados a su alrededor, y podrá notar que sus vecinos que rezan cerca de con él forman parte de diversos grupos étnicos originarios, una gran mezcla de hombres y mujeres de varias razas, de varias sociedades provenientes; africanos, asiáticos, americanos, europeos y del Oceanía… miles de kilómetros separan habitualmente a unos y otros pero en esos momentos están tan próximos y su motivo ha sido el mismo: su religión.

Dígase lo mismo si estuviésemos girando en torno a la roca sagrada en La Meca, quizá estarían rotando en torno a nosotros un hombre proveniente de Turquía, junto a otro más que viene del centro de África, y pudiéramos a tan sólo unos pasos de un grupo del Medio Oriente, y saber que detrás de nosotros avanza alguien que llegó desde New York. Es su pertenencia a su religión musulmana que les ha conducido al Medio Oriente y andar a su peregrinación sagrada.

Muchas otras espiritualidades y cosmovisiones sagradas han dado paso a esos principios de unidad en la diversidad. Hoy en día vemos que la práctica del Yoga es cada vez más desarrollada en contextos donde hace algunos años pudiera parecer inimaginable, y el mismo budismo tiene entre sus adeptos toda una pluralidad de integrantes de todas las geografías de nuestro planeta. En las celebraciones de ritos ancestrales de los pueblos originarios andinos como de los mesoamericanos podemos ver también participantes que no son precisamente pertenecientes -por origen- a grupos étnicos de dichas zonas, e incluso se pueden encontrar contribuciones de prácticas orientales o del oriente próximo.

Siglos atrás, incluso algunos milenios atrás, las religiones eran factores de separación por estar vinculadas a ciertos grupos locales. Hoy no podemos negar que la religión ha sido también un factor de globalización. Sea por las formas en que haya sido dado esto, no podemos no reconocer que es uno de los factores que ha estrechado el mundo.

¿Qué lectura pudiésemos hacer de esta situación? Nos debe quizá ayudar a ser menos radicales y reconocer que tiene sus tirones la cuestión religiosa en el universo de lo social. Sería periférico pensar que cuando se extra pola la identidad colectiva de la religión, entonces suele separar los grupos sociales respecto a los que no comparten su credo. Pero va hacia centro cuando vemos que ese decurso histórico ha ocasionado también la posibilidad que grupos sociales tan diversos puedan encontrar un eje de unidad a través de sus contenidos y prácticas de religión y espiritualidad.

No sólo es la religión, son muchas cosas las que hoy hacen que la humanidad en sus grupos más diversos y distantes puedan encontrar códigos comunes y compartidos, que asuman estilos de vida y acercamiento con aquellos que quizá nuestros antepasados no imaginaban nunca poder contactar. Aunque no aprendemos y muchas veces seguimos convirtiendo estos mismos elementos en factores de división y hasta de conflicto.

Mientras miremos con mayor autenticidad nuestro ser religioso o la espiritualidad que se practique, desde un sentido realmente humanitario, entenderemos que esa re-ligión (es decir, esa capacidad de vincular) no es sólo para con un Ser Divino y trascendente, sino también debe ser capaz de re-ligarnos con nuestros prójimos con quienes compartimos nuestro mundo, pero tamibén nos re-liga con los demás seres vivos, con la propia tierra, no vincula con nuestro interior. Nos hace o debería hacer seres integrados, vinculados… no fragmentados, divididos y en conflicto.