/ martes 17 de diciembre de 2019

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La muerte se hace periferia”

Es la tercera vez que retomo en esta Biblioteca de la periferia el texto más antiguo al que tenemos acceso (mil años más antiguo que la Iliada, o que la Biblia)… el libro del antiguo Sumer, el relato mítico más antiguo que ha llegado hasta nosotros: el mito de Gilgamesh. Pero en esta ocasión quiero enfocarme en el vestigio que nos ha dejado este relato para constatar que el ser humano ha tenido una grande preocupación y comprensión respecto a su vida y esta es: su destino ineludible al que todos vamos… la muerte.

En este texto se abordan las añazas de Gilgamesh, el rey de la ciudad mesopotámica de Uruk (por el 2750 a.C.), quien comparte muchas de sus aventuras con su mejor amigo, Enkidu. El gran drama es cuando éste segundo muere y entonces Gilgamesh cae en tremenda desolación y se propone encontrar el modo de vencer a la muerte, para lo cual sale a combatir con todo lo que se le vaya atravesando; luchas titánicas y épicos combates y conquistas, sin embargo su plan de fondo fracasó y volvió a su hogar con las manos vacías, no consiguió “matar a la muerte”, pero con el aprendizaje de que cuando los dioses crearon al hombre dispusieron que la muerte fuera su destino inevitable, y que el ser humano debía de aprender a vivir con ello.

Y es sabido desde entonces que el ser humano ha mirado la muerte como esa dirección inevitable hacia la cual marcha desde el momento de nacer, los movimientos existencialistas en la filosofía eran muy crudos en señalar estos aspectos, pero también las religiones han tenido como un eje fundamental este acontecimiento de la muerte para las diversas formas de dar sentido a la propia vida, y este sentido varía entre las cosmovisiones religiosas respecto a sus consideraciones de fe en lo que vendría tras el evento de la muerte. Las diferencias entre resucitar, revivir o rencarnar tienen aseveraciones en el actuar en la vida respecto a lo que se vendrá tras la muerte. Pero también el evento de la muerte unifica a los que no profesan alguna religión ni forman ninguna comunidad de fe para su cosmovisión de la vida. Pero aún los agnósticos, escépticos y ateos tienen -como los creyentes- muy presente la muerte como un problema insostenible.

Pero si bien, esta presencia de la muerte como una problemática unificadora de toda la humanidad a lo largo de los años ha sido casi una posición de resignación o bien de preparación para llegar a tal acontecimiento, los últimos años este tema de la muerte ha querido dejarse de centro y verlo como una periferia, es decir. Se pueden vislumbrar otros intentos de retomar el esfuerzo de Gilgamesh…, se mira una tendencia en no acostumbrarse a mirar la degradación del cadaver de nuevos Enkidus. Los nuevos Gilgamesh, hombres de ciencia contemporáneos, no aceptan que la muerte sea un destino inevitable. Ciertamente dificil sería escucharles decir que buscan matar a la muerte.., a lo sumo se escuchan expresiones de buscar aniquilar enfermedades, superar tal o cual obstáculo en temas de salud.

La muerte quizá no sea sólo un tema biológico, existen muchos componentes a su alrededor y las diversidades de abordaje, porque si bien no es lo mismo la resurreción de la rencarnación ni tampoco el revivir (todas estas concepciones son posteriores al evento del morir)… ya otro asunto es la inmortalidad (es alguien que no sería alcanzado nunca por la muerte) y habrá que preguntarse si esto realmente sería algo deseable.

No sabemos ni tenemos aún muchas respuestas o si el ser humano podrá realmente alcanzar aquel ideal de vecer definitivamente la muerte. Pero lo que si podemos contemplar en nuestras sociedades actuales es que se ha venido perdiendo mucho el interés por la vida después de la muerte, y se ha dado paso a una intensidad de la vida conocida y acontecida en el presente mismo de cada ser.

Quizá todos tengamos algo de ese Gilgamesh…, fases diversas en nuestra vida donde nos tenemos que cuestionar y hasta revelar con lo que pareciera un destino delante de nuestras vidas. Y es que es verdad…, todos tenemos experiencia de morir pero no de la muerte. Es decir, nuestro propio organismo en sí va muriendo en sus diversas celulas y componentes, pero la muerte (a diferencia del verbo morir) es un evento único, irrepetible para cada ser, de la cual no tenemos experiencia sino hasta el momento que nos llegue a cada uno… tenemos un tanto de experiencia del morir y por el acercamiento a la muerte de otros, y esas muertes son las que nos hacen ser capaces de reflexionar y buscar asumir una posición delante de ella. Y si, volvemos como Gilgamesh con las manos vacías, ojalá podamos como él, volver al menos con alguna gran enseñanza de ir viviendo con el evento de la muerte como algo presente y que siempre querrá dejar perifería para ser tema central en nuestras vidas.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La muerte se hace periferia”

Es la tercera vez que retomo en esta Biblioteca de la periferia el texto más antiguo al que tenemos acceso (mil años más antiguo que la Iliada, o que la Biblia)… el libro del antiguo Sumer, el relato mítico más antiguo que ha llegado hasta nosotros: el mito de Gilgamesh. Pero en esta ocasión quiero enfocarme en el vestigio que nos ha dejado este relato para constatar que el ser humano ha tenido una grande preocupación y comprensión respecto a su vida y esta es: su destino ineludible al que todos vamos… la muerte.

En este texto se abordan las añazas de Gilgamesh, el rey de la ciudad mesopotámica de Uruk (por el 2750 a.C.), quien comparte muchas de sus aventuras con su mejor amigo, Enkidu. El gran drama es cuando éste segundo muere y entonces Gilgamesh cae en tremenda desolación y se propone encontrar el modo de vencer a la muerte, para lo cual sale a combatir con todo lo que se le vaya atravesando; luchas titánicas y épicos combates y conquistas, sin embargo su plan de fondo fracasó y volvió a su hogar con las manos vacías, no consiguió “matar a la muerte”, pero con el aprendizaje de que cuando los dioses crearon al hombre dispusieron que la muerte fuera su destino inevitable, y que el ser humano debía de aprender a vivir con ello.

Y es sabido desde entonces que el ser humano ha mirado la muerte como esa dirección inevitable hacia la cual marcha desde el momento de nacer, los movimientos existencialistas en la filosofía eran muy crudos en señalar estos aspectos, pero también las religiones han tenido como un eje fundamental este acontecimiento de la muerte para las diversas formas de dar sentido a la propia vida, y este sentido varía entre las cosmovisiones religiosas respecto a sus consideraciones de fe en lo que vendría tras el evento de la muerte. Las diferencias entre resucitar, revivir o rencarnar tienen aseveraciones en el actuar en la vida respecto a lo que se vendrá tras la muerte. Pero también el evento de la muerte unifica a los que no profesan alguna religión ni forman ninguna comunidad de fe para su cosmovisión de la vida. Pero aún los agnósticos, escépticos y ateos tienen -como los creyentes- muy presente la muerte como un problema insostenible.

Pero si bien, esta presencia de la muerte como una problemática unificadora de toda la humanidad a lo largo de los años ha sido casi una posición de resignación o bien de preparación para llegar a tal acontecimiento, los últimos años este tema de la muerte ha querido dejarse de centro y verlo como una periferia, es decir. Se pueden vislumbrar otros intentos de retomar el esfuerzo de Gilgamesh…, se mira una tendencia en no acostumbrarse a mirar la degradación del cadaver de nuevos Enkidus. Los nuevos Gilgamesh, hombres de ciencia contemporáneos, no aceptan que la muerte sea un destino inevitable. Ciertamente dificil sería escucharles decir que buscan matar a la muerte.., a lo sumo se escuchan expresiones de buscar aniquilar enfermedades, superar tal o cual obstáculo en temas de salud.

La muerte quizá no sea sólo un tema biológico, existen muchos componentes a su alrededor y las diversidades de abordaje, porque si bien no es lo mismo la resurreción de la rencarnación ni tampoco el revivir (todas estas concepciones son posteriores al evento del morir)… ya otro asunto es la inmortalidad (es alguien que no sería alcanzado nunca por la muerte) y habrá que preguntarse si esto realmente sería algo deseable.

No sabemos ni tenemos aún muchas respuestas o si el ser humano podrá realmente alcanzar aquel ideal de vecer definitivamente la muerte. Pero lo que si podemos contemplar en nuestras sociedades actuales es que se ha venido perdiendo mucho el interés por la vida después de la muerte, y se ha dado paso a una intensidad de la vida conocida y acontecida en el presente mismo de cada ser.

Quizá todos tengamos algo de ese Gilgamesh…, fases diversas en nuestra vida donde nos tenemos que cuestionar y hasta revelar con lo que pareciera un destino delante de nuestras vidas. Y es que es verdad…, todos tenemos experiencia de morir pero no de la muerte. Es decir, nuestro propio organismo en sí va muriendo en sus diversas celulas y componentes, pero la muerte (a diferencia del verbo morir) es un evento único, irrepetible para cada ser, de la cual no tenemos experiencia sino hasta el momento que nos llegue a cada uno… tenemos un tanto de experiencia del morir y por el acercamiento a la muerte de otros, y esas muertes son las que nos hacen ser capaces de reflexionar y buscar asumir una posición delante de ella. Y si, volvemos como Gilgamesh con las manos vacías, ojalá podamos como él, volver al menos con alguna gran enseñanza de ir viviendo con el evento de la muerte como algo presente y que siempre querrá dejar perifería para ser tema central en nuestras vidas.