/ martes 28 de enero de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Intentando mirar desde la perspectiva juvenil”

Suele ser fácil hablar de los jóvenes, traerlos a dónde vivimos sin salir de nuestro nido, y con ello domesticar eso de lo que hablamos. Mas el pensar que hacer discursos sobre ellos es saber quiénes son y qué requieren es una ilusión. Sería como tener esa visión del mundo circular donde el que describe se encuentra al centro. Ya el mismo Papa Francisco lo decía… “el mundo es un poliedro” y convendría muy bien mirar desde esos lados de la periferia para percibir que no todo suele ser equidistante y uniforme.

En cierta forma debemos evitar ser auto-referenciales cuando pretendamos hablar sobre los jóvenes y sus necesidades, saber despojarnos del rol absoluto de ser los únicos sujetos y prestar escucha abiertos tan grande diversidad. Incluso el término juventud es un concepto vacío, que sólo puede ser llenado cuando se data y contextualiza históricamente ese grupo social referido, así como también se debe comprender su situación relacional respecto a los otros grupos de la sociedad que no entran en la categoría de juventud (así lo señala Manuel Valenzuela), una vez comprendido que “la condición juvenil” es un concepto vacío, se puede entonces reconocer que no nos referimos a un grupo monolítico, homogéneo y estáticamente determinado. Más que hablar de juventud se ha de reconocer que existen juventudes y que, la mejor distinción de unas para con otras no es tanto en sus apariencias o divergencias de sus formas cosméticas, sino que la distinción y el reconocimiento va en una línea más estructural, a saber, como los define Reguillo : los que tienen accesos y alternativas, y los que carecen de ellas.

Ser joven es un elemento de identidad, que le marca diferencia con respecto de aquellos otros que no entran ya en esta categoría de juventud. Así como entre los mismos jóvenes existen muchos elementos de identidad. Y en la actualidad existen muchos elementos tecnológicos y de movilidad que nos permiten acercarnos más entre los diferentes.

Estamos en un escenario que deja ver el gusto en los jóvenes por encontrarse con “los otros” y esos otros son diferentes. Ya no vale tanto hoy en día aquellas formas de definir las diferencias entre los jóvenes que hiciera clásicas Michel Maffesoli y que se desprendió en las así llamadas “tribus urbanas” donde separaba a los jóvenes por estilos de vestir, espacios de reapropiación y elementos de distinción como serían los góticos, los darks, los emos, los skaters, pandrosos, punk y muchos más, que luego se desprendieraon en estudios de Chicago sobre las pandillas, los cholos y grupos chicanos. Todas estas diferencias entre jóvenes quedan eliminadas cuando nos encontramos con una división mucho más profunda y transversal.

La posibilidad de elegir, de optar o no optar, de organizar o no, una ruta de proyecto de vida en la que sea posible -o no- acceder a los espacios, instituciones, sistemas que ofrezcan un mínimo de certezas para imaginar el futuro. Es lo que diferencia a unos jóvenes de los otros.

Si queremos saber con qué jóvenes estamos trabajando, observemos qué tipos de accesos tienen en la vida pública, y que alternativas se les presentan para que puedan trazarse un futuro o proyecto de vida.

La “condición juvenil” es un concepto que posibilita analizar, por un lado, el orden y los discursos prescriptivos a través de los cuales la sociedad define lo que es “ser joven” y, de otro, los dispositivos de apropiación o resistencia con que los jóvenes se encaran estos discursos u órdenes sociales.

Muchas de las veces al reproducir el discurso que se da sobre ellos se les hace pensar que son los responsables únicos de su situación. Razón por la cuál los cambios los quieren ver más en ellos mismos que en las estructuras sociales en donde están. En este caso existen cuestiones que son determinantes o bien, grandes factores de implicación para lo que será la configuración de las juventudes en dicho contexto.

Para poder sostener una sociedad es menester invertir altamente en los medios que rodean a las juventudes para que éstas, puedan establecer sus condiciones óptimas para desarrollar sus talentos, para adquirir las habilidades técnicas y sociales necesarias para la transformación de una sociedad. Educar para la diversidad, pues vivimos en un mundo plural, donde la diferencia es una riqueza que exige el reconocimiento, el respeto y la capacidad de escucha.

Si todos tuviesen más accesos y oportunidades para desarrollar sus habilidades congnitivas, sociales, emocionales, lúdicas etc., menos inmersiones en grupos delictivos y vandalismos habría. Si lo que se invierte en temas de seguridad fueran también considerados para temas preventivos y de promoción de las personas, quizá de otra sociedad estaríamos hablando hoy en día.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“Intentando mirar desde la perspectiva juvenil”

Suele ser fácil hablar de los jóvenes, traerlos a dónde vivimos sin salir de nuestro nido, y con ello domesticar eso de lo que hablamos. Mas el pensar que hacer discursos sobre ellos es saber quiénes son y qué requieren es una ilusión. Sería como tener esa visión del mundo circular donde el que describe se encuentra al centro. Ya el mismo Papa Francisco lo decía… “el mundo es un poliedro” y convendría muy bien mirar desde esos lados de la periferia para percibir que no todo suele ser equidistante y uniforme.

En cierta forma debemos evitar ser auto-referenciales cuando pretendamos hablar sobre los jóvenes y sus necesidades, saber despojarnos del rol absoluto de ser los únicos sujetos y prestar escucha abiertos tan grande diversidad. Incluso el término juventud es un concepto vacío, que sólo puede ser llenado cuando se data y contextualiza históricamente ese grupo social referido, así como también se debe comprender su situación relacional respecto a los otros grupos de la sociedad que no entran en la categoría de juventud (así lo señala Manuel Valenzuela), una vez comprendido que “la condición juvenil” es un concepto vacío, se puede entonces reconocer que no nos referimos a un grupo monolítico, homogéneo y estáticamente determinado. Más que hablar de juventud se ha de reconocer que existen juventudes y que, la mejor distinción de unas para con otras no es tanto en sus apariencias o divergencias de sus formas cosméticas, sino que la distinción y el reconocimiento va en una línea más estructural, a saber, como los define Reguillo : los que tienen accesos y alternativas, y los que carecen de ellas.

Ser joven es un elemento de identidad, que le marca diferencia con respecto de aquellos otros que no entran ya en esta categoría de juventud. Así como entre los mismos jóvenes existen muchos elementos de identidad. Y en la actualidad existen muchos elementos tecnológicos y de movilidad que nos permiten acercarnos más entre los diferentes.

Estamos en un escenario que deja ver el gusto en los jóvenes por encontrarse con “los otros” y esos otros son diferentes. Ya no vale tanto hoy en día aquellas formas de definir las diferencias entre los jóvenes que hiciera clásicas Michel Maffesoli y que se desprendió en las así llamadas “tribus urbanas” donde separaba a los jóvenes por estilos de vestir, espacios de reapropiación y elementos de distinción como serían los góticos, los darks, los emos, los skaters, pandrosos, punk y muchos más, que luego se desprendieraon en estudios de Chicago sobre las pandillas, los cholos y grupos chicanos. Todas estas diferencias entre jóvenes quedan eliminadas cuando nos encontramos con una división mucho más profunda y transversal.

La posibilidad de elegir, de optar o no optar, de organizar o no, una ruta de proyecto de vida en la que sea posible -o no- acceder a los espacios, instituciones, sistemas que ofrezcan un mínimo de certezas para imaginar el futuro. Es lo que diferencia a unos jóvenes de los otros.

Si queremos saber con qué jóvenes estamos trabajando, observemos qué tipos de accesos tienen en la vida pública, y que alternativas se les presentan para que puedan trazarse un futuro o proyecto de vida.

La “condición juvenil” es un concepto que posibilita analizar, por un lado, el orden y los discursos prescriptivos a través de los cuales la sociedad define lo que es “ser joven” y, de otro, los dispositivos de apropiación o resistencia con que los jóvenes se encaran estos discursos u órdenes sociales.

Muchas de las veces al reproducir el discurso que se da sobre ellos se les hace pensar que son los responsables únicos de su situación. Razón por la cuál los cambios los quieren ver más en ellos mismos que en las estructuras sociales en donde están. En este caso existen cuestiones que son determinantes o bien, grandes factores de implicación para lo que será la configuración de las juventudes en dicho contexto.

Para poder sostener una sociedad es menester invertir altamente en los medios que rodean a las juventudes para que éstas, puedan establecer sus condiciones óptimas para desarrollar sus talentos, para adquirir las habilidades técnicas y sociales necesarias para la transformación de una sociedad. Educar para la diversidad, pues vivimos en un mundo plural, donde la diferencia es una riqueza que exige el reconocimiento, el respeto y la capacidad de escucha.

Si todos tuviesen más accesos y oportunidades para desarrollar sus habilidades congnitivas, sociales, emocionales, lúdicas etc., menos inmersiones en grupos delictivos y vandalismos habría. Si lo que se invierte en temas de seguridad fueran también considerados para temas preventivos y de promoción de las personas, quizá de otra sociedad estaríamos hablando hoy en día.