/ martes 3 de marzo de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La mujer no es periferia”

No es conocida alguna fecha o bien algún acontecimiento explícito que haya determinado el relegar a “periferia” un genero respecto del otro, pero sí podemos ahora reconocer que, tristemente, se instaló en muchas culturas y contextos la imagen de un “sexo débil” y otro como “sexo protector”. Y junto a ello todos los derivados en diversos asuntos sociales a establecer roles, delimitar accesos y posibilidades para unos y para otros. Podemos hoy señalar que difícilmente alguien puede atreverse a desmentir que el sexo femenino ha querido ser -consciente o inconscientemente- relegado a la periferia.

Una combinación entre la manera de interpretarse una conformación biológica, junto con una conformación cultural ha hecho preponderar en diversos escenarios la marginación o exclusión de un género sobre el otro. A muchos de nosotros se nos inculcaron maneras de asimilar y desenvolvernos en un universo que asume ciertos roles y modos de comportarse de un género y de otro. Prácticas y costumbres que fueron pasando de generación en generación y que nos correspondía replicar y aplicar esos mismos códigos. Una casi “aceptación” de que a un género le toca ser centro y a otro le toca periferia.

Nos ha tocado ser testigos de tantísimas historias, circunstancias y eventos en donde aquello que casi se “instaló” en periferia, ha sido realmente centro, pero muchas de las veces nuestras propias narrativas para exaltar dichas personas -sin darnos cuenta- subrayamos o reafirmamos nuestras apropiaciones de separación y exclusión de un género frente al otro. Inclusive ahora pareciera a veces queremos legitimar una manifestación de ellas, como si para hacerlo requiriesen nuestra autorización. No es fácil, pero si es necesario estar en los momentos que estamos, pues con justa razón se están volcando iniciativas y acciones para dar pasos y procesos de cambio en lo social, comunitario, familiar, para seguir balanceando las circunstancias a su justa medida.

A los masculinos nos toca ahora aceptar ser periferia, pues estamos en la hora precisa de testimoniar esfuerzos decisivos e impetuosos por buscar asumir el lugar que les corresponde y -aunque ha habido grandes pasos en el último siglo- seguir ascendiendo a ese lugar que por sí mismas les corresponde, con o sin “nuestro aval”. Los reflectores, con todas luces, deben estar ahora enfocados en quienes buscan reposicionar el lugar que les corresponde.

Por mucho tiempo, en la historia breve de nuestra especie, no sólo hemos querido con voracidad imperar por encima de las demás especies y seres vivos con quienes cohabitamos, sino que -incluso- se ha querido imponer entre los mismos miembros de la especie la preponderancia de un género (el masculino) por sobre el otro (femenino). Sino hemos sido nosotros directamente, si tenemos a través de nuestros antepasados una deuda histórica que enmendar y quizá este sea el momento.

La ya próxima acción del 09 de marzo no es una acción contra los hombres, es una acción de ellas mismas que evidenciarán que para nada son periferia, sino que su ser y quehacer cotidiano es tan central y fundamental como el de todo ser vivo, indistintamente si hemos querido relegarles con o sin intención. Y para quienes no somos de su mismo género es momento de empatizar y en lo que se pueda, apoyar.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“La mujer no es periferia”

No es conocida alguna fecha o bien algún acontecimiento explícito que haya determinado el relegar a “periferia” un genero respecto del otro, pero sí podemos ahora reconocer que, tristemente, se instaló en muchas culturas y contextos la imagen de un “sexo débil” y otro como “sexo protector”. Y junto a ello todos los derivados en diversos asuntos sociales a establecer roles, delimitar accesos y posibilidades para unos y para otros. Podemos hoy señalar que difícilmente alguien puede atreverse a desmentir que el sexo femenino ha querido ser -consciente o inconscientemente- relegado a la periferia.

Una combinación entre la manera de interpretarse una conformación biológica, junto con una conformación cultural ha hecho preponderar en diversos escenarios la marginación o exclusión de un género sobre el otro. A muchos de nosotros se nos inculcaron maneras de asimilar y desenvolvernos en un universo que asume ciertos roles y modos de comportarse de un género y de otro. Prácticas y costumbres que fueron pasando de generación en generación y que nos correspondía replicar y aplicar esos mismos códigos. Una casi “aceptación” de que a un género le toca ser centro y a otro le toca periferia.

Nos ha tocado ser testigos de tantísimas historias, circunstancias y eventos en donde aquello que casi se “instaló” en periferia, ha sido realmente centro, pero muchas de las veces nuestras propias narrativas para exaltar dichas personas -sin darnos cuenta- subrayamos o reafirmamos nuestras apropiaciones de separación y exclusión de un género frente al otro. Inclusive ahora pareciera a veces queremos legitimar una manifestación de ellas, como si para hacerlo requiriesen nuestra autorización. No es fácil, pero si es necesario estar en los momentos que estamos, pues con justa razón se están volcando iniciativas y acciones para dar pasos y procesos de cambio en lo social, comunitario, familiar, para seguir balanceando las circunstancias a su justa medida.

A los masculinos nos toca ahora aceptar ser periferia, pues estamos en la hora precisa de testimoniar esfuerzos decisivos e impetuosos por buscar asumir el lugar que les corresponde y -aunque ha habido grandes pasos en el último siglo- seguir ascendiendo a ese lugar que por sí mismas les corresponde, con o sin “nuestro aval”. Los reflectores, con todas luces, deben estar ahora enfocados en quienes buscan reposicionar el lugar que les corresponde.

Por mucho tiempo, en la historia breve de nuestra especie, no sólo hemos querido con voracidad imperar por encima de las demás especies y seres vivos con quienes cohabitamos, sino que -incluso- se ha querido imponer entre los mismos miembros de la especie la preponderancia de un género (el masculino) por sobre el otro (femenino). Sino hemos sido nosotros directamente, si tenemos a través de nuestros antepasados una deuda histórica que enmendar y quizá este sea el momento.

La ya próxima acción del 09 de marzo no es una acción contra los hombres, es una acción de ellas mismas que evidenciarán que para nada son periferia, sino que su ser y quehacer cotidiano es tan central y fundamental como el de todo ser vivo, indistintamente si hemos querido relegarles con o sin intención. Y para quienes no somos de su mismo género es momento de empatizar y en lo que se pueda, apoyar.