/ martes 10 de marzo de 2020

“Biblioteca de la periferia”

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“El conflicto con la ley”

Cuando se comenta sobre personas en conflicto con la ley se suele asociar casi inmediatamente a aquellos que están en un procedimiento de justicia, que están en prisión o con alguna medida cautelar para que enmiende o cumpla una sentencia como consecuencia de sus actos. Sin embargo, si tomamos muy en cuenta la frase en sí misma: “persona en conflicto con la ley” ésta expresión es mucho más amplia, no se refiere sólo a quien está siendo procesado (por haber sido “capturado”) sino que se refiere a todo aquel que esté realizando acciones que están fuera del marco legal, sea o no sabido por quienes ostentan la custodia de la justicia.

Si nos apegamos a esa concepción más amplia de la frase, pudiéramos entonces comprender que no son solamente las personas aprehendidas las que están en conflicto con la ley, porque cuando colocamos esa “etiqueta” exclusivamente en aquellos, entonces descargamos mucha “salud moral” enfocando la atención en los que ya están estigmatizados y catalogados en la sociedad como los que están en “conflicto con la ley”.

En un contexto social donde se vive poca procuración de justicia, donde la cultura de legalidad queda opacada con la corrupción instalada y los prejuicios moralizadores viven una esquizofrenia adecuada a los intereses de unos cuantos, entonces conviene mucho en esos lugares el que se piense que los únicos que están en conflicto con la ley son aquellos que se evocan como cliché en los imaginarios colectivos; aquellos que ya están bajo algún procedimiento de justicia. Y así otro sector grande de la sociedad se lavan las manos.

Cuando se suele tener unas “descargas de conciencia” en un sector social, puede pasar el que nos busquemos liberar de conciencia de responsabilidad, para así justificarnos a través de la propia narrativa instalada y descansemos en otros nuestras culpas. Como sociedad muchas veces usamos “chivos expiatorios” para que los ojos se posen en aquellos y no en nosotros, e incluso además de encubrirnos nos convertimos en jueces, para que sea todavía más protegida nuestra actividad que está infringiendo también los límites de la legalidad.

Si hacemos un ejercicio de honestidad, quizá reconoceremos que muchas veces nos enrolamos en situaciones de conflicto con la ley, y lo estamos aunque no estemos siendo procesados por ningún organismo de procuración de justicia ni por ningún sistema judicial. Y así como ya estigmatizamos y rápido identificamos muchas acciones como un representativo colectivo de lo que es estar en conflicto con la ley: tráfico, crimen organizado, banda de asaltantes etc., también tenemos ya muchas acciones ordinarias como justificables y nos auto engañamos, aceptándolas, aunque sepamos que no son las correctas y también infringen la ley: los sobornos, los favoritismos, tantas faltas cívicas, los acosos, el maltrato infantil, la distinción racista o clasista, etc.

Es casi como cuando hablamos que a veces cometemos “mentiras piadosas”, podría parecernos una cosa pequeña, pero el ir aceptando en nuestra cotidianidad “pequeñas transgresiones” no nos percatamos que se inician espirales que desencadenan hasta convertirse en grandes y graves situaciones.

Cuánta razón se puede observar en esa frase que capturan los evangelistas sobre Jesús, cuando refiere a la hipocresía de mirar la paja en el ojo ajeno cuando no se reconoce la viga en el ojo propio. El camino a una sociedad que busque la paz y justicia para todos se inicia con la propia lucha por rechazar acciones ilegales aceptadas casi convencionalmente.

Juan Carlos Quirarte Méndez

Salesiano, sacerdote. Doctor en Antropología Social

“El conflicto con la ley”

Cuando se comenta sobre personas en conflicto con la ley se suele asociar casi inmediatamente a aquellos que están en un procedimiento de justicia, que están en prisión o con alguna medida cautelar para que enmiende o cumpla una sentencia como consecuencia de sus actos. Sin embargo, si tomamos muy en cuenta la frase en sí misma: “persona en conflicto con la ley” ésta expresión es mucho más amplia, no se refiere sólo a quien está siendo procesado (por haber sido “capturado”) sino que se refiere a todo aquel que esté realizando acciones que están fuera del marco legal, sea o no sabido por quienes ostentan la custodia de la justicia.

Si nos apegamos a esa concepción más amplia de la frase, pudiéramos entonces comprender que no son solamente las personas aprehendidas las que están en conflicto con la ley, porque cuando colocamos esa “etiqueta” exclusivamente en aquellos, entonces descargamos mucha “salud moral” enfocando la atención en los que ya están estigmatizados y catalogados en la sociedad como los que están en “conflicto con la ley”.

En un contexto social donde se vive poca procuración de justicia, donde la cultura de legalidad queda opacada con la corrupción instalada y los prejuicios moralizadores viven una esquizofrenia adecuada a los intereses de unos cuantos, entonces conviene mucho en esos lugares el que se piense que los únicos que están en conflicto con la ley son aquellos que se evocan como cliché en los imaginarios colectivos; aquellos que ya están bajo algún procedimiento de justicia. Y así otro sector grande de la sociedad se lavan las manos.

Cuando se suele tener unas “descargas de conciencia” en un sector social, puede pasar el que nos busquemos liberar de conciencia de responsabilidad, para así justificarnos a través de la propia narrativa instalada y descansemos en otros nuestras culpas. Como sociedad muchas veces usamos “chivos expiatorios” para que los ojos se posen en aquellos y no en nosotros, e incluso además de encubrirnos nos convertimos en jueces, para que sea todavía más protegida nuestra actividad que está infringiendo también los límites de la legalidad.

Si hacemos un ejercicio de honestidad, quizá reconoceremos que muchas veces nos enrolamos en situaciones de conflicto con la ley, y lo estamos aunque no estemos siendo procesados por ningún organismo de procuración de justicia ni por ningún sistema judicial. Y así como ya estigmatizamos y rápido identificamos muchas acciones como un representativo colectivo de lo que es estar en conflicto con la ley: tráfico, crimen organizado, banda de asaltantes etc., también tenemos ya muchas acciones ordinarias como justificables y nos auto engañamos, aceptándolas, aunque sepamos que no son las correctas y también infringen la ley: los sobornos, los favoritismos, tantas faltas cívicas, los acosos, el maltrato infantil, la distinción racista o clasista, etc.

Es casi como cuando hablamos que a veces cometemos “mentiras piadosas”, podría parecernos una cosa pequeña, pero el ir aceptando en nuestra cotidianidad “pequeñas transgresiones” no nos percatamos que se inician espirales que desencadenan hasta convertirse en grandes y graves situaciones.

Cuánta razón se puede observar en esa frase que capturan los evangelistas sobre Jesús, cuando refiere a la hipocresía de mirar la paja en el ojo ajeno cuando no se reconoce la viga en el ojo propio. El camino a una sociedad que busque la paz y justicia para todos se inicia con la propia lucha por rechazar acciones ilegales aceptadas casi convencionalmente.