/ sábado 12 de marzo de 2022

El apetito irascible de la ira 

“Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y la forma correcta, eso no es fácil”.

Aristóteles

La ira es una emoción universal, que todos los humanos podemos sentir. Se puede definir como una reacción que provoca irritación, furia o cólera, que surge por la indignación de una fuerte sensación de enfado, estrés, fracaso, por una agresión o una injusticia. La reacción puede variar, desde una irritación leve, hasta la furia total.

Desde luego que enfadarse es “normal”; sin embargo cuando la ira es frecuente, aparecen los problemas. Por eso, es importante aprender a controlarla y saber cómo expresarla, porque puede causar mucho daño; pero también puede ser útil, cuando se usa con prudencia, ya que se convierte en un instrumento benéfico y poderoso.

La ira es una emoción poderosa que puede influir en los patrones de pensamiento y las elecciones de comportamiento de las personas.

Las consecuencias dependen de cómo una persona reacciona a esta emoción, ya que puede causar síntomas como: dolores de cabeza, respiración agitada o aumento del pulso cardíaco.

La expresión destructiva de la ira, es aquella que nos viene a la mente, cuando pensamos en agredir a una persona, pero también puede ser auto-destructiva, ya que nos puede llevar a la depresión y a una autoimagen devaluada.

Otros pueden expresar enojo, de una manera pasiva, ya que es muy común criticar a otras personas, algo que sin duda también destruye las relaciones.

Interesante saber que la ira, no siempre es una reacción a una circunstancia presente, en ocasiones el recuerdo inconsciente, genera ira por una experiencia pasada, esta condición se usa como un escudo, que podría surgir para evitar responsabilidad, vergüenza o de sentirse abrumado.

Pero curiosamente la ira, no es solo una reacción agresiva, también nos impulsa a alcanzar un sentido más profundo y proteger nuestros valores y creencias; está diseñada para defendernos del peligro y protegernos, cuando nos sentimos amenazados o atacados.

Es muy común que los arrebatos de ira, puedan incluir miedos profundos como: el miedo de ser rechazado, no ser amado o sentirse abandonado, entre otros temores; así que simplemente la ira nos da una idea de nosotros mismos.

Por eso es importante, descubrir el origen de la ira, solo así podremos librarnos de la miseria en la que nos induce.

Por otro lado la ira se activa, cuando nuestros valores no están en armonía frente a la situación que enfrentamos.

A veces se producen arrebatos de ira, hacia la persona equivocada, generalmente en situaciones de emergencia o crisis; cuando nos damos cuenta de que hemos sido injustos con los demás al manifestar nuestra ira sobre ellos, tendremos la oportunidad de reparar, es decir, asumir la responsabilidad de nuestro error y ofrecer una disculpa por nuestra reacción.

La ira puede hacernos crecer como personas, e impulsar un cambio positivo, cuando interpretamos el entorno de modo adecuado y con creencias funcionales. Cuando esto ocurre, serán más claras nuestras fallas y deficiencias.

De esta forma, podríamos obtener resultados positivos, que por supuesto influyen con los demás.

Por ejemplo, si sabemos que ciertas cosas nos irritan y nos enfadan, podríamos trabajar en estos desencadenantes para mejorar la respuesta; al hacerlo tendremos un cambio positivo en nuestra calidad de vida y en nuestras relaciones personales.

Santo Tomas de Aquino, afirma que la ira “es la voluntad de reivindicar algún mal, que nos han hecho y el deseo de venganza, surge de un agravio previo”.

Porque hasta príncipes y nobles, cuando inesperadamente pierden su condición principesca, se convierten en frágiles plebeyos, cuando esto sucede, manifiestan su ira a los dioses, porque los han dejado solos y desamparados.

[…El noble caballero tiene sus ratos de melancolía, y el joven príncipe, sus instantes de áspera alegría. Nos diferenciamos unos de otros, más que en pequeños detalles: la ropa, los modales, la voz, la religión, el físico, los gestos habituales y cosas así. Cuanto más se analiza a la gente, menos razones se encuentran para someterla a dicho análisis. Tarde o temprano se llega a esto, que es tan terrible y universal, aquello que conocemos como la ira, un mal que aqueja a la naturaleza humana, cuando no se sabe controlar…]


“Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y la forma correcta, eso no es fácil”.

Aristóteles

La ira es una emoción universal, que todos los humanos podemos sentir. Se puede definir como una reacción que provoca irritación, furia o cólera, que surge por la indignación de una fuerte sensación de enfado, estrés, fracaso, por una agresión o una injusticia. La reacción puede variar, desde una irritación leve, hasta la furia total.

Desde luego que enfadarse es “normal”; sin embargo cuando la ira es frecuente, aparecen los problemas. Por eso, es importante aprender a controlarla y saber cómo expresarla, porque puede causar mucho daño; pero también puede ser útil, cuando se usa con prudencia, ya que se convierte en un instrumento benéfico y poderoso.

La ira es una emoción poderosa que puede influir en los patrones de pensamiento y las elecciones de comportamiento de las personas.

Las consecuencias dependen de cómo una persona reacciona a esta emoción, ya que puede causar síntomas como: dolores de cabeza, respiración agitada o aumento del pulso cardíaco.

La expresión destructiva de la ira, es aquella que nos viene a la mente, cuando pensamos en agredir a una persona, pero también puede ser auto-destructiva, ya que nos puede llevar a la depresión y a una autoimagen devaluada.

Otros pueden expresar enojo, de una manera pasiva, ya que es muy común criticar a otras personas, algo que sin duda también destruye las relaciones.

Interesante saber que la ira, no siempre es una reacción a una circunstancia presente, en ocasiones el recuerdo inconsciente, genera ira por una experiencia pasada, esta condición se usa como un escudo, que podría surgir para evitar responsabilidad, vergüenza o de sentirse abrumado.

Pero curiosamente la ira, no es solo una reacción agresiva, también nos impulsa a alcanzar un sentido más profundo y proteger nuestros valores y creencias; está diseñada para defendernos del peligro y protegernos, cuando nos sentimos amenazados o atacados.

Es muy común que los arrebatos de ira, puedan incluir miedos profundos como: el miedo de ser rechazado, no ser amado o sentirse abandonado, entre otros temores; así que simplemente la ira nos da una idea de nosotros mismos.

Por eso es importante, descubrir el origen de la ira, solo así podremos librarnos de la miseria en la que nos induce.

Por otro lado la ira se activa, cuando nuestros valores no están en armonía frente a la situación que enfrentamos.

A veces se producen arrebatos de ira, hacia la persona equivocada, generalmente en situaciones de emergencia o crisis; cuando nos damos cuenta de que hemos sido injustos con los demás al manifestar nuestra ira sobre ellos, tendremos la oportunidad de reparar, es decir, asumir la responsabilidad de nuestro error y ofrecer una disculpa por nuestra reacción.

La ira puede hacernos crecer como personas, e impulsar un cambio positivo, cuando interpretamos el entorno de modo adecuado y con creencias funcionales. Cuando esto ocurre, serán más claras nuestras fallas y deficiencias.

De esta forma, podríamos obtener resultados positivos, que por supuesto influyen con los demás.

Por ejemplo, si sabemos que ciertas cosas nos irritan y nos enfadan, podríamos trabajar en estos desencadenantes para mejorar la respuesta; al hacerlo tendremos un cambio positivo en nuestra calidad de vida y en nuestras relaciones personales.

Santo Tomas de Aquino, afirma que la ira “es la voluntad de reivindicar algún mal, que nos han hecho y el deseo de venganza, surge de un agravio previo”.

Porque hasta príncipes y nobles, cuando inesperadamente pierden su condición principesca, se convierten en frágiles plebeyos, cuando esto sucede, manifiestan su ira a los dioses, porque los han dejado solos y desamparados.

[…El noble caballero tiene sus ratos de melancolía, y el joven príncipe, sus instantes de áspera alegría. Nos diferenciamos unos de otros, más que en pequeños detalles: la ropa, los modales, la voz, la religión, el físico, los gestos habituales y cosas así. Cuanto más se analiza a la gente, menos razones se encuentran para someterla a dicho análisis. Tarde o temprano se llega a esto, que es tan terrible y universal, aquello que conocemos como la ira, un mal que aqueja a la naturaleza humana, cuando no se sabe controlar…]