/ viernes 1 de marzo de 2024

Profecías desordenadas

“Frente al caos, los sueños serán el último recurso para darle valor a la vida”

Ante un vacío de sentido, y al mismo tiempo de un desorden, encontramos siempre la irrupción de una fuerza del instinto del movimiento circular de la vida.

Una vida que siempre está en la búsqueda del cambio a través de la evolución en el cosmos conocido.

Curiosamente en este cambio surgen afectos, y deseos dentro del amor primario del ser humano, en todas las culturas del planeta.

Y es con estos afectos, que vislumbramos otros escenarios, frente a un pensamiento desordenado, donde se deshacen mundos inquietos y febriles, secretos de una semilla desorbitada de luz.

Esto nos hace recordar, que la casa que habitamos tiene todos los colores; en ella crecimos y aprendimos a treparnos a una silla de madera, que celosamente guarda nuestros orígenes, frente al espacio inmenso de una mesa, donde encontramos algunos granos de sal y un vaso de vidrio gastado por el agua de otro tiempo.


Profecías anheladas, que nos transforman con plenitud y nos conducen a un camino que no quiere revelar su destino.


Espacio compartido de generaciones, videntes y otras especies; testigos de una espiga, que delicadamente se sostiene, buscando el camino del sol al borde del amanecer, cuando repentinamente la vida es interrumpida de tajo.


Fue entonces, que en el mármol se congelo la vida; para recordarla en otro tiempo.


¿Pero qué hacer con la vida que conoces, de la cual te quieres desprender?


Por esta trémula luz imberbe, que te conduce a la oscuridad, aquella que asciende en cada caída, sombra benigna de los árboles, que aguarda una ventisca de pájaros, para ondear sobre las ramas, sueños que dispersan otros sueños, aun en contra de la gravedad.

Cuando la madrugada de aquel 1 de marzo de 1994, se convirtió en la más profunda y silenciosa; pero al mismo tiempo; fría, desconcertante y congelada, en el atisbo de la ventana.


Ahora me atrevo a preguntar;


¿Para qué te sirve un par de calcetines en la orilla del mundo?


O ¿Una camisa blanca ahorcada con corbata en el desierto?


O ¿Un guisado cobijado por una tortilla de maíz caliente?


Cuando tu hija esta ávida de leucocitos, para sanar su preciada vida; mientras que en otro lugar y al mismo tiempo, una habichuela, también se le interrumpió la vida, por una bota farda, inconsciente y atestada de enajenación y mentiras de quien la trae puesta; porque en el andar, no tiene rumbo, ni sabe a dónde se dirige.


Extrañas armonías.


¿Quién las da a conocer?

¿Quién las escribe?


Cuando la sed ha sido lacrada, porque el agua de los arroyos, se convirtió en un amargo y lacerante vinagre, mientras los ojos de Aris, se cerraban para siempre.


Afirmación evolutiva, infusión inmersa en el caos del cosmos y sin pensarlo se vive un sacro desorden, mientras sucede una lenta trasformación caracterizada por la inocencia, el olvido y la esperanza de un nuevo comienzo.

Los recuerdos no se extinguen, están presentes y se fortalecen por los pensamientos, que evocan las emociones dentro de un regazo de voces, que se fragua en la memoria de todos.


En esta lucida conciencia se ama el génesis y lo más preciado.


Ahora tan solo esperar lo desconocido e imprevisto, aquello que se diluye, bajo la lluvia torrencial que deja al esqueleto descubierto, para hacer acto de presencia y quedar como un ventanal al que se le han quebrado los cristales.


Las miradas en una comparsa, entre tortillas y frijoles, rellenos de aire con gorgojos, pesadilla de madrugada donde revolotea un pájaro, que se confunde con el ruido de un avión, la angustia sobrevino de prisa.

Cerrar los ojos para rescatar y conciliar el sueño.

Porque simplemente los ojos fueron cegados, por lágrimas de sal de todos los tiempos.

Recordemos que las palabras se renuevan, y envejecen; se esconden, aparecen, fenecen se pierden, merodean, acechan y también te llevan al sepulcro.

Ahora esperan su tiempo para ser pronunciadas, para volver a gritar, mirar, vivir, y sin duda en este movimiento circular de la vida, volver a morir y con toda seguridad renacer, para darle sentido al manantial inagotable del lenguaje y nombrar todo aquello que es sagrado, a través del arte de la poesía; porque en este momento las nubes verticales del viento, contienen presagios; pero también nos dejan mirar estrellas que iluminan el transito errante de navegantes, en este planeta conocido. Una casa habitada por todos, llamada Tierra; donde sin duda, todos experimentamos algunas desordenadas profecías.




“Frente al caos, los sueños serán el último recurso para darle valor a la vida”

Ante un vacío de sentido, y al mismo tiempo de un desorden, encontramos siempre la irrupción de una fuerza del instinto del movimiento circular de la vida.

Una vida que siempre está en la búsqueda del cambio a través de la evolución en el cosmos conocido.

Curiosamente en este cambio surgen afectos, y deseos dentro del amor primario del ser humano, en todas las culturas del planeta.

Y es con estos afectos, que vislumbramos otros escenarios, frente a un pensamiento desordenado, donde se deshacen mundos inquietos y febriles, secretos de una semilla desorbitada de luz.

Esto nos hace recordar, que la casa que habitamos tiene todos los colores; en ella crecimos y aprendimos a treparnos a una silla de madera, que celosamente guarda nuestros orígenes, frente al espacio inmenso de una mesa, donde encontramos algunos granos de sal y un vaso de vidrio gastado por el agua de otro tiempo.


Profecías anheladas, que nos transforman con plenitud y nos conducen a un camino que no quiere revelar su destino.


Espacio compartido de generaciones, videntes y otras especies; testigos de una espiga, que delicadamente se sostiene, buscando el camino del sol al borde del amanecer, cuando repentinamente la vida es interrumpida de tajo.


Fue entonces, que en el mármol se congelo la vida; para recordarla en otro tiempo.


¿Pero qué hacer con la vida que conoces, de la cual te quieres desprender?


Por esta trémula luz imberbe, que te conduce a la oscuridad, aquella que asciende en cada caída, sombra benigna de los árboles, que aguarda una ventisca de pájaros, para ondear sobre las ramas, sueños que dispersan otros sueños, aun en contra de la gravedad.

Cuando la madrugada de aquel 1 de marzo de 1994, se convirtió en la más profunda y silenciosa; pero al mismo tiempo; fría, desconcertante y congelada, en el atisbo de la ventana.


Ahora me atrevo a preguntar;


¿Para qué te sirve un par de calcetines en la orilla del mundo?


O ¿Una camisa blanca ahorcada con corbata en el desierto?


O ¿Un guisado cobijado por una tortilla de maíz caliente?


Cuando tu hija esta ávida de leucocitos, para sanar su preciada vida; mientras que en otro lugar y al mismo tiempo, una habichuela, también se le interrumpió la vida, por una bota farda, inconsciente y atestada de enajenación y mentiras de quien la trae puesta; porque en el andar, no tiene rumbo, ni sabe a dónde se dirige.


Extrañas armonías.


¿Quién las da a conocer?

¿Quién las escribe?


Cuando la sed ha sido lacrada, porque el agua de los arroyos, se convirtió en un amargo y lacerante vinagre, mientras los ojos de Aris, se cerraban para siempre.


Afirmación evolutiva, infusión inmersa en el caos del cosmos y sin pensarlo se vive un sacro desorden, mientras sucede una lenta trasformación caracterizada por la inocencia, el olvido y la esperanza de un nuevo comienzo.

Los recuerdos no se extinguen, están presentes y se fortalecen por los pensamientos, que evocan las emociones dentro de un regazo de voces, que se fragua en la memoria de todos.


En esta lucida conciencia se ama el génesis y lo más preciado.


Ahora tan solo esperar lo desconocido e imprevisto, aquello que se diluye, bajo la lluvia torrencial que deja al esqueleto descubierto, para hacer acto de presencia y quedar como un ventanal al que se le han quebrado los cristales.


Las miradas en una comparsa, entre tortillas y frijoles, rellenos de aire con gorgojos, pesadilla de madrugada donde revolotea un pájaro, que se confunde con el ruido de un avión, la angustia sobrevino de prisa.

Cerrar los ojos para rescatar y conciliar el sueño.

Porque simplemente los ojos fueron cegados, por lágrimas de sal de todos los tiempos.

Recordemos que las palabras se renuevan, y envejecen; se esconden, aparecen, fenecen se pierden, merodean, acechan y también te llevan al sepulcro.

Ahora esperan su tiempo para ser pronunciadas, para volver a gritar, mirar, vivir, y sin duda en este movimiento circular de la vida, volver a morir y con toda seguridad renacer, para darle sentido al manantial inagotable del lenguaje y nombrar todo aquello que es sagrado, a través del arte de la poesía; porque en este momento las nubes verticales del viento, contienen presagios; pero también nos dejan mirar estrellas que iluminan el transito errante de navegantes, en este planeta conocido. Una casa habitada por todos, llamada Tierra; donde sin duda, todos experimentamos algunas desordenadas profecías.