/ viernes 16 de noviembre de 2018

No Ficción

Cuando el cine dejó de ser mudo, muchos artistas perdieron seguidores. Ya fuera por el marcado acento extranjero, o por las dificultades en la dicción, o simplemente, porque la voz no concordaba con el físico.

Ahora, cuando los actores se preparan tanto en expresión corporal como verbal, aquellas situaciones difíciles que encontraron los actores del cine mudo nos parecen ridículas. Para nosotros, es como si el cine siempre hubiera teñido sonido.

Es difícil imaginar lo que representó la llegada del sonido a las salas de proyección, sin embargo, tenemos ahora una referencia más o menos equiparable: la llegada de la voz a los periódicos impresos. Me explico:

La llegada del internet y la aparición y consolidación de los portales electrónicos han hecho que sea imprescindible la presentación de video y sonido en las noticias que hasta hace algunos años eran solo impresas. Las consecuencias de esto son muy similares a las que se vivieron hace poco más de un siglo en el cine: los periodistas formados en el medio impreso no saben hablar bien. Sus deficiencias son lamentables. Y no tienen de otras: o se suben al tren multimedia, o se quedan en la estación.

Hay mucho trabajo que hacer al respecto. Los medios, atrapados entre la obligación de hacerse transmedia y la necesidad de economizar, han obligado a los periodistas, formados desde otra perspectiva, a que asuman roles que nunca se hubieran imaginado.

Hace algunos años una amiga, que por cierto escogió el periódico para no enfrentarse a las cámaras, me decía –entre molesta y desilusionada- que tendría que conducir unas entrevistas en vivo, a través de una red social, y rodeada de cámaras. Claro que pudo con el encargo, aunque no estuvo del todo satisfecha.

Hay mucho por hacer al respecto. Los medios deben procurar capacitación, asesoría y actualización de sus trabajadores. Pero también deben respetar y reconocer las capacidades y habilidades de los periodistas. No se trata de obligar por obligar, sino de tratar de que cada quien haga lo mejor que puede en donde corresponde.

El internet, y toda la tecnología que lo hace posible y poderoso, han desnudado a los periodistas. Muchos no han encontrado ni cómo cubrirse.


Cuando el cine dejó de ser mudo, muchos artistas perdieron seguidores. Ya fuera por el marcado acento extranjero, o por las dificultades en la dicción, o simplemente, porque la voz no concordaba con el físico.

Ahora, cuando los actores se preparan tanto en expresión corporal como verbal, aquellas situaciones difíciles que encontraron los actores del cine mudo nos parecen ridículas. Para nosotros, es como si el cine siempre hubiera teñido sonido.

Es difícil imaginar lo que representó la llegada del sonido a las salas de proyección, sin embargo, tenemos ahora una referencia más o menos equiparable: la llegada de la voz a los periódicos impresos. Me explico:

La llegada del internet y la aparición y consolidación de los portales electrónicos han hecho que sea imprescindible la presentación de video y sonido en las noticias que hasta hace algunos años eran solo impresas. Las consecuencias de esto son muy similares a las que se vivieron hace poco más de un siglo en el cine: los periodistas formados en el medio impreso no saben hablar bien. Sus deficiencias son lamentables. Y no tienen de otras: o se suben al tren multimedia, o se quedan en la estación.

Hay mucho trabajo que hacer al respecto. Los medios, atrapados entre la obligación de hacerse transmedia y la necesidad de economizar, han obligado a los periodistas, formados desde otra perspectiva, a que asuman roles que nunca se hubieran imaginado.

Hace algunos años una amiga, que por cierto escogió el periódico para no enfrentarse a las cámaras, me decía –entre molesta y desilusionada- que tendría que conducir unas entrevistas en vivo, a través de una red social, y rodeada de cámaras. Claro que pudo con el encargo, aunque no estuvo del todo satisfecha.

Hay mucho por hacer al respecto. Los medios deben procurar capacitación, asesoría y actualización de sus trabajadores. Pero también deben respetar y reconocer las capacidades y habilidades de los periodistas. No se trata de obligar por obligar, sino de tratar de que cada quien haga lo mejor que puede en donde corresponde.

El internet, y toda la tecnología que lo hace posible y poderoso, han desnudado a los periodistas. Muchos no han encontrado ni cómo cubrirse.


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