La ciudad está colapsada. Así, con todas sus letras: colapsada. No son muchas las calles en buenas condiciones. Los charcos, baches y grietas son la regla en las calles y avenidas. Desde la más modesta hasta la más transitada. Manejar en Ciudad Juárez es una suerte de lotería, o peor, de ruleta rusa. El riesgo está presente siempre.
A las pésimas condiciones de las calles (agravadas por las lluvias recientes) se agrega la falta de alumbrado público. Pero de este Juárez oscuro, más oscuro de lo que puedo recordar, no quiero hablar hoy. Mucha tinta se ha gastado al respecto.
Hoy quiero hablar de una situación de la que no se ha dicho lo suficiente: la falta de pintura en carriles y aceras.
Podría pensarse que pintarlos es dinero tirado a la basura debido a las terribles condiciones de las calles. No lo comparto. Si bien es cierto que algunas son más una serie de hoyos y tierra que calles como tal, también es cierto que hay otras que aunque no están en óptimas condiciones, al menos si merecen ser pintadas.
Pintar las calles no es embellecerlas: es hacerlas un poco más seguras. Porque conducir de noche es difícil, terriblemente difícil y peligroso con las condiciones en que se encuentran nuestras calles y avenidas: sin divisiones en los carriles y sin acotamientos claramente marcados.
Qué ruin, qué indolente, qué mezquino, qué inepto, qué mal funcionario es aquél que, teniendo en sus manos la solución a la falta de pintura en las calles, no la aplica.
Su indiferencia (o ineptitud) es criminal. Así debería ser juzgado.