/ sábado 19 de marzo de 2022

¿Y usted tiene deudas?

Si crees que nadie se preocupa por ti, intenta no pagar algunas deudas

Steven Wright

Existe una gran diversidad de palabras, que expresan la relación entre la “promesa y la deuda”, en este caso la más común que conocemos, se llama –compromiso-, para referirse a las promesas de pago, cuando adquirimos una deuda.

De tal forma, que cuando cumplimos con nuestra palabra, tenemos una expresión que nos otorga satisfacción por haber cumplido; ya que: […Lo prometido es deuda…]; refrán popular, que nos revela la relación con quien adquirimos un compromiso, así que esta expresión representa: educación, confianza, honestidad, pero sobre todo respeto.

No podemos dejar de mencionar que la promesa de pago, va siempre acompañada del sentimiento de culpa, por haber contraído una deuda, recordemos que “la culpa”, no es otra cosa que reconocer cierta obligación contraída.

Por supuesto que este es el origen de las responsabilidades que adquirimos, pero también es intrínseco, el hecho de que la deuda podría ser impagable y terminen pagando aquellos, quienes no han contraído deuda alguna; lo más importante es asegurar un futuro sin deudas.

Interesante saber que la deuda, no es solamente un asunto económico, sino que está vinculada con nuestra configuración subjetiva, ya que se convierte en la herramienta más eficaz para “gobernar” al ser humano.

Es decir, que a través de la deuda, somos gobernados mediante el aplazamiento del presente, que nos vuelve literalmente en “siervos” de un consumo pasado, así que prácticamente trabajamos para pagar lo que ya hemos consumido.

Sin embargo, hemos escuchado otro tipo de expresiones por las deudas contraídas, ejemplos: “vale la pena” o “merece la pena”; que algo haya pasado, “a duras penas”, cuando algo “cuesta” mucho; “da pena”, cuando algo es despreciable; “que Dios se lo pague”, cuando algo se vuelve impagable y no puede devolverse; o cuando expresamos sentimientos como “sentirse en deuda”, o también argumentos críticos con una -voz autoritaria- como: “yo no le debo nada a nadie, todo lo conseguí con mi trabajo”.

Recordemos que la palabra “promesa” alude a un juramento -que nos deja “en deuda”–, y me refiero a una plegaria a Dios o a un santo, a cambio de algo que pueda suceder.

Y bueno alguien se pregunta ¿Qué sucede con las otras deudas?

Me refiero a las deudas emocionales, que tienen un efecto similar al de las deudas materiales; aquellas que generan culpa y angustia, convirtiéndose en un verdadero problema que afecta las relaciones personales.

La diferencia es que mientras las deudas económicas son concretas y tienen términos pactados, las deudas emocionales son confusas y engañosas, generalmente son resultado de situaciones, que por algún motivo han quedado inconclusas, o por nuestro comportamiento que es cuestionado, cuando somos ofensivos, injustos e hirientes, con algún familiar, con algún compañero de trabajo o tal vez con alguien que nos está dando un servicio.

Por supuesto que aquella persona, desaparece súbitamente y no quiere cruzarse en su camino.

Frente a esa desaparición repentina o alejamiento no puede hacer nada y se queda con una sensación de zozobra, por su comportamiento y no haber tenido la oportunidad de pedir su perdón, o explicar su conducta.

A mediano plazo esto nos afecta la imagen, pero sobre todo la credibilidad.

Los especialistas refieren que es necesario un cambio de actitud, parece sencillo pero esto es muy complejo, ya que en el buen sentido de la palabra, somos -animales de costumbres- y difícilmente podremos cambiar, es necesario hacer un esfuerzo para lograr un cambio.

Las deudas emocionales, también surgen por experiencias negativas. Por ejemplo, cuando sufrió una afrenta en el colegio y no reacciono. Con los años se reprocha, el no haberse defendido y se siente en deuda consigo mismo.

Así que el adagio popular de “no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”, también aplica para las deudas emocionales.

Cuando usted acepta que le debe algo a alguien, buscará la forma de pagar, de otra forma esto se traduce en una serie de percepciones negativas, que se podrían manifestar en tristeza, ansiedad y angustia, además se puede convertir en una persona irritable, pesimista, o envidiosa.

Por lo que le pregunto ¿Y usted tiene deudas?

Recuerde que una promesa o un compromiso, deben estar fincados en educación, confianza, honestidad, pero sobre todo respeto.

¿Será mucho pedir?

Si crees que nadie se preocupa por ti, intenta no pagar algunas deudas

Steven Wright

Existe una gran diversidad de palabras, que expresan la relación entre la “promesa y la deuda”, en este caso la más común que conocemos, se llama –compromiso-, para referirse a las promesas de pago, cuando adquirimos una deuda.

De tal forma, que cuando cumplimos con nuestra palabra, tenemos una expresión que nos otorga satisfacción por haber cumplido; ya que: […Lo prometido es deuda…]; refrán popular, que nos revela la relación con quien adquirimos un compromiso, así que esta expresión representa: educación, confianza, honestidad, pero sobre todo respeto.

No podemos dejar de mencionar que la promesa de pago, va siempre acompañada del sentimiento de culpa, por haber contraído una deuda, recordemos que “la culpa”, no es otra cosa que reconocer cierta obligación contraída.

Por supuesto que este es el origen de las responsabilidades que adquirimos, pero también es intrínseco, el hecho de que la deuda podría ser impagable y terminen pagando aquellos, quienes no han contraído deuda alguna; lo más importante es asegurar un futuro sin deudas.

Interesante saber que la deuda, no es solamente un asunto económico, sino que está vinculada con nuestra configuración subjetiva, ya que se convierte en la herramienta más eficaz para “gobernar” al ser humano.

Es decir, que a través de la deuda, somos gobernados mediante el aplazamiento del presente, que nos vuelve literalmente en “siervos” de un consumo pasado, así que prácticamente trabajamos para pagar lo que ya hemos consumido.

Sin embargo, hemos escuchado otro tipo de expresiones por las deudas contraídas, ejemplos: “vale la pena” o “merece la pena”; que algo haya pasado, “a duras penas”, cuando algo “cuesta” mucho; “da pena”, cuando algo es despreciable; “que Dios se lo pague”, cuando algo se vuelve impagable y no puede devolverse; o cuando expresamos sentimientos como “sentirse en deuda”, o también argumentos críticos con una -voz autoritaria- como: “yo no le debo nada a nadie, todo lo conseguí con mi trabajo”.

Recordemos que la palabra “promesa” alude a un juramento -que nos deja “en deuda”–, y me refiero a una plegaria a Dios o a un santo, a cambio de algo que pueda suceder.

Y bueno alguien se pregunta ¿Qué sucede con las otras deudas?

Me refiero a las deudas emocionales, que tienen un efecto similar al de las deudas materiales; aquellas que generan culpa y angustia, convirtiéndose en un verdadero problema que afecta las relaciones personales.

La diferencia es que mientras las deudas económicas son concretas y tienen términos pactados, las deudas emocionales son confusas y engañosas, generalmente son resultado de situaciones, que por algún motivo han quedado inconclusas, o por nuestro comportamiento que es cuestionado, cuando somos ofensivos, injustos e hirientes, con algún familiar, con algún compañero de trabajo o tal vez con alguien que nos está dando un servicio.

Por supuesto que aquella persona, desaparece súbitamente y no quiere cruzarse en su camino.

Frente a esa desaparición repentina o alejamiento no puede hacer nada y se queda con una sensación de zozobra, por su comportamiento y no haber tenido la oportunidad de pedir su perdón, o explicar su conducta.

A mediano plazo esto nos afecta la imagen, pero sobre todo la credibilidad.

Los especialistas refieren que es necesario un cambio de actitud, parece sencillo pero esto es muy complejo, ya que en el buen sentido de la palabra, somos -animales de costumbres- y difícilmente podremos cambiar, es necesario hacer un esfuerzo para lograr un cambio.

Las deudas emocionales, también surgen por experiencias negativas. Por ejemplo, cuando sufrió una afrenta en el colegio y no reacciono. Con los años se reprocha, el no haberse defendido y se siente en deuda consigo mismo.

Así que el adagio popular de “no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”, también aplica para las deudas emocionales.

Cuando usted acepta que le debe algo a alguien, buscará la forma de pagar, de otra forma esto se traduce en una serie de percepciones negativas, que se podrían manifestar en tristeza, ansiedad y angustia, además se puede convertir en una persona irritable, pesimista, o envidiosa.

Por lo que le pregunto ¿Y usted tiene deudas?

Recuerde que una promesa o un compromiso, deben estar fincados en educación, confianza, honestidad, pero sobre todo respeto.

¿Será mucho pedir?