/ viernes 21 de febrero de 2020

Y hablando de…

Pecados de Acción

Hace casi diez años, tras el feminicidio de Marisela, escribí un texto al que titulé “pecados de omisión” (si le interesa leerlo mándeme un mensaje a mi correo yhablandode@gmail.com, y con todo gusto se lo envío), refiriendo como esta mujer había pasado meses exigiendo justicia para su hija, y sin embargo fuimos incapaces de verla y tener empatía con ello, sumarnos a su lucha.

La semana pasada, cuando le hablaba del tema del feminicidio, sucedieron varias manifestaciones de mujeres, que primero se presentaron en Palacio Nacional, y al no ser recibidas arremetieron cont ra la puerta. Por la tarde se presentaron en las instalaciones de un medio de comunicación que publicó las imágenes del cadáver de Ingrid, quien fue privada de la vida por su pareja. Ahí prendieron fuego a un camión.

Antes hablamos que las manifestaciones violentas pueden causarnos molestia, pero hablando claro, ahí estuvieron exigiendo sus derechos de muchas formas: escribieron, hablaron, marcharon, cantaron y bailaron y nada ha cambiado. Una puerta puede repararse, una vida no.

Desde hace ya una década, miles de personas han sido denigradas con la exhibición de sus cuerpos sin vida en las primeras planas de los diarios y en las páginas de internet. Recuerdo el caso de un periódico local que sin el menor escrúpulo colocó en su página un video que mostraba como a golpe de marro terminaban con la vida de una persona. Hoy finalmente alguien alza la voz para rescatar ese trato de dignidad que merece toda persona, incluso después de la muerte.

Me preocupa que el nivel de la protesta aumente, pero más me preocupa la falta de respuesta.

Mientras las mujeres se manifestaban al exterior de Palacio Nacional, una periodista preguntó al presidente López las acciones concretas a que se compromete para dar seguridad y justicia a las mujeres. La respuesta fue, para no variar, una retahíla de ideas inconexas, un decálogo que para el caso dice lo mismo que lo postule el payaso que vende globos en el parque.

Ese mismo día se le preguntó a la jefa de gobierno de la CDMX si tenía algún mensaje para las mujeres manifestantes, a lo que lacónicamente respondió “ahorita no”.

Si la insensibilidad es lastimosa, lo es más que pretendan invertir los papeles. Las manifestantes son víctimas de una cultura que menosprecia a las mujeres, que las agrede de múltiples formas, por ello revientan de esta manera. Ahora resulta que en su retórica simplista el presidente López pretende convertirse en la víctima de esta situación, desprestigiando la protesta, catalogándola como una estrategia de sus enemigos para desprestigiarlo.

Con su habitual maniqueísmo culpa al neoliberalismo del problema, no lo voy a discutir. Al presidente no se le pide una explicación sobre las causas del problema, para ello se han escrito ya cientos, miles de páginas; se cuenta con estudios serios y conclusiones validadas. Lo que al presidente López se le exige es que resuelva la situación, pero en este como en otros casos, no hay respuesta.

Si protestan las mujeres, es una estrategia en su contra; si protestan los padres de niños con cáncer por la falta de medicamente, es porque alguien los organiza para causarle desprestigio… me da la impresión de que si el presidente López acude a un bautizo va a querer ser el niño. No se vale, hay que al menos ser empáticos. Si al ignorar entonces los reclamos de Marisela Escobedo cometimos pecados de omisión, al despreciar las actuales nuestros gobernantes pecan activamente verbalizando su desprecio, humillando al desprestigiar, permaneciendo inactivos porque se asumen en la posición correcta. No se vale.

Mientras tanto el gobernador Corral ha dado la bienvenida a la alerta de género en Chihuahua, como un mecanismo que a las personas que trabajan en las instancias gubernamentales, a todo nivel y de todo orden; y a la población en general, sobre la urgencia de detener los feminicidios, el acoso callejero, laboral, escolar o doméstico, la discriminación y la violencia que viven nuestras mujeres. Confiemos que su implementación convoque efectivamente a todos y mejore la situación que enfrentamos.

Esta alerta nos llama a cada uno de nosotros. Por favor no despreciemos el papel que podemos jugar para evitar que el agravio permanezca, es momento para decidir de qué lado del conflicto nos ubicamos: si tomamos una actitud de empatía con quienes padecen estos agravios, o nos sumamos, por acción u omisión, a los agresores.

La propia conducta cuenta. Sí, analizarnos, repasar nuestros patrones de comportamiento y comprometernos a eliminar aquellas conductas que menosprecian la dignidad de las mujeres. Pero la denuncia no es menos importante. Debo insistirle en que la protección de mujeres y menores nos compete a todos, si ve o escucha algo, haga algo.

Uno de los graves problemas para erradicar la violencia contra las mujeres es la falta de denuncia, si todos empezamos a hablar de ello y a tomar las acciones respectivas, podemos generar una cultura de denuncia que lleve a las mujeres a ejercer sus derechos y a reclamarlos efectivamente.

Esta semana comentaba con las Madero que toda mujer debe tener derecho a dejar constancia del lugar, las personas y las circunstancia que vive. Si alguien la invita a salir, ella tiene derecho a tomar una fotografía de esa persona, a identificar el vehículo en que viajan y declarar el destino al que se conducen, y comunicarlo a las personas de su confianza. De esa manera se van teniendo datos que hasta hoy nos han hecho mucha falta para proteger a nuestras mujeres. Es sólo una idea, hay muchas de las que podemos platicar en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…

Pecados de Acción

Hace casi diez años, tras el feminicidio de Marisela, escribí un texto al que titulé “pecados de omisión” (si le interesa leerlo mándeme un mensaje a mi correo yhablandode@gmail.com, y con todo gusto se lo envío), refiriendo como esta mujer había pasado meses exigiendo justicia para su hija, y sin embargo fuimos incapaces de verla y tener empatía con ello, sumarnos a su lucha.

La semana pasada, cuando le hablaba del tema del feminicidio, sucedieron varias manifestaciones de mujeres, que primero se presentaron en Palacio Nacional, y al no ser recibidas arremetieron cont ra la puerta. Por la tarde se presentaron en las instalaciones de un medio de comunicación que publicó las imágenes del cadáver de Ingrid, quien fue privada de la vida por su pareja. Ahí prendieron fuego a un camión.

Antes hablamos que las manifestaciones violentas pueden causarnos molestia, pero hablando claro, ahí estuvieron exigiendo sus derechos de muchas formas: escribieron, hablaron, marcharon, cantaron y bailaron y nada ha cambiado. Una puerta puede repararse, una vida no.

Desde hace ya una década, miles de personas han sido denigradas con la exhibición de sus cuerpos sin vida en las primeras planas de los diarios y en las páginas de internet. Recuerdo el caso de un periódico local que sin el menor escrúpulo colocó en su página un video que mostraba como a golpe de marro terminaban con la vida de una persona. Hoy finalmente alguien alza la voz para rescatar ese trato de dignidad que merece toda persona, incluso después de la muerte.

Me preocupa que el nivel de la protesta aumente, pero más me preocupa la falta de respuesta.

Mientras las mujeres se manifestaban al exterior de Palacio Nacional, una periodista preguntó al presidente López las acciones concretas a que se compromete para dar seguridad y justicia a las mujeres. La respuesta fue, para no variar, una retahíla de ideas inconexas, un decálogo que para el caso dice lo mismo que lo postule el payaso que vende globos en el parque.

Ese mismo día se le preguntó a la jefa de gobierno de la CDMX si tenía algún mensaje para las mujeres manifestantes, a lo que lacónicamente respondió “ahorita no”.

Si la insensibilidad es lastimosa, lo es más que pretendan invertir los papeles. Las manifestantes son víctimas de una cultura que menosprecia a las mujeres, que las agrede de múltiples formas, por ello revientan de esta manera. Ahora resulta que en su retórica simplista el presidente López pretende convertirse en la víctima de esta situación, desprestigiando la protesta, catalogándola como una estrategia de sus enemigos para desprestigiarlo.

Con su habitual maniqueísmo culpa al neoliberalismo del problema, no lo voy a discutir. Al presidente no se le pide una explicación sobre las causas del problema, para ello se han escrito ya cientos, miles de páginas; se cuenta con estudios serios y conclusiones validadas. Lo que al presidente López se le exige es que resuelva la situación, pero en este como en otros casos, no hay respuesta.

Si protestan las mujeres, es una estrategia en su contra; si protestan los padres de niños con cáncer por la falta de medicamente, es porque alguien los organiza para causarle desprestigio… me da la impresión de que si el presidente López acude a un bautizo va a querer ser el niño. No se vale, hay que al menos ser empáticos. Si al ignorar entonces los reclamos de Marisela Escobedo cometimos pecados de omisión, al despreciar las actuales nuestros gobernantes pecan activamente verbalizando su desprecio, humillando al desprestigiar, permaneciendo inactivos porque se asumen en la posición correcta. No se vale.

Mientras tanto el gobernador Corral ha dado la bienvenida a la alerta de género en Chihuahua, como un mecanismo que a las personas que trabajan en las instancias gubernamentales, a todo nivel y de todo orden; y a la población en general, sobre la urgencia de detener los feminicidios, el acoso callejero, laboral, escolar o doméstico, la discriminación y la violencia que viven nuestras mujeres. Confiemos que su implementación convoque efectivamente a todos y mejore la situación que enfrentamos.

Esta alerta nos llama a cada uno de nosotros. Por favor no despreciemos el papel que podemos jugar para evitar que el agravio permanezca, es momento para decidir de qué lado del conflicto nos ubicamos: si tomamos una actitud de empatía con quienes padecen estos agravios, o nos sumamos, por acción u omisión, a los agresores.

La propia conducta cuenta. Sí, analizarnos, repasar nuestros patrones de comportamiento y comprometernos a eliminar aquellas conductas que menosprecian la dignidad de las mujeres. Pero la denuncia no es menos importante. Debo insistirle en que la protección de mujeres y menores nos compete a todos, si ve o escucha algo, haga algo.

Uno de los graves problemas para erradicar la violencia contra las mujeres es la falta de denuncia, si todos empezamos a hablar de ello y a tomar las acciones respectivas, podemos generar una cultura de denuncia que lleve a las mujeres a ejercer sus derechos y a reclamarlos efectivamente.

Esta semana comentaba con las Madero que toda mujer debe tener derecho a dejar constancia del lugar, las personas y las circunstancia que vive. Si alguien la invita a salir, ella tiene derecho a tomar una fotografía de esa persona, a identificar el vehículo en que viajan y declarar el destino al que se conducen, y comunicarlo a las personas de su confianza. De esa manera se van teniendo datos que hasta hoy nos han hecho mucha falta para proteger a nuestras mujeres. Es sólo una idea, hay muchas de las que podemos platicar en otra ocasión en que nos encontremos hablando de…

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