/ viernes 24 de abril de 2020

Y hablando de…

Los Que No Quieren Entender

Un dirigente ha de ocuparse de obtener los mejores resultados para aquellos a quienes dirige. Dicho de otra manera, ningún entrenador acomoda su equipo para que le metan goles. Desde el padre de familia hasta el presidente de la nación, quienes llevan una responsabilidad la tienen para obtener el bienestar de los suyos.

Hace unas semanas le hablé de las dificultades que se generan por las restricciones que se nos imponen a efecto de evitar la propagación del Covid 19, tengo la impresión que nadie leyó ese comentario, pero ahí está en la página de el Heraldo por si quiere darle una pasada. En concreto le hablé del riesgo de perder cosechas que se corre en el vecino país del norte por el retraso para autorizar visas a las personas que normalmente cruzan para realizarlas.

Esta semana nos enteramos de la orden dada por el presidente Trump de prohibir temporalmente el ingreso de inmigrantes, la medida afecta sin duda a un gran número de personas que se encentran en estos momentos tramitando su ingreso legal a los Estados Unidos, pero afecta también en forma grave a los consumidores de ese país.

Hay quienes hablan de un interés electorero. La medida demuestra la dureza del presidente contra los extranjeros y a favor de sus connacionales. Se han perdido muchos empleos en ese país, Trump no quiere que ningún foráneo le quite las oportunidades de trabajar a un originario. Vale recordar que buena parte de su base de votantes radica en los estados que tienen alta actividad agrícola. La gente de campo, más tradicional e incluso más radical, ha mostrado un mayor apoyo a las políticas restrictivas del presidente.

Sin embargo, la prohibición de ingreso a personas que realizan una actividad primordial y urgente puede salir cara. Porque es precisamente en esos estados agrícolas donde tendrá peores repercusiones, si se pierden las cosechas el daño directo será para los productores, y de ahí se repercute en toda la cadena que lleva los alimentos a la mesa.

Miles de mexicanos ingresan año con año de manera legal para realizar esas labores, la medida los limita y causando un daño directo al quitarles su fuente de ingreso. A la vez, la economía del país sufre, los recursos que ganaban allá y gastaban aquí ya no estarán disponibles, son miles de familias que ven limitada su capacidad de gasto. A la vez, la cadena de consumo se detiene y el mercado laboral se presiona, pues ellos deben buscar un trabajo en su región.

Todo esto ocurre en un momento en que la autoridad federal extendió la suspensión de labores no esenciales hasta el treinta de mayo, cinco semanas de reclusión no bastan para detener al terrible enemigo que es este virus.

Pero si suspender cinco semanas era un reto extraordinario, duplicar el término es una barbaridad. Ya hablamos antes de la total indiferencia del gobierno federal para con los millones de dueños de pequeños negocios que verán las de Caín en este período, buena parte de los cuales no podrán volver a su actividad habitual, pero el titular del ejecutivo parece no entenderlo, o no quererlo hacer.

El sector productivo requiere de acciones concretas para sostenerse, no puede negársele apoyo por un posicionamiento ideológico: procurar la supervivencia de los negocios es beneficiar a la comunidad en su conjunto, los negocios no sólo dan trabajo a las personas, son las venas por donde fluyen los bienes y servicios que satisfacen las necesidades comunes.

El Estado es un protagonista del sistema económico, ejercer el gasto público genera actividad que redunda en beneficio colectivo. En estos momentos la inversión pública productiva puede aliviar la presión sobre el mercado laboral y dar acceso a miles de familias a los satisfactores necesarios. Pero las acciones tomadas no parecen ir en ese sentido.

La inanición global que las medidas para contener la pandemia han generado trajo como consecuencia una baja en la demanda de energéticos y con ello una caída nunca vista en los precios del petróleo. En estos momentos producir petróleo es un mal negocio, no hay quien lo compre, sale más caro producirlo que venderlo.

Por si eso fuera poco para la viabilidad de un negocio, PEMEX tiene serios problemas financieros, está sobre endeudada. La empresa consideró que este año vendería cada barril de petróleo en unos cincuenta dólares, la última vez que revisé valía menos de ocho. Si no tiene ingresos no puede pagar sus deudas, pero como es una empresa nacional, el gobierno tiene que poner lo que le falta, o sea, nos cuesta a todos.

Lo más razonable sería reducir sus actividades al mínimo, reconfigurarla y esperar mejores tiempos. Sin embargo, el presidente sigue obstinado en su proyecto petrolero, añorando un tiempo que ya no existe, y que difícilmente le tocará ver durante su período.

Cuando sale más barato comprar la gasolina que sacar el petróleo crudo, el presidente insiste en construir la nueva refinería de Dos Bocas, gastando en ello más de cien mil millones de pesos. Ante la crisis de PEMEX habla de meterle otros sesenta y cinco mil millones de pesos para rescatarla. Es dinero que no va a producirnos nada más que remordimientos, y que bien podría destinarse a la atención de la crisis sanitaria y sus consecuencias.

Un programa de estímulos a las actividades productivas del país nos será de mucho beneficio, en vez de invertirle a PEMEX y mantener los empleos de un sindicato sobrevalorado, se podrían salvar una inmensidad de unidades productivas en todo el país, evitando que miles de familias caigan en la pobreza. Pero esa es una situación que el mandatario no quiere entender, por mucho que le sigamos hablando de…


Los Que No Quieren Entender

Un dirigente ha de ocuparse de obtener los mejores resultados para aquellos a quienes dirige. Dicho de otra manera, ningún entrenador acomoda su equipo para que le metan goles. Desde el padre de familia hasta el presidente de la nación, quienes llevan una responsabilidad la tienen para obtener el bienestar de los suyos.

Hace unas semanas le hablé de las dificultades que se generan por las restricciones que se nos imponen a efecto de evitar la propagación del Covid 19, tengo la impresión que nadie leyó ese comentario, pero ahí está en la página de el Heraldo por si quiere darle una pasada. En concreto le hablé del riesgo de perder cosechas que se corre en el vecino país del norte por el retraso para autorizar visas a las personas que normalmente cruzan para realizarlas.

Esta semana nos enteramos de la orden dada por el presidente Trump de prohibir temporalmente el ingreso de inmigrantes, la medida afecta sin duda a un gran número de personas que se encentran en estos momentos tramitando su ingreso legal a los Estados Unidos, pero afecta también en forma grave a los consumidores de ese país.

Hay quienes hablan de un interés electorero. La medida demuestra la dureza del presidente contra los extranjeros y a favor de sus connacionales. Se han perdido muchos empleos en ese país, Trump no quiere que ningún foráneo le quite las oportunidades de trabajar a un originario. Vale recordar que buena parte de su base de votantes radica en los estados que tienen alta actividad agrícola. La gente de campo, más tradicional e incluso más radical, ha mostrado un mayor apoyo a las políticas restrictivas del presidente.

Sin embargo, la prohibición de ingreso a personas que realizan una actividad primordial y urgente puede salir cara. Porque es precisamente en esos estados agrícolas donde tendrá peores repercusiones, si se pierden las cosechas el daño directo será para los productores, y de ahí se repercute en toda la cadena que lleva los alimentos a la mesa.

Miles de mexicanos ingresan año con año de manera legal para realizar esas labores, la medida los limita y causando un daño directo al quitarles su fuente de ingreso. A la vez, la economía del país sufre, los recursos que ganaban allá y gastaban aquí ya no estarán disponibles, son miles de familias que ven limitada su capacidad de gasto. A la vez, la cadena de consumo se detiene y el mercado laboral se presiona, pues ellos deben buscar un trabajo en su región.

Todo esto ocurre en un momento en que la autoridad federal extendió la suspensión de labores no esenciales hasta el treinta de mayo, cinco semanas de reclusión no bastan para detener al terrible enemigo que es este virus.

Pero si suspender cinco semanas era un reto extraordinario, duplicar el término es una barbaridad. Ya hablamos antes de la total indiferencia del gobierno federal para con los millones de dueños de pequeños negocios que verán las de Caín en este período, buena parte de los cuales no podrán volver a su actividad habitual, pero el titular del ejecutivo parece no entenderlo, o no quererlo hacer.

El sector productivo requiere de acciones concretas para sostenerse, no puede negársele apoyo por un posicionamiento ideológico: procurar la supervivencia de los negocios es beneficiar a la comunidad en su conjunto, los negocios no sólo dan trabajo a las personas, son las venas por donde fluyen los bienes y servicios que satisfacen las necesidades comunes.

El Estado es un protagonista del sistema económico, ejercer el gasto público genera actividad que redunda en beneficio colectivo. En estos momentos la inversión pública productiva puede aliviar la presión sobre el mercado laboral y dar acceso a miles de familias a los satisfactores necesarios. Pero las acciones tomadas no parecen ir en ese sentido.

La inanición global que las medidas para contener la pandemia han generado trajo como consecuencia una baja en la demanda de energéticos y con ello una caída nunca vista en los precios del petróleo. En estos momentos producir petróleo es un mal negocio, no hay quien lo compre, sale más caro producirlo que venderlo.

Por si eso fuera poco para la viabilidad de un negocio, PEMEX tiene serios problemas financieros, está sobre endeudada. La empresa consideró que este año vendería cada barril de petróleo en unos cincuenta dólares, la última vez que revisé valía menos de ocho. Si no tiene ingresos no puede pagar sus deudas, pero como es una empresa nacional, el gobierno tiene que poner lo que le falta, o sea, nos cuesta a todos.

Lo más razonable sería reducir sus actividades al mínimo, reconfigurarla y esperar mejores tiempos. Sin embargo, el presidente sigue obstinado en su proyecto petrolero, añorando un tiempo que ya no existe, y que difícilmente le tocará ver durante su período.

Cuando sale más barato comprar la gasolina que sacar el petróleo crudo, el presidente insiste en construir la nueva refinería de Dos Bocas, gastando en ello más de cien mil millones de pesos. Ante la crisis de PEMEX habla de meterle otros sesenta y cinco mil millones de pesos para rescatarla. Es dinero que no va a producirnos nada más que remordimientos, y que bien podría destinarse a la atención de la crisis sanitaria y sus consecuencias.

Un programa de estímulos a las actividades productivas del país nos será de mucho beneficio, en vez de invertirle a PEMEX y mantener los empleos de un sindicato sobrevalorado, se podrían salvar una inmensidad de unidades productivas en todo el país, evitando que miles de familias caigan en la pobreza. Pero esa es una situación que el mandatario no quiere entender, por mucho que le sigamos hablando de…


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