/ sábado 9 de mayo de 2020

Y hablando de…

QUERIDA MAMÁ

Hace ya muchos años que no te escribo, digamos que me orillaron a la abstinencia, pero al fin me volvieron a dar oportunidad de expresarme por escrito, y aquí me tienes.

Tus nietas ya son grandes, la menor estudió finanzas y ya encontró trabajo en lo suyo; es la mayor nos tiene con el pendiente. Es doctora, y actualmente estamos viviendo una epidemia por un virus que afecta los pulmones y ya ha matado a casi trescientas mil personas en el mundo, más de tres mil en México. Así que te imaginarás que todos los días que sale al trabajo nos quedamos con el pendiente y cuando regresa pasa por un protocolo de higiene muy estricto.

Ella ese muy disciplinada y eso ayuda; pero de verdad que la gente no quiere hacer caso. Las autoridades nos han dicho que debemos quedarnos en casa para disminuir la posibilidad de contagiarnos, pero ¡viva México!, aquí todo mundo se cree Pancho Pantera y piensa que no le va a pasar nada, como si el siete machos fuera suficiente para espantar a ese condenado virus. Se nos está poniendo difícil.

Es por eso por lo que hoy no habrá, o al menos no debería haber, los tradicionales festejos a la maternidad.

Y hablando de maternidad, ahí la cosa se está poniendo también difícil. Por una parte, como que estas nuevas generaciones no ven en el matrimonio una aspiración de vida, en sus pláticas de futuro no surgen las preguntas de cómo o cuando se ven casados, cuántos hijos les gustaría tener, si prefieren la parejita o todos del mismo sexo; en fin. Por otro lado, como que tampoco son muy dados al compromiso, como que “mientras estemos bien estamos juntos”, pero nada de eso de “en lo próspero y en lo adverso” y “hasta que la muerte nos separe.”

Incluso hoy se habla y se defiende más a los matrimonios entre personas del mismo sexo que a las uniones entre un hombre y una mujer. A eso le llama progreso, sin darse cuenta de que sin una familia sólida y funcional no hay progreso. Digo, como tú me enseñaste, “cada uno es libre de hacer un cucurucho y echarlo a volar, pero si seguimos “progresando” así un día van a pedir matrimonios de seis o siete o más personas, y que hay las calabazas se acomoden conforme se vaya meneando la carreta.

Por si fuera poco, como que pensar en los hijos tampoco es lo de este tiempo. Para muchas parejas está primero el hacer una maestría, el viajar, el adquirir una seguridad financiera (como si eso fuera sencillo, llega un evento como esta pandemia y el trabajo de treinta años no la aguanta); los hijos son costosos y complicados, y para cuando se dan cuenta ya se les pasó el tiempo. Luego se quedan con una insatisfacción, un vacío que no entienden qué lo genera ni pueden imaginar como llenarlo.

Se me hace que una sociedad así no aguanta mucho, si no procura la formación y bienestar de las células que la conforman le va a venir pasando igual que con el virus. No exagero. Los alemanes dejaron de casarse y tener hijos por ahí de los años ochenta; hoy se calcula que en menos de cuarenta años serán un país de mayoría musulmana, y su basta cultura se perderá en el tiempo.

Por si ello fuera poco, se viene implantando en el mundo una cultura del descarte: en este mundo obsesionado con la productividad y la generación de utilidades no hay lugar para quienes no contribuyen a esos fines. Ancianos, discapacitados, y aun los que se enferman temporalmente, son dejados de lado y sustituidos por una persona con mayor expectativa de contribución.

Los promotores de esta aberrante ideología además parecen estar cebados con los niños por nacer, se gastan miles de millones de dólares en promover la muerte de inocentes. Como todo delincuente, engañan y se esconden para no ser descubiertos. No hablan de matar personas, hablan de la “interrupción del embarazo”, como si después de practicado un aborto el embarazo pudiera reanudarse. Se suspende un juego de béisbol cuando llueve, o el suministro de agua para arreglar la línea, pero cuando se aborta una persona muere y nunca más volverá. Es terrible.

Para que te des una idea de lo que estoy hablando, en el momento que te escribo esto han ocurrido en el mundo más de veinte millones de muertes, por todas las causas, desde enfermedades y accidentes hasta homicidios; y también se han practicado más de quince millones de aborto. Ese es el mayor asesino de la actualidad, la gran amenaza para la humanidad; una pandemia que silenciosamente se ha extendido hasta estos aterradores números, y en la que nadie parece estar preocupado por controlar. No hay políticas públicas para controlarlo o desalentarlo, por el contrario, bajo la bandera de ese mentado progreso pretenden imponerlo sin restricciones.

Familia, maternidad, persona, sociedad, patria, son conceptos que tienen su fundamento en los mismos principios, están íntimamente vinculados, si la validez de alguno de ellos se desvirtúa todos se terminarán extinguiendo. Como dice la frase que hoy se ha puesto mucho de moda, nadie se salva solo, debe fomentarse una conciencia colectiva para el cuidado de las familias, para procurar su formación y adecuado funcionamiento, exigir programas que les estimulen y educar para que los noveles vean en ella una opción de vida.

Pero hoy es el día de las madres y no debería estarte importunando con estas cosas de la realidad que nos toca vivir. Prefiero que hoy se hable más de las cosas que aprendí de ti, de tu constancia por mantener la unidad de la familia, la nuestra y la que formaste con tus hermanas; y aunque hoy no sea posible que las familias se reúnan en gran número para convivir, que siempre se fomenten los lazos de afinidad, que se fortalezcan con el respeto, y se nutran con el trato frecuente.

Saluda por favor a la tía Rosita, y dile que sí, que todavía pienso que algún día regresaré a cantar en los camiones como el día aquel en que me sorprendió y te fue con el chisme, truncando así un prometedor futuro financiero. Debo terminar aquí, ya seguiremos hablando de…


QUERIDA MAMÁ

Hace ya muchos años que no te escribo, digamos que me orillaron a la abstinencia, pero al fin me volvieron a dar oportunidad de expresarme por escrito, y aquí me tienes.

Tus nietas ya son grandes, la menor estudió finanzas y ya encontró trabajo en lo suyo; es la mayor nos tiene con el pendiente. Es doctora, y actualmente estamos viviendo una epidemia por un virus que afecta los pulmones y ya ha matado a casi trescientas mil personas en el mundo, más de tres mil en México. Así que te imaginarás que todos los días que sale al trabajo nos quedamos con el pendiente y cuando regresa pasa por un protocolo de higiene muy estricto.

Ella ese muy disciplinada y eso ayuda; pero de verdad que la gente no quiere hacer caso. Las autoridades nos han dicho que debemos quedarnos en casa para disminuir la posibilidad de contagiarnos, pero ¡viva México!, aquí todo mundo se cree Pancho Pantera y piensa que no le va a pasar nada, como si el siete machos fuera suficiente para espantar a ese condenado virus. Se nos está poniendo difícil.

Es por eso por lo que hoy no habrá, o al menos no debería haber, los tradicionales festejos a la maternidad.

Y hablando de maternidad, ahí la cosa se está poniendo también difícil. Por una parte, como que estas nuevas generaciones no ven en el matrimonio una aspiración de vida, en sus pláticas de futuro no surgen las preguntas de cómo o cuando se ven casados, cuántos hijos les gustaría tener, si prefieren la parejita o todos del mismo sexo; en fin. Por otro lado, como que tampoco son muy dados al compromiso, como que “mientras estemos bien estamos juntos”, pero nada de eso de “en lo próspero y en lo adverso” y “hasta que la muerte nos separe.”

Incluso hoy se habla y se defiende más a los matrimonios entre personas del mismo sexo que a las uniones entre un hombre y una mujer. A eso le llama progreso, sin darse cuenta de que sin una familia sólida y funcional no hay progreso. Digo, como tú me enseñaste, “cada uno es libre de hacer un cucurucho y echarlo a volar, pero si seguimos “progresando” así un día van a pedir matrimonios de seis o siete o más personas, y que hay las calabazas se acomoden conforme se vaya meneando la carreta.

Por si fuera poco, como que pensar en los hijos tampoco es lo de este tiempo. Para muchas parejas está primero el hacer una maestría, el viajar, el adquirir una seguridad financiera (como si eso fuera sencillo, llega un evento como esta pandemia y el trabajo de treinta años no la aguanta); los hijos son costosos y complicados, y para cuando se dan cuenta ya se les pasó el tiempo. Luego se quedan con una insatisfacción, un vacío que no entienden qué lo genera ni pueden imaginar como llenarlo.

Se me hace que una sociedad así no aguanta mucho, si no procura la formación y bienestar de las células que la conforman le va a venir pasando igual que con el virus. No exagero. Los alemanes dejaron de casarse y tener hijos por ahí de los años ochenta; hoy se calcula que en menos de cuarenta años serán un país de mayoría musulmana, y su basta cultura se perderá en el tiempo.

Por si ello fuera poco, se viene implantando en el mundo una cultura del descarte: en este mundo obsesionado con la productividad y la generación de utilidades no hay lugar para quienes no contribuyen a esos fines. Ancianos, discapacitados, y aun los que se enferman temporalmente, son dejados de lado y sustituidos por una persona con mayor expectativa de contribución.

Los promotores de esta aberrante ideología además parecen estar cebados con los niños por nacer, se gastan miles de millones de dólares en promover la muerte de inocentes. Como todo delincuente, engañan y se esconden para no ser descubiertos. No hablan de matar personas, hablan de la “interrupción del embarazo”, como si después de practicado un aborto el embarazo pudiera reanudarse. Se suspende un juego de béisbol cuando llueve, o el suministro de agua para arreglar la línea, pero cuando se aborta una persona muere y nunca más volverá. Es terrible.

Para que te des una idea de lo que estoy hablando, en el momento que te escribo esto han ocurrido en el mundo más de veinte millones de muertes, por todas las causas, desde enfermedades y accidentes hasta homicidios; y también se han practicado más de quince millones de aborto. Ese es el mayor asesino de la actualidad, la gran amenaza para la humanidad; una pandemia que silenciosamente se ha extendido hasta estos aterradores números, y en la que nadie parece estar preocupado por controlar. No hay políticas públicas para controlarlo o desalentarlo, por el contrario, bajo la bandera de ese mentado progreso pretenden imponerlo sin restricciones.

Familia, maternidad, persona, sociedad, patria, son conceptos que tienen su fundamento en los mismos principios, están íntimamente vinculados, si la validez de alguno de ellos se desvirtúa todos se terminarán extinguiendo. Como dice la frase que hoy se ha puesto mucho de moda, nadie se salva solo, debe fomentarse una conciencia colectiva para el cuidado de las familias, para procurar su formación y adecuado funcionamiento, exigir programas que les estimulen y educar para que los noveles vean en ella una opción de vida.

Pero hoy es el día de las madres y no debería estarte importunando con estas cosas de la realidad que nos toca vivir. Prefiero que hoy se hable más de las cosas que aprendí de ti, de tu constancia por mantener la unidad de la familia, la nuestra y la que formaste con tus hermanas; y aunque hoy no sea posible que las familias se reúnan en gran número para convivir, que siempre se fomenten los lazos de afinidad, que se fortalezcan con el respeto, y se nutran con el trato frecuente.

Saluda por favor a la tía Rosita, y dile que sí, que todavía pienso que algún día regresaré a cantar en los camiones como el día aquel en que me sorprendió y te fue con el chisme, truncando así un prometedor futuro financiero. Debo terminar aquí, ya seguiremos hablando de…


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